La Unesco declaró al tango Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, durante la cuarta reunión de expertos del Comité Intergubernamental que se realiza en los Emiratos Arabes. La candidatura fue presentada en conjunto por Buenos Aires y Montevideo al considerar al tango como una de las principales manifestaciones de la identidad de los habitantes rioplatenses, informó el gobierno porteño.
Desde Abu Dhabi, el ministro de Cultura porteño, Hernán Lombardi, dijo que «esta proclamación significa un reconocimiento y a la vez un compromiso para seguir fomentando la difusión del tango en sus diferentes estilos y estimulando la producción a través de concursos de música, canto, baile y poesía».
La declaración para la salvaguardia del patrimonio cultural inmaterial del género se dio a conocer este miércoles ante la presencia de 400 delegados de todo el mundo reunidos en los Emiratos Arabes.
El documento había sido presentado ante la UNESCO en octubre de 2008 e incluido para su evaluación, mientras que en marzo último pasó la aprobación de los expertos externos.
Esa fue la noticia que llegó al Río de la Plata esta semana.
En estos tiempos en que prolifera el individualismo, en que es mucho más fácil caer en la defensa de intereses propios, pisoteando los de los demás y dejando de lado lo que sea justicia para ver sólo lo nuestro, el tango nos acaba de dar una gran lección en el plano internacional.
La declaración del tango como patrimonio inmaterial del Río de la Plata nos muestra la senda de lo que realmente debería de considerarse por encima y antes que cualquier otro interés.
La presentación en conjunto de esta aspiración por parte de Uruguay y Argentina, terminando con la falacia, del “tango uruguayo” y el “tango argentino”, para referirse a lo que ha sido y es sólo uno, ha sido lo mejor que nos ha sucedido en los últimos tiempos.
Quizás esta senda fue marcada por los grandes tangueros mismos, porque más allá del lugar de nacimiento de Gardel, que hoy pocos se animan a seguir discutiendo, los uruguayos no podemos ignorar que Gardel llegó a ser Gardel porque se fue a la Argentina y allí se hizo grande. Lo mismo tendríamos que decir de Julio Sosa y en otros planos de Francescoli, del propio Diego Forlán, que han brillado en el mundo, pero aunque uruguayos, su formación principal la recibieron del otro lado del río.
Y al decir esto no cedemos un ápice de nuestro legítimo orgullo de ser uruguayos, tan uruguayos como ellos, pero decimos que ya no es tiempo de encerrarse en nacionalismos irracionales, tercos y sin sentido, sino de razonar con un sentido de justicia.
No es tiempo de volar puente, ni siquiera de bloquearlos, sino de tenderlos, como los tiende el tango.
¡Felicitaciones!, a quienes tuvieron la feliz idea de este planteamiento ante la UNESCP.
