Siete ex directores de la CIA pidieron a Barack Obama, que no se investiguen las prácticas perpetradas por agentes durante la gestión de George W. Bush.
Siete ex directores de la CIA han pedido al presidente de Estados Unidos, Barack Obama, que detenga las investigaciones sobre las torturas perpetradas por agentes de la Agencia Central de Inteligencia durante el mandato de George W. Bush.
Los siete ex máximos responsables de la CIA, tres de ellos bajo el mandato del propio George W. Bush, remitieron una carta a Obama en la que sostienen que las investigaciones podrían desanimar a los agentes en el empleo de tácticas agresivas en la obtención de información en la lucha contra el terrorismo.
Los firmantes de la misiva, que han servido tanto en administraciones demócratas como republicanas, añaden que esa investigación iniciada por el Departamento de Justicia norteamericano podría igualmente inhibir a Gobiernos extranjeros en la cooperación con Estados Unidos.
Según el texto, publicado hoy en la página web de la cadena estadounidense ABC, los ex directores de la CIA afirman que «la difusión de antiguas operaciones de inteligencia sólo puede ayudar a Al Qaeda a eludir al espionaje estadounidense y a preparar futuras operaciones».
La información que tomó estado público ayer merece un análisis, porque obviamente trasciende la solicitud de desistir de la investigación en si.
En el fondo desnuda la realidad de las posiciones que han mantenido naciones poderosas para justificar acciones que de otra manera quedarían al descubierto.
Cuando los Estados Unidos invadieron Irak hace ya casi 20 años, lo hicieron “proclamando” a los cuatro vientos la defensa del pueblo iraquí de una sangrienta dictadura de Saddam Hussein afirmando que guardaba armas químicas y a quien condenaron a morir en la horca.
Pues bien, ya desde entonces, la credibilidad de los EE.UU. estaba por el suelo y terminó haciéndose trizas. Nadie ignora, ni siquiera el actual gobierno estadounidense niega que el verdadero motivo para invadir Irak ha sido la posesión del petróleo.
Así también quedó demostrado ante el mundo entero que la cárcel de Guantánamo era un centro de tormentos (aún vigente, aunque Barack Obama ha prometido sus desmantelamiento).
Si a ellos le sumamos el hecho ahora de que la CIA prefiere que no se investiguen sus acciones –y le resultará difícil convencer a alguien con los argumentos que esgrime – podemos aproximarnos a las verdaderas actitudes, motivaciones y acciones que ha expuesto la nación más rica y poderosa del mundo cuando asume su posición de “justiciero”.
Habrá que aguardar aún para saber si llegamos a conocer por lo menos parte de la verdad, pero el tiempo es la mejor luz para el conocimiento de ella. Hagamos fuerza para que pueda resplandecer.
