El próximo viernes 20 de noviembre se abre el biombo para “¿Cambiar está en vos?”, propuesta teatral de creación colectiva interpretada por Luciana Mussetti y Marcelo Hernandez. Por su parte el grupo teatral Jerico Teatro , abre su biombo el sábado 21 de noviembre con “Limbo, Rincón de los Olvidados”, teniendo como interpretes a Luciano Battistuta y Matías Almeida además de Matías Machado en la parte técnica..
Ambas iniciativas cuentan con la dirección escénica de Pablo Sánchez y se presentaran en la Sala Teatral “El Andén” (19 de Abril y Julio Delgado), viernes y sábados a las 21 horas.
Las entradas tienen un costo de $150 pesos, interesados en adquirirlas, comunicarse al 099731904 o al 099347155.

En la sala se podrán recibir un máximo de 15 espectadores por función.
En ambas creaciones se vivió un proceso de descubrimientos y hallazgos que permitieron el encuentro de nuevos canales de comunicación para con los participantes.
Según Ricardo Bartís: «En el teatro las ideas son el biombo que oculta lo importante», y nosotros creemos que en estas experiencias compartiremos cosas importantes que fueron parte de procesos investigativos.
Parafraseando a Bartis, las ideas no hacen teatro, las ideas son el biombo que oculta lo importante, lo importante es el teatro y las dinámicas escénicas, los ritmos, las energías, las combinaciones de distintos relatos: visuales, pictóricos, rítmicos, energéticos y por esos conceptos nos movimos.
“Consideramos que la actuación debe siempre narrar el hecho de no ser tan eficaz porque si no el único parámetro que se tiene es la creencia de la excelsitud o la perfección técnica y a nosotros nos parece que eso es una cosa que mata a la actuación, que la termina aplastando, la termina colocando en la búsqueda narcisística de un nivel de eficacia que anula la pasión, el gesto apasionado que contiene el error, que contiene la ineficacia, que contiene el fracaso.
Para concebir ambas propuestas, nos paramos en el lugar de que el actor no ejecuta sino que se ejecuta.
Es decir, de alguna manera, se suicida para ser otro. Lo interesante no es tanto la composición del personaje sino la descomposición de la persona. Cierto tipo de técnicas se han preocupado casi exclusivamente por la construcción de ese otro sin atender a que, curiosamente, el ser actor también entraña este movimiento sacrificial por el cual alguien similar a cualquiera de nosotros, de pronto nos es infinitamente extraño por el lugar en que queda colocado” – nos revela Pablo Sánchez, director de la obra.
El actor produce el salto y el salto en la actuación no es la reproducción ni la representación de un personaje, sino el asumir un territorio de absoluta libertad en donde el yo queda diluido. A tal punto que uno actúa no tanto para ser otro sino para no ser nada, para no ser.
El objetivo teatral es el cuerpo del actor, sus emociones, sus sentimientos, sus experiencias, y se ponen en juego para crear una realidad paralela que da por resultado un cuestionamiento ostensible de la realidad como tal.
Por consiguiente, es en esta potencia física, sobre la que paradójicamente se levanta el juego ilusorio de la representación, donde radica también su capacidad (política) de vincularse con un presente histórico y social, que es el que lleva consigo el cuerpo del actor, cargado de memoria, experiencias y pasado.
Es por este motivo, el actor no actúa únicamente la obra, es decir, la representación de un personaje, sino que sobre todo y en primer lugar se actúa él mismo; es ahí donde se produce un salto en el plano de la realidad, un quiebre ontológico que abre un vacío entre la realidad política exterior a la obra y una realidad poética y física, producida durante el proceso aquí y ahora de la actuación. Este salto tiene un efecto de cuestionamiento, de interrogación, desde su mismo estar-haciéndose emocional e inmediato, de cualquier identidad personal o discurso social con pretensiones de verdad permanente, es decir, no escénicas:
A partir de ese actuarse del actor éste pone en escena su propia circunstancia histórica y personal, que proyectada a través de la trama dramática, apunta al otro presente del espectador, que percibe, antes incluso de llegar a un reconocimiento intelectual, que tras las caretas de los personajes laten unas energías, unos cuerpos y unas emociones próximas a él, con un presente comparable al suyo, con el que entra en un diálogo enriquecido por el mundo ficcional propuesto desde el texto.
El plano poético ha de sostenerse sobre este juego o maquinaria de tensiones físicas y emocionales entre el actor y el espectador, entre los cuerpos que actúan y los cuerpos que miran y sus respectivas reacciones.
Siguiendo con la lógica de los reducidos espacios de actuación donde se crean sus espectáculos, el espectador va a presenciar las obras desde una estrecha proximidad. Para cada una de sus propuestas se han aprovechado diferentes espacios, rincones, alturas, compartimentos, etcétera.
Las características concretas del espacio ha tenido una función central en cada uno de los procesos de creación.
A pesar de la muy diferente configuración espacial de las propuestas, las dos han tenido en común un cierto sentido de la proximidad entre los propios actores, y entre estos y los espectadores.
La cercanía e incluso el roce entre unos y otros producen un efecto de promiscuidad al tiempo que intensifica la teatralidad farsesca, pero también física, de estos mundos que por momentos harían pensar en una estética naturalista cuyo carácter extremo y dislocado la emparenta ya con un imaginario expresionista de algún tiempo pasado.