Desde la víspera, luce nuevamente la estatua de Luis Suárez, en la esquina de Uruguay y Amorim. Después de ser vandalizada, llegaría la hora de la restauración. La Intendencia anunció el hecho, para que los medios periodísticos al paso del día fueron sumándose al tiempo de la difusión.

Sobre todo a partir del informe de la Intendencia, la legión de lectores (¡faltaba más!) invadió la página a manera de repercusión.
«El retorno de la estatua» en buena medida, volvió a dividir las aguas. En no pocos casos, el ácido contenido de la crítica. Por ejemplo, que «se parece cada vez menos a Suárez», «que está más delgado», «que más se parece a Valverde y a Gardel que a Suárez».
El existente cintillo político también, aludiendo a que las prioridades «debe ser otras y no colocar una estatua de alguien que no siente el menor afecto por Salto», mientras acuden a la cita «los pro Cavani», reclamando una estatua para el actual jugador de Valencia de España, «porque que se lo está marginando a quien sí quiere a Salto y no como el otro».
No hay caso con las redes sociales. A través de ellas, se elogia o se pulveriza. El reinado del equilibrio, casi fatalmente al margen.
A mansalva: es blanco o negro.
No queda menos que reconocer que al gris, el viento se lo llevó.
La estatua de Suárez….bien que lo sabe. Y puede dar fe.
-ELEAZAR JOSÉ SILVA-
