Porque fue a los 18′ del segundo tiempo, en que Ferro Carril llegó al descuento a través de Javier Vargas. El «Toti» llegó desde Florida para decidir por primera vez en un partido oficial y al cabo termina siendo la expresión individual más rescatable de un equipo a media luz. Porque Ferro fue un equipo a media luz. Hasta que ese gol pareció ser factor de recomposición anímica, pero también futbolística.
Era el 2 a 1 y restaba tiempo.

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¿En qué medida posible, Ferro distancíándose de la versión destemplada? ¿A partir de qué factores producir una reacción que implicara llegar al empate?
El hecho es que fue ilusión fugaz. Por eso la amenaza de empate, finalmente se volvió inconclusa, pese a que en los minutos finales se jugó a cara o cruz y entre Germán Rivas y Andrés Rondán enhebraron una maniobra que hasta pudo terminar en gol.
Pero fue eso. Escasamente eso.Ocurre que a Ferro le encontró siempre encontrar el partido. Tuvo más que pelearlo que jugarlo, porque al minuto San Eugenio se colocó arriba y desde ese arriba lo fue mirando a un Ferro fácilmente desnorteado en los minutos siguientes. Recién en los 38′ la chance albinegra, cuando el centro llegó desde la derecha y Javier Vargas metió un frentazo, abajo y contra el palo, para que el golero Brandón desviara. Manual de vuelo, para sacar una pelota neta de gol.
LA SOLUCIÓN A LA DERIVA
A Ferro le faltó planes de salida y llegada. Las tuvo ocasionalmente, sin que Confalonieri y Fagúndez sumaran y no por nada la soledad de Vargas para acentuarse.
Por los 41′ Alejandro González localizó la pelota por el medio, tras el desborde de Edy Bueno. Definió notable, después de amortiguarla y entrarle a esa pelota con justeza de la buena.
El 2 a 0. No era lapidario. Pero a Ferro lo sacó de caja y lo expuso a la intemperie.
Las variantes en el segundo tiempo. Razón de búsqueda, pero sin que el funcionamiento sostuviera la evolución misma. Por eso San Eugenio fue maquinando el negocio, pero también con la receta del apto en los momentos justos. El gol de Vargas lo aprentó por algunos minutos, pero después se volvió liberación, hasta ser ganador sicólogico, ante ese Ferro de la duda permanente. No fue fácil reconocer a Ferro.
El de la lejanía. Sin saber el cómo y sin descubrir el cuándo. El gol llegó y encendió alguna fe postergada. Pero la realidad demasiado quemante y la amenaza, definitivamente inconclusa.