Hay días muy difíciles, pero hay que luchar igual
Juan Carlos
Juan Carlos Dos Santos tiene 40 años y, desde hace una década, ocupa un lugar fijo en calle Artigas al 800. Allí, todos los días —llueva o truene— vende tarjetas de tarifado. Los vecinos lo conocen, lo saludan y lo respetan. Y él también forma parte del entramado invisible que hace a la vida de un barrio.
“Mi familia está compuesta por mi hermana, mis seis sobrinos y yo”, cuenta. Su voz transmite calma y una serenidad forjada a fuerza de rutinas y años en la calle.
Antes de vender tarifado, trabajaba en el citrus: “Me dedicaba a arrancar naranjas en Caputto, pero me cansé de la escalera y el bolsito todos los días. Dije: ‘voy a tomar otro rumbo’, y me dediqué a esto”.
Su rincón en Artigas es más que un puesto de trabajo. Es un punto de encuentro, una esquina con historia. “Siempre estoy ubicado en el mismo lugar. Todos los vecinos ya me conocen y todos me respetan. Soy muy compañero de todos”, dice con orgullo.
El trabajo, sin embargo, no siempre alcanza. “No vivo solamente de esto. También hago alguna changuita que sale a veces y ahí la voy llevando”, confiesa. Y aunque no todos los días son buenos, nunca deja de ir: “Los días que llueve tengo que venir igual a laburar. Hay días muy difíciles, pero hay que luchar igual”.
Entre anécdotas y recuerdos, destaca una historia que aún espera su desenlace. “Un compañero una vez llegó acá y me dijo ‘tengo una plata para cobrar y te voy a llevar conmigo para una estancia’. Todavía no le ha salido la plata, pero calculo que el hombre es de palabra, me dijo que va a venir a buscarme.”
También hay momentos de tristeza. Uno en particular quedó marcado: “El día que me enteré de que falleció mi mejor amigo, que era de la casa de enfrente de acá”.
Incluso en Semana Santa —o Semana de Turismo, como se la conoce también—, Juan Carlos no falta: “Es como una semana normal. Sin niños, sin ruidos, está tranquila la calle, pero hay que estar igual, porque nosotros dependemos de esto”.
