Lamentablemente es hoy cuestión de todos los días. Casi diríamos que no hay informativo que no comience por dar cuenta de la cantidad de homicidios registrados en la jornada. Es que una moto, un auto o últimamente hasta una bicicleta sirve a los sicarios para perseguir y matar a quienes les han encargado.
No interesa “por qué”, ni tampoco interesa “quien es”, menos aún qué familia tiene. Lo que interesa es la cantidad de dinero que recibí o recibiré por ejecutar a quien me han pedido. Se parece más a las zonas “calientes” de México o de otros puntos de la región, que a nuestro querido Uruguay.
Duele admitirlo, pero una vez que se instala esto en un país, resulta muy difícil (de hecho no conocemos caso alguno) de que se haya podido erradicar esta situación.
Pero entendámonos bien. Mientras se ignore el alcance de esta situación, quienes están involucrados, a quienes comprende, y se trate siempre de minimizar su verdadero alcance, no conseguiremos mucho.
Es que en estos casos no se sabe en qué bando está cada uno. Manda don dinero, y ya sabemos en manos de quien está el dinero hoy. Lo que más preocupa es que hasta el momento vemos que se ha tomado como la gran solución, la persecución de los autores de estos crímenes, la detención de sus autores y en especial el endurecimiento de las penas.
No conocemos otras medidas, pero si estamos en condiciones de decir que todas ellas estas destinadas al fracaso. No con esto decimos que se deben omitir, sino que es necesario evaluarlas. Saber si son las correctas y las que pueden que un día nos permitan vivir en paz y con la tranquilidad a que aspiramos.
No conocemos solución fácil, ni tampoco salida “mágica” que nos permita una solución a este problema, de un día para otro. Sólo sabemos que lo hecho hasta el momento ha sido infructuoso y mientras haya consumidores dispuestos a pagar cifras cuantiosas al narcotráfico, no podemos esperar que haya cambios en esta situación.
En estos días nos hemos enterado en que en varias zonas de la región “manda” el narcotráfico. Es usual allí ver a las “autoridades”, disponer de guardaespaldas, cuando no chalecos antibalas, algo que hasta hoy parecía imposible de ver en nuestras calles.
Si este el precio que tenemos que pagar para tener paz y seguridad. No estamos dispuestos a pagarlo, porque no es lo que soñamos. Pero una cosa es indiscutible: mientras no se asuma la realidad de nuestros días, diferente a la situación que teníamos ayer nomas, no esperemos cambio alguno en esta situación.
A.R.D.