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martes, 3 de junio de 2025
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La triple «P» de las ollas: populares, pandémicas y políticas

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Diario EL PUEBLO digital
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Si de pronto pudiéramos abstraernos de nuestra realidad y pensar que una peste de dimensiones universales nos ataca…Y que por ese motivo (y porque además, ya antes la situación era difícil en todo sentido) un pueblo necesita ayuda y le pide ayuda a su Estado, y ese Estado le dice Sí, te voy a ayudar dándote esto, eso y aquello… ¿Usted cree que ante un caso así, alguna vez un pueblo podría mostrarse conforme con lo que el Estado le dé? Nuestra opinión es que no. En general no, simplemente porque las personas somos difíciles de conformar, siempre queremos más y más, sobre todo si son dádivas que vienen de arriba… Y porque también existe esa raza llamada Los Malagradecidos, esos que siempre van a pedir más y más porque no saben reconocer los gestos ni los valores de algunas cosas.

Para llevar a ejemplos concretos cuál y cómo es esta raza, salgamos ahora de la abstracción y pisemos tierra salteña, con apenas dos pinceladas que lo pintan todo: 1- Había un estudiante (sanducero) al que la institución educativa a la que asistía le daba (sí, le daba, le pagaba) pasajes, alojamiento y comida acá, pero él se quejaba (y hasta maldecía «el sistema») porque la comida era muy salada…(si estuviéramos escribiendo un whatsapp aquí pondríamos seguramente un sticker de esos en que el muñequito está de brazos abiertos en actitud de: «¿cóooomo?… no entiendo, o no se puede creer». 2- Un señor que hace un tiempo tuvo una desgracia y perdió todo, pidió colaboración para reconstruir su casa; y la gente colaboró tanto que él se enojó, sí, se enojó, y decía: «noooo, esto no me traigan, estos materiales viejos no acepto, eso tampoco, madera no quiero que me traigan más porque no soy pájaro para vivir en casa de palos…» (aquí iría otra vez el sticker con el muñequito de brazos abiertos).

Volvamos a abstraernos y pensemos la realidad como si la viéramos desde afuera: hay una peste que está haciendo estragos, una desgracia, desastres está haciendo en la economía, de miles y miles es la cantidad de gente que no puede salir a trabajar, ¡es terrible! Y entonces la gente le pide ayuda al Estado. Y el Gobierno decide que el Estado, en síntesis, haga esto: destinar 900 millones de dólares -equivalentes al 1,6 % del Producto Interno Bruto- para apoyar a los sectores más afectados; no trasladar el aumento de los precios del petróleo al combustible; crear un programa de empleo público temporal para 15.000 personas y reforzar el apoyo a la red de ollas populares en 200 millones de pesos; reforzar el apoyo económico a las empresas, especialmente pequeñas y medianas (las mayores generadoras de empleo); apuntalar en especial los sectores más afectados por la pandemia como turismo en general, gastronomía, transporte, deportes, cultura; exonerar de aportes al BPS durante los primeros seis meses del año, lo mismo con el IRAE; exonerarles cargos fijos de UTE y ofrecerles facilidades de pago para las deudas por energía de hoteles, salones de fiesta y gastronomía, que se podrán pagar en 16 meses; también que Antel contribuya con apoyos para esas empresas; que se mantenga el seguro de paro flexible, mejorando las condiciones de acceso… Vale apuntar, de paso: hoy están acogidos a ese régimen unos 20 mil trabajadores, que siguen funcionando percibiendo medio sueldo de su empresa y otro tanto del BPS. Con el seguro de paro normal se superan los 74 mil trabajadores en esa situación. Todavía son muchos, pero no hay que olvidar que hace un año se llegó a 190 mil personas. Además…en lo asistencial se vuelve a duplicar el monto del Plan de Equidad y de la asignación familiar.

Pero… La gran pregunta es: ¿todo esto es suficiente? Capaz que no, o sea: lo más probable es que no, es decir: seguro que no. ¿Por qué? Porque al fin y al cabo nunca va a ser suficiente. Nunca. Pero (y acá viene la otra pregunta importante): ¿esto da para hablar de un Estado ausente? No parece. Lo que sí parece es que hablar de Estado o Gobierno ausente, como se lo pasan haciendo algunos, solo genera más divisionismo, más odio, más confrontación contra un gobierno elegido por el pueblo (ese pueblo al que ellos mismos dicen pertenecer y defender), más separaciones entre «ellos y nosotros», más brecha entre «los buenos y los malos»… Claro que muchos de ellos, sin embargo no hablaban de Estado ni Gobierno ausente cuando un vicepresidente de la República aplaudía despilfarros en fiestas, o peor aún, ponía plata de todos en su propio bolsillo, plata que bien vendría para los sectores más vulnerables como gustan decir, para los más desprotegidos –otra frase de moda-, para los trabajadores sometidos… que ya había y muchos, y sin pandemia. ¿Eso no era un Estado ausente? ¿O tenía que venir una pandemia para calificar de presente o ausente a un Estado?

Entonces esto es pura política. O politiquería barata. Politiquería para la que también se usan las ollas populares. Y acá llegamos a un tema muy presente en estos días. ¿Quién puede dudar que nadie quisiera ver ollas populares? ¿Quién puede dudar, al mismo tiempo, que es una admirable labor la que se hace desde esas ollas?, ¿Quién puede desconocer que son reflejo de que hay miles de uruguayos pasando mal?… Pero, ¿se usan también esas ollas para hacer política o no? Claro que sí. Y no debería ser así. Porque el hambre no tiene color político, sí, muy linda la frase, pero demuéstrenlo, señores políticos. De todos lados deben demostrarlo. Están los que cambian un plato de comida por una firma contra la LUC y los que lo cambian por otra cosa… Había una lista del Partido Nacional en Salto que en las pasadas elecciones daba comestibles y dentro de la bolsa estaba el voto que había que poner en la urna, sí, del Partido Nacional, los mismos que ahora piden que no se haga política desde el CECOED…Los mismos que quieren investigar maniobras políticas desde el CECOED. Basta recordar el enojo del Diputado colorado por el clientelismo de los blancos, ¿se acuerda? Pero además, el partido de ese Diputado, ¿nunca cambió votos por cortes de rancho, por ejemplo? Bien sabemos que una cosa es una organización estatal como CECOED y otra un partido, una lista, o un candidato político particular en una elección, pero, ¿y la ética? ¿Y la coherencia entre lo que digo que no debe hacerse pero hago? (Esto, más allá que estábamos de acuerdo con que la semana pasada en la Junta Departamental se habilitara una investigación; es lo que se debía haber hecho, creemos).

En definitiva, es una desgracia hacer eso desde todo punto de vista, y lo hacen todos. Es increíble observar cómo cambian algunos políticos según donde estén, según si son gobierno o si son oposición, según si se los va a investigar o si son quienes quieren ser investigadores. Es increíble observar cómo se juega con el hambre de la gente. Eso sí es grave, eso sí que es mucho peor que lo que insinuó el Presidente de la República de que sería bueno que hiciera una «changa» la persona que recibe la colaboración. Porque al fin de cuentas, ¿no dignifica más a la persona si se le da un trabajito? ¿Usted prefiere decirle a sus hijos: este pan me lo dieron ahí en la olla de la esquina, o este pan lo gané con aquella «changa» que me dieron? ¿Qué es más digno?

Justamente, tal vez lo que más haga falta en estos tiempos de pandemia, de ollas populares y de política .o politiquería- que todo lo envuelve, sea eso: la dignidad.

Contratapa por Jorge Pignataro

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