Cuando se dieron a conocer cifras y porcentajes de la pandemia y Uruguay estuvo entre los países de situación más privilegiada, todos sentimos una íntima satisfacción, pues de alguna manera consideramos que Uruguay estaba enfrentando la pandemia en mejores condiciones que muchos países más.
Por nuestra parte siempre relativizamos este éxito, no porque no lo consideráramos importante, sino porque siempre consideramos que partíamos de una situación muy ventajosa en relación a varios países más y por lo tanto las consecuencias de algunas conductas irresponsables no siempre eran graves.
Entre estos elementos consideramos la baja tasa demográfica, la buena cobertura sanitaria, los elementos informáticos más extendidos y sobre todo la buena llegada de los mensajes oficiales, que exhortaban a cuidarnos, para cuidar a los grupos de riesgo, que derivaron en un acatamiento inicial muy alto.
Con esto muchos pensaron que “estábamos a salvo” de la pandemia. Bastaba con acatar los protocolos recomendados, vale decir el uso de tapabocas, el lavado correcto de las manos con alcohol gel o agua y jabón, el secado de los pies en alfombras sanitarias y sobre todo el distanciamiento social, entre metro y medio y los dos metros siempre entre persona y persona.
Por esto aparecieron las famosas marcas en las veredas de los comercios, que hoy no todo respetamos.
Claro está que nadie pensó que la pandemia duraría más de nueve meses como en es lo que sucede en estos momentos y todavía no se sabe cuánto más.
Todos pensábamos que en algún momento pasaría y Uruguay disfrutaría de la privilegiada posición que ostentaba entonces. Pero nos equivocamos.
Hoy cuando los científicos coinciden que recién nos está llegando la primera ola de la enfermedad y tenemos un promedio cercano a los 500 casos por día, entendemos que no basta con mantener las medidas del protocolo, que si bien ayudan si se las respeta, no nos ponen a salvo de la pandemia.
Por estos días de fin de año hemos observado largas filas de personas frente a bancos, financieras, servicios e incluso ante algunos comercios y no vemos que se guarde distancia celosamente.
Esto sumado al denominado “estrés social”, que no es otra cosa que el agotamiento del encierro, el aburrimiento y las condiciones psicológicas que supone esta situación, nos pone en una situación muy diferente, quizás muchos más cercana a la realidad y para nada privilegiada, porque las estadísticas nos hablan de situaciones mucho más graves aún.
Esperemos que por una vez al menos, seamos capaces de comportarnos con prudencia y responsabilidad, que es lo que la hora exige.
A.R.D.
Lo que la hora exige
Enlace para compartir: https://elpueblodigital.uy/cyqx
Enlace para compartir: https://elpueblodigital.uy/cyqx