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Lo menos conocido de Mario Vargas Llosa

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Diario EL PUEBLO digital
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Hace algunos días llegó a nuestras manos el libro “Obra reunida – Teatro” (Ed. Alfaguara, Madrid, 2001) del peruano Mario Vargas Llosa (Arequipa, 1936), ganador del Premio Nobel en 2010. Incluye cinco piezas teatrales escritas en el transcurso de unos quince años: “La señorita de Tacna” (1981), “Kathie y el hipopótamo” (1983), “La Chunga” (1986), “El loco de los balcones” (1993) y “Ojos bonitos, cuadros feos” (1996).
Sin dudas que lo más divulgado de su obra son las novelas, luego los ensayos (el año pasado publicó el magistral “La civilización del espectáculo”) y su obra teatral ha quedado bastante relegada en ese sentido. Sin embargo, vale la pena leerla con detenimiento y respeto. Se comprobará así que se trata de un escritor con desbordada imaginación y la suficiente genialidad para plasmarla en el género en que se proponga hacerlo.
Pero más allá de su fama como narrador y no como dramaturgo, Vargas Llosa reconoce un apego al teatro –similar al que siente por la narración- que viene desde sus primeros años de vida. Y confiesa que escribir estas cinco obras “fue siempre un placer, y, también, una lección de modestia y de síntesis, pues, a diferencia del novelista, todopoderoso y libérrimo, el autor de teatro tiene que aceptar su condición de mera pieza en un mecanismo en el que actores, directores, escenógrafos, así como el tiempo y los medios, juegan también un papel principalísimo en el éxito o el fracaso del espectáculo”.
“Otros mundos fuera del
común y corriente”
A propósito de esta “Obra reunida” del teatro de Vargas Llosa, hace algún tiempo el salteño Álvaro Dos Santos Franco nos envió una extensa nota, especialmente para esta página de EL PUEBLO. A continuación compartimos algunas líneas:
“A pesar de los panegíricos de turno, al parecer la mayoría de estas piezas no fueron muy bien recibidas que digamos por la crítica especializada, pero no obstante tuvieron éxito de público y dejaron satisfecho a su autor. Pues bien, ¿qué se propone Vargas Llosa en su obra teatral? Él mismo lo dice: “el teatro no es la vida, sino el teatro, es decir, otra vida, la de mentiras, la de ficción. Ningún género manifiesta tan espléndidamente la dudosa naturaleza del arte como una representación teatral. A diferencia de los personajes de una novela o de un cuadro, los del escenario son de carne y hueso y vive ante nuestros ojos los roles que protagonizan, los vemos sufrir, gozar, enfurecerse, reír”. Vargas Llosa quiere, pues, un teatro en el cual lo ilusorio y la ficción, al igual que la fantasía y el hecho de contar historias, estimulen al lector o espectador, y que este, además, adquiera una especie de noción de lo que está leyendo o viendo representado, le haga imaginar que, efectivamente hay otros mundos fuera del común y corriente: uno plagado de fantasías (“el atributo humano por excelencia) y de cosas insólitas o nuevas perspectivas desde las cuales calibrar la simple y mediocre cotidianeidad. Es así, pues, que su teatro es vitalizador de historias, impulsor de la fantasía, que asocia “lo real” con lo que pudo ser y que trata de sumergir al lector o espectador en una mundo plagado de dualidades, ironías, sarcasmos o deseos insatisfechos. Esta estética, que procura siquiera por unos momentos distraer al lector o espectador es, para Vargas Llosa, algo saludable pues frente a ese mundo inventado de la representación en escena o en la lectura los hombres pueden percibir que “gracias a los embustes de la ficción la vida aumenta, un hombre es muchos hombres, el cobarde es valiente, el sedentario nómade, y la prostituta virgen”. Así se expresa Vargas Llosa y bien vale acotar aquí que su interés por el teatro le viene desde su temprana adolescencia, más precisamente de su estancia en Piura, en donde puso en escena una pieza titulada La huida del Inca.
Juana de Ibarbourou: a
121 años de su nacimiento
“Vi una sola vez a Juana de Ibarbourou. En su casa de la calle 8 de octubre, en una recepción a escritores. Yo tenía un vestido blanco, de vidrio. Ella iba de negro, con perla. Me parece que habló muy poco. Yo, a ratos, de entre los grupos, la espiaba. La acompañaba un aura a lo Divina Garbo, si alguien puede compararse a Garbo, pero, igual Juana era muy hermosa. Deja algunos poemas trémulos, perdurables, en medio de una obra amplia y delicadísima. Y la leyenda. No se necesita más”.
Marosa di Giorgio
Mañana, en el Día Internacional de la Mujer, se cumplirá también un año más del nacimiento de una de las mayores poetas uruguayas: Juana de Ibarbourou. Nacida en Cerro Largo el 8 de marzo de 1892, Juana Fernández Morales –ese fue su verdadero nombre – poetizó con maestría temas como la maternidad, el paso del tiempo y sus efectos, el amor –de pareja, a Dios, o a la vida en cualquiera de sus formas y aun más allá de la muerte –, la naturaleza siempre abierta en todo su esplendor, la infancia…. Reediciones, estudios, presencia en programas de educación a diferentes niveles, son demostraciones de su vigencia.
Obras y reconocimientos: Entre sus muchas obras publicadas puede mencionarse, sólo a modo de ejemplo, “Las lenguas de diamante” (1919), “Raíz salvaje” (1922), “Perdida” (1950) o “La pasajera” (1967). Y entre los reconocimientos obtenidos, además de los múltiples honores recibidos en diferentes países, cabe mencionar que en Uruguay fue nombrada Miembro de la Academia Nacional de Letras en 1947 y le fue asignado el Gran Premio Nacional de Literatura en 1959.
Falleció en Montevideo en 1979.
Donde había nacido hace 87 años
El poeta Santos Inzaurralde falleció en Minas
El pasado viernes 1º de marzo falleció en su Minas natal, a los 87 años, un “poeta-emblema” del canto uruguayo: Santos Inzaurralde.
Había nacido el 25 de junio de 1925. Quizás lo mejor de su carrera artística esté en los trabajos que realizó en conjunto con el folclorista Santiago Chalar. Uno de ellos es el famoso disco titulado “Minas y Abril”, de 1978, que da nombre a uno de  los festivales folclóricos actuales de mayor convocatoria de público en el país.
Paralelamente a su actividad de creador de poesía, Santos Inzaurralde se dedicó a la política: fue edil y diputado por el Partido Nacional de Lavalleja, y Director de Cultura de la Intendencia de ese departamento en el período 1995 – 2000.
En el año 2011 fue declarado ciudadano ilustre de Lavalleja.

Hace algunos días llegó a nuestras manos el libro “Obra reunida – Teatro” (Ed. Alfaguara, Madrid, 2001) del peruano Mario Vargas Llosa (Arequipa, 1936), ganador del Premio Nobel en 2010. Incluye cinco piezas teatrales escritas en el transcurso de unos quince años: “La señorita de Tacna” (1981), “Kathie y el hipopótamo” (1983), “La Chunga” (1986), “El loco de los balcones” (1993) y “Ojos bonitos, cuadros feos” (1996).

Sin dudas que lo más divulgado de su obra son las novelas, luego los ensayos (el año pasado publicó el magistralpagef“Lacivilización del espectáculo”) y su obra teatral ha quedado bastante relegada en ese sentido. Sin embargo, vale la pena leerla con detenimiento y respeto. Se comprobará así que se trata de un escritor con desbordada imaginación y la suficiente genialidad para plasmarla en el género en que se proponga hacerlo.

Pero más allá de su fama como narrador y no como dramaturgo, Vargas Llosa reconoce un apego al teatro –similar al que siente por la narración- que viene desde sus primeros años de vida. Y confiesa que escribir estas cinco obras “fue siempre un placer, y, también, una lección de modestia y de síntesis, pues, a diferencia del novelista, todopoderoso y libérrimo, el autor de teatro tiene que aceptar su condición de mera pieza en un mecanismo en el que actores, directores, escenógrafos, así como el tiempo y los medios, juegan también un papel principalísimo en el éxito o el fracaso del espectáculo”.

“Otros mundos fuera del común y corriente”

A propósito de esta “Obra reunida” del teatro de Vargas Llosa, hace algún tiempo el salteño Álvaro Dos Santos Franco nos envió una extensa nota, especialmente para esta página de EL PUEBLO. A continuación compartimos algunas líneas:

“A pesar de los panegíricos de turno, al parecer la mayoría de estas piezas no fueron muy bien recibidas que digamos por la crítica especializada, pero no obstante tuvieron éxito de público y dejaron satisfecho a su autor. Pues bien, ¿qué se propone Vargas Llosa en su obra teatral? Él mismo lo dice: “el teatro no es la vida, sino el teatro, es decir, otra vida, la de mentiras, la de ficción. Ningún género manifiesta tan espléndidamente la dudosa naturaleza del arte como una representación teatral. A diferencia de los personajes de una novela o de un cuadro, los del escenario son de carne y hueso y vive ante nuestros ojos los roles que protagonizan, los vemos sufrir, gozar, enfurecerse, reír”. Vargas Llosa quiere, pues, un teatro en el cual lo ilusorio y la ficción, al igual que la fantasía y el hecho de contar historias, estimulen al lector o espectador, y que este, además, adquiera una especie de noción de lo que está leyendo o viendo representado, le haga imaginar que, efectivamente hay otros mundos fuera del común y corriente: uno plagado de fantasías (“el atributo humano por excelencia) y de cosas insólitas o nuevas perspectivas desde las cuales calibrar la simple y mediocre cotidianeidad. Es así, pues, que su teatro es vitalizador de historias, impulsor de la fantasía, que asocia “lo real” con lo que pudo ser y que trata de sumergir al lector o espectador en una mundo plagado de dualidades, ironías, sarcasmos o deseos insatisfechos. Esta estética, que procura siquiera por unos momentos distraer al lector o espectador es, para Vargas Llosa, algo saludable pues frente a ese mundo inventado de la representación en escena o en la lectura los hombres pueden percibir que “gracias a los embustes de la ficción la vida aumenta, un hombre es muchos hombres, el cobarde es valiente, el sedentario nómade, y la prostituta virgen”. Así se expresa Vargas Llosa y bien vale acotar aquí que su interés por el teatro le viene desde su temprana adolescencia, más precisamente de su estancia en Piura, en donde puso en escena una pieza titulada La huida del Inca.

Juana de Ibarbourou: a 121 años de su nacimiento

“Vi una sola vez a Juana de Ibarbourou. En su casa de la calle 8 de octubre, en una recepción a escritores. Yo tenía un vestido blanco, de vidrio. Ella iba de negro, con perla. Me parece que habló muy poco. Yo, a ratos, de entre los grupos, la espiaba. La acompañaba un aura a lo Divina Garbo, si alguien puede compararse a Garbo, pero, igual Juana era muy hermosa. Deja algunos poemas trémulos, perdurables, en medio de una obra amplia y delicadísima. Y la leyenda. No se necesita más”.

Marosa di Giorgio

Mañana, en el Día Internacional de la Mujer, se cumplirá también un año más del nacimiento de una de las mayores poetas uruguayas: Juana de Ibarbourou. Nacida en Cerro Largo el 8 de marzo de 1892, Juana Fernández Morales –ese fue su verdadero nombre – poetizó con maestría temas como la maternidad, el paso del tiempo y sus efectos, el amor –de pareja, a Dios, o a la vida en cualquiera de sus formas y aun más allá de la muerte –, la naturaleza siempre abierta en todo su esplendor, la infancia…. Reediciones, estudios, presencia en programas de educación a diferentes niveles, son demostraciones de su vigencia.

Obras y reconocimientos: Entre sus muchas obras publicadas puede mencionarse, sólo a modo de ejemplo, “Las lenguas de diamante” (1919), “Raíz salvaje” (1922), “Perdida” (1950) o “La pasajera” (1967). Y entre los reconocimientos obtenidos, además de los múltiples honores recibidos en diferentes países, cabe mencionar que en Uruguay fue nombrada Miembro de la Academia Nacional de Letras en 1947 y le fue asignado el Gran Premio Nacional de Literatura en 1959.

Falleció en Montevideo en 1979.

Donde había nacido hace 87 años

El poeta Santos Inzaurralde falleció en Minas

El pasado viernes 1º de marzo falleció en su Minas natal, a los 87 años, un “poeta-emblema” del canto uruguayo: Santos Inzaurralde.

Había nacido el 25 de junio de 1925. Quizás lo mejor de su carrera artística esté en los trabajos que realizó en conjunto con el folclorista Santiago Chalar. Uno de ellos es el famoso disco titulado “Minas y Abril”, de 1978, que da nombre a uno de  los festivales folclóricos actuales de mayor convocatoria de público en el país.

Paralelamente a su actividad de creador de poesía, Santos Inzaurralde se dedicó a la política: fue edil y diputado por el Partido Nacional de Lavalleja, y Director de Cultura de la Intendencia de ese departamento en el período 1995 – 2000.

En el año 2011 fue declarado ciudadano ilustre de Lavalleja.

Enlace para compartir: https://elpueblodigital.uy/xmq0