«Estoy bien. En sala intermedia y en las mejores manos, aunque con más cables que la UTE jaja. Gracias a todos por los mensajes de aliento; me redujeron las horas de celular por lo que es imposible responder todos. Con el apoyo de ustedes y mi familia saldremos adelante. ¡Viviiiiir! La gente quiere vivir»
ALBERTO SONSOL (escrito desde el Hospital el 17 de marzo)

ucede que yo lo quería a Sonsol. ¿Qué quiere que le diga? Verdaderamente, yo lo quería a Alberto Sonsol. Y no lo digo por esa inclinación que algunos a veces tienen de poco menos que idolatrar a quien muere, por esa tendencia casi hipócrita muchas veces, o hipócrita directamente, de convencerse que el cementerio está lleno de imprescindibles. Al revés, si quisiera sumarme a esa cadena de falsedades que parece tan de moda, quizás debería decir lo contrario: que no me gustaba ni como relataba, ni su forma de conducir programas, y bla bla bla…pero que lamento la pérdida porque es ante todo un ser humano, y una vida que se perdió, y que hay una familia con mucho dolor y bla bla bla… Pero no, simplemente digo que, en mi caso, esta muerte duele porque yo lo quería a Sonsol, y me gustaba ver sus programas (aún para discrepar con él en algunas cosas) y me gustaba escucharlo.
La vida enseña, me parece, que no hay imprescindibles. Hay personas valiosas, hay personas queribles, y personas queridas. Yo lo que digo de Alberto Sonsol, lo digo simplemente, ya lo dije dos o tres veces en las líneas anteriores, porque lo quería. Y eso, por todo lo que encierra, me evitaría –creo- tener que decir -aunque siento que debo decirlo- que en realidad siempre me cayó bien, y admiré entre tantas virtudes suyas, la pasión que entregaba cada vez que se ubicaba ante un micrófono. Es más, en el relato del básquetbol por ejemplo, al menos quien esto escribe no recuerda haber oído un relator más apasionado y con más capacidad para transmitir al oyente esa pasión. Está bueno en este sentido leer lo que ha dicho gente que sabe más del tema, como los mismos periodistas deportivos. El cronista deportivo de EL PUEBLO Eleazar Silva escribió:
«Y de lo que no hay dudas: fue un «relatorazo» en el básquetbol. Impuso el estilo-Sonsol. No es fácil imponer un estilo. Pero lo logró, al amparo de su característica más infalible y generosa: la de su propia pasión. ¿Alguien más pasional que Sonsol en esa materia? Y no. Pero no solo el relato. También la guadaña de la crítica sin anestesia, contrariando al compañero que se le plantara en la opinión opuesta. ¿Qué fue lo notable de Sonsol?: la autenticidad casi pintoresca. Sus calenturas frente a más de una injusticia. Con los tapones de punta para sostener el juicio y despegarse de los que especulan o padecen el azote del miedo sobre sus expuestas y frágiles espaldas. Sonsol solía salir a campo traviesa. Aún a riesgo de quedar expuesto. Pero no fue de los que se calló. Y más de una vez se la tiró contra el poder de turno. Con el poder que fuese…».

Y vaya que hoy en día hace falta gente apasionada, gente que muestre lo que piensa y se juegue por ello. Eso es ser auténtico. En tiempos de figuras públicas que más que mostrarse como son, siempre andan detrás de la pose más acartonada o repartiendo indiferencia ante todo, hace falta autenticidad y pasión. «En este tiempo descartable y sórdido… (como canta el gran Ignacio Copani), en este mundo hipócrita… en este tiempo bruto y maquiavélico, donde un billete es el remedio mágico»… Bueno, en este tiempo así, hacen falta más apasionados y más auténticos como Alberto Sonsol.
Y es por todo eso, porque lo quería, aún sin haberlo tratado jamás personalmente, que nunca pude emitir una crítica dura hacia él. Leí y escuché muchísimas críticas, fuertes cuestionamientos a su estilo, sobre todo desde que empezó a relatar fútbol en Tenfield. Había quienes le criticaban todo, ¡no le perdonaban una!, no le perdonaban ni una sola palabra en la que se equivocara. En cambio yo no podía criticarlo, y eso quizás no tiene explicación -porque sin dudas se le podría criticar cosas- o no tiene otra explicación al menos que el afecto, que de por sí es cosa compleja y difícil de explicar.
Sucede que yo a Sonsol lo seguía desde siempre, como seguramente muchos de los que hoy rondamos los cuarenta años. Lo seguía desde niño, cuando esperaba ansioso que llegaran los domingos de noche para mirar «La Hora de los Deportes», para verlo ahí junto al Dr. Alfredo Etchandi, junto a Julio César Gard (la «computadora humana» por cómo registraba estadísticas)… Vaya que hay nostalgia en todo eso: a Etchandi casi que ya no se lo ve, Gard ya partió, ahora también Alberto Sonsol. Hablo de la misma época en que a mediodía, después del almuerzo, solíamos mirar a Omar Gutiérrez (¿hubo alguien más auténtico en la televisión uruguaya en los últimos años?).
Y ahora que pienso, capaz más lo quise a Sonsol cuando supe que era hincha de Peñarol, porque también admiré su valentía; no es para cualquiera en el ámbito del periodismo deportivo, confesarse hincha de un equipo. Cómo olvidar aquella magnífica conducción de Sonsol, el 28 de marzo de 2016, en la inauguración del estadio Campeón del Siglo, y sobre todo aquel grito de gol de Morena, gol simbólico en aquella inauguración.
Esta muerte duele y seguirá doliendo entre quienes lo quisimos. Quizás podría ser consuelo pensar que la muerte hizo eterno el afecto que le tenía. Porque ya seguramente no podrá ocurrir nada que nos diferencie. Quiroga lo tenía muy claro: la locura y la muerte son los dos caminos más seguros para conservar el amor intacto.
Pero es imposible cerrar esta reflexión sin decir que Alberto Sonsol murió porque contrajo Covid 19, esta maldita peste que desde la China vino y se presentó ante nosotros hace ya más de un año, pero que no terminamos nunca de conocer.
Entonces, el consuelo que yo busco, el consuelo que yo quiero, es que esta muerte sirva (cuesta pensar que pueda servir una muerte), pero sí, que sirva para que tanto desconfiado que anda en la vuelta, diciendo tanto disparate, como que esta enfermedad poco menos que no existe, o que no hay que vacunarse, o tanto inconsciente que no respeta ninguna medida, entienda de una vez por todas, que es verdad que nos estamos jugando la vida.
Hay casos que parece que generan una buena reacción y hacen que nos cuidemos más, pero ¿tiene que seguir muriendo gente para recién reaccionar como se debe? Nos referimos a casos como el del alcalde del Municipio CH de Montevideo, Andrés Abt, que falleció a los 47 años, o el del periodista artiguense Gabriel Couto (que falleció aquí, en Salto) a los 37 años…sumados ahora al de Sonsol. Son casos de «gente conocida», pero la cantidad de «gente conocida» (por la política, por el periodismo, etc.) que muere por Covid es mínimo en comparación con la cantidad de «gente común y corriente» que también muere por esta peste. ¿Así que tiene que seguir muriendo más gente y sobre todo que sea «gente conocida» para que nos cuidemos más? Increíble.
Vale la pena reiterarlo: aunque cueste pensar que una muerte pueda servir, ojalá sean estas dolorosas muertes, muertes que sirvan para salir una vez por todas de este caos, de dolor y de muerte. Porque en definitiva, aunque muchos no lo demuestren, siempre «la gente quiere vivir».
Contratapa por Jorge Pignataro