La libertad de prensa, como si fuera una parte más del organismo humano, se valora realmente cuando nos falta, porque cuando la tenemos la vemos como algo absolutamente natural y lógico que lo tengamos.
Quienes tenemos algunos años más recordamos tiempos difíciles, casi frustrantes, donde era absolutamente imposible decir lo que se pensaba. Solo era factible hacerlo si era “funcional al régimen dictatorial”. Quienes discrepaban y sobre todo quienes lo hacían mostrando argumentos más sólidos y mayor contundencia en su posición estaban absolutamente prohibidos y eran objeto de un control y seguimiento absolutamente inaceptable en tiempos de plena vigencia democrática.
Poder decir, escribir y transmitir por el medio de reproducción que sea, lo que pensamos, sin otra censura que el razonamiento y la discusión racional y lógica de las ideas, es un bien valioso e innegable que sólo las democracias más fuertes y sólidas pueden ostentar.
Hoy aún hay quienes se aferran a ideologías y totalitarismos que disimulados o no, niegan absolutamente la libertad de expresión, reniegan de los opositores y castigan a veces hasta con penas de cárcel a quienes profieren ideas que no coinciden con los poderes en el gobierno.
Hay en esto ideas y posiciones muy visibles e innegables, pero también las hay “invisibles”, pero tan poderosas e innegables como las otras.
Generalmente vemos y combatimos con dureza regímenes totalitarios, como Cuba, Venezuela, Corea del Norte, Irán, entre otros, pero no vemos las ideologías “invisibles” que han explotado y siguen explotando a los seres humanos en su beneficio, manteniendo sistemas absolutamente injustos e inhumanos.
La libertad de opinión es por lo tanto también una gran responsabilidad, porque hay que saber que frecuentemente hay sistemas que la niegan de una u otra forma y sólo vemos los casos que “andan sobre el agua”, cuando lo que está sumergido puede ser mucho más nocivo.
La libertad de opinión debe ser ejercida con el máximo de responsabilidad y no a la ligera. Honestamente y en esto no ocultamos prendas, muchas veces hay opiniones que se publican o se difunden y se nos antojan casi ridículas, por su ligereza, por su banalidad, por su simplismo.
Sólo se nos ocurren respetables y dignas de ser tenidas en cuenta aquellas de quienes han sufrido la represión en carne propia y sólo las excepciones de quienes “versean” sobre su pérdida, sin haberla sufrido jamás, pero las conocen por casos cercanos.
A.R.D.
La libertad de opinión bien entendida
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