Más allá del juez y la marea de críticas sobre su lomo…
Lo ocurrido el domingo a la noche en el Dickinson, rompió todos los esquemas. El registro en la pantalla de la tele, marcando 149 minutos de juego y sin saberse el resultado final, no hizo menos que potenciar el disparate.
El partido se mete de cuerpo y alma en la historia de los absurdos, con el fútbol como eje.
No hubo quien no se subiera en el torturado lomo del árbitro Eduardo Castillo.
Algo más que una tentación: la necesidad de desenmascarar su impotencia para resolver la multiplicada loca e irracional situación.
Del gol validado, al gol anulado, hasta que se fue de la cancha suspendiendo el partido en medio de los escudos policiales.
ESE DÍA QUE LLEGÓ
Pero más allá de esa escena tragicómica, no debiese dejar de rescatarse cuestiones futbolísticas, porque Salto arriesgó más de la cuenta la clasificación a la final de la Copa del Interior. Con el retorno a la acción, después de los meses con el fútbol acuartelado, el equipo de Jorge Noboa afrontó cuatro partidos.
De ida y vuelta batió a Canelones Capital y sumó un puntazo en tierra arachana.
Hasta que asumió la cuarta presentación.
Hay que puntualizar sin margen para el convencionalismo de tipo alguno: SALTO JUGÓ SU PEOR PARTIDO.
Fue noche magra, encandilada por gruesos errores desde lo conceptual a lo técnico.
Cerro Largo vino y metió pechera. Sacudió la melena de león. No dejó nunca de ser una amenaza. Salto fue la versión desfigurada.
Faltó a la cita la versión original. Eso es real.
EL QUE JUGÓ CON MENOS
A los 28′ del primer tiempo, el árbitro decretó la primera expulsión en Cerro Largo. En 36′ de la recta final, la segunda. Y más allá de la diferencia numérica, Salto nunca la hizo sentir.
Nunca prevaleció con alguna elocuencia más o menos consistente, a tal punto que en los 45′ iniciales produce dos llegadas (Maciel-Rondán), con remates tibios.
Fue tan solo eso.
Quizás la primera neta a los 7′ del complemento, cuando Bentín ganó en el área de enfrente y metió el frentazo que se desvió. Cerro Largo se puso 1 a 0 después, hasta que Noboa dio con la tecla: la inclusión de Toriani.
Fue al gol en el empate y habilitó a Leguísamo al tiempo del segundo gol. Pero más allá de ese 2 a 1, SALTO SIGUIÓ SIN SENTIRSE SUPERIOR PORQUE SIMPLEMENTE NO LO FUE, surgiendo algo más que una sensación: la historia no estaba cerrada.
Por más que en Cerro Largo se produjo la segunda expulsión.
Por si fuese poco en la noche destemplada para el campeón del Litoral-Norte, el disparo desde el penal, que el «Tití» Leguísamo hizo reventar en el madero horizontal. Además eso.
Después todo lo que pasó. El gol a Cerro Largo definitivamente anulado. El partido que se terminó y Salto que clasificó.
Pero es seguro que desde el DT y el plantel no faltará autocrítica. Salto bordeó el precipicio. Casi sin necesidad. Pero el hecho es que todo fue demasiado confuso. A contramano.
El Salto apto se quedó en Cerro Largo. Este que jugó en el Dickinson, poco y nada de relación. Casi que ninguna. O solo de vez en cuando. Y el de vez en cuando, implica un Salto deudor.
Y Salto no dejó de serlo. Lo fue.
Eleazar Jose Silva