Mañana las calles de la ciudad volverán a poblarse de túnicas blancas.
A pesar de tratarse de una cosa sencilla, esta actividad genera cierta preocupación de los padres de los niños que quieren ver quien es la maestra, quienes son los compañeros de clase y todos los detalles restantes.
Esto es un indicio de preocupación, aspecto que es muy positivo, pero en realidad, el centro de nuestra preocupación debería de estar depositado en otros aspectos.
Comenzando por nuestra responsabilidad. La educación de los hijos comienza desde que éstos nacen. Poco a poco se van formando los hábitos y también se pueden ir deformando algunas cuestiones.
En materia de alimentación, existe un tema muy actual y muy grave, al que no vemos que se le adjudique la importancia que tiene. Los alimentos disecados, ya sea papas fritas u otros similares, conservados en una alta dosis de sal, son tremendamente nocivos para la salud, según se afirma en fuentes médicas.
Se menciona su consumo como una de las principales causas de la obesidad en los niños, además de otros desarreglos que les acarrean problemas de salud a temprana edad.
Sabemos que en algunas escuelas no permiten su consumo, pero vemos que igual los niños los llevan y comen a escondidas o lo hacen antes de ingresar o al salir de la escuela y esto es absoluta responsabilidad de los padres.
En la misma línea de valores elementales, los primeros que debe recibir el niño. Si observa que sus padres discuten y se violentan todo el tiempo, tiene grandes posibilidades de adoptar igual conducta, de irritarse y reaccionar violentamente ante el menor contratiempo.
En cuanto a otros valores tan importantes como éstos, la solidaridad, por ejemplo, si en el seno familiar sólo escucha preocupaciones relacionadas al consumismo, al materialismo y al afán de tener cuanto antes más y mejores bienes, seguramente estamos cultivando un niño que aprenderá esta misma forma de vida, dejando de lado la solidaridad y el compromiso social, para tratar de obtener el beneficio individual, aún cuando a su lado todos lo sufran.
Sepamos que mal que nos pese los niños comienzan a educarse en casa, en el seno familiar. Existen pruebas, por ejemplo de que los niños cuyos padres les dedican tiempo y paciencia para leerles cuentos, van tomándole el gusto a la lectura, disfrutando de ella y tienen importantes ventajas a la hora de estudiar y adquirir conocimientos.
No ignoramos las dificultades emanadas de la vida moderna, en la que muchos padres están «obligados» a trabajar ambos para hacer frente a las obligaciones de un nivel de vida decoroso, pero a la hora de valorar estos aspectos, por lo menos cuando se discuten instancias educativas, deberíamos de poner más pasión en su planteamiento.
En caso contrario, no nos quejemos. Nunca cambiaremos el rumbo de las cosas, porque la formación que estamos dando a las futuras generaciones es sólo una profundización de la deformación actual.
