Hoy por: Jorge Pignataro
Un bastión de la intelectualidad europea
La “Residencia de Estudiantes” de Madrid se fundó en el año 1910 con la idea de ser un complemento de la Universidad, a la que llegaban estudiantes de varias ciudades. El pasaje por sus habitaciones de figuras emblemáticas de la literatura española, especialmente de la llamada Generación del 27, en la que fue un punto altísimo Federico García Lorca, le otorga a esta casa la condición de monumento insoslayable en la historia del arte europeo. Días pasados regresó de Europa el escritor salteño Leonardo Garet, quien además de presentar un libro suyo en Roma, estuvo en Madrid, conoció “la Residencia” y nos proporcionó un valioso material sobre el tema. En él nos basamos para el presente informe.
Conocer la historia de la “Residencia de Estudiantes” así como aspectos de su vida interna, es casi ineludible si se pretende ahondar en el conocimiento de algunos de los artistas más importantes de España. Su patio, dice Alberto Jiménez Fraud en una obra de 1948, “era llamado por algunos el Jardín de los Poetas, pues al recuerdo de Juan Ramón se añadió luego la presencia de Moreno Villa, García Lorca y Emilio Prados, las visitas frecuentes de Antonio Machado, el paso de Claudel, Valéry, Eugenio de Castro, Max Jacob, Lopes Vieira, Alfonso Reyes, Valle Inclán, Salinas…”. A esta notable lista podría agregarse los nombres de Salvador Dalí o del director de cine Luis Buñuel, que también se vincularon con esta casa, nacida de la idea del pensador y pedagogo Francisco Giner de los Ríos, fundador además, años antes, de la Institución Libre de Enseñanza.
Cinco pabellones conformaban la Residencia. Los Pabellones Gemelos estaban completamente destinados a habitaciones, pero también había residentes viviendo en el Pabellón Central, donde además había un salón de actos, comedor, dirección, etc. En un pabellón conocido como Transatlántico, junto a las habitaciones se ubicaban laboratorios científicos.
El objetivo era proporcionar un lugar cómodo aunque sin lujos. Se tuvo en cuenta para su construcción que contara con buena ventilación e ingreso de abundante luz solar. Mas allá de tertulias y juegos, que por supuesto existían, las habitaciones estaban pensadas para que cada uno pudiera, en soledad, desarrollar su trabajo. “Las noches son de un silencio absoluto. En un cuarto se hace medicina; en otro, cálculo infinitesimal; en otro, legislación; en otro, historia; en otro, caminos, puentes, hacia la eternidad, versos”, dejó escrito José Moreno Villa.
Como es normal que ocurra en toda residencia donde quienes se hospedan pasan un tiempo considerable, las habitaciones fueron poco a poco personalizadas por los residentes. Así, García Lorca colgó en su cuarto el cuadro “Naturaleza muerta”, como también “La botella de ron”, que le regaló Salvador Dalí, y revistió las paredes con un papel que combinaba con la colcha de la cama. En la habitación de José Moreno Villa, los libros convivían con su caballete de pintor, sus lienzos, pinturas y tarros de aguarrás y aceite. Juan Vicens tenía en la suya colecciones de objetos extraños.
Parte de la Residencia.
G. Lorca en la Residencia, con un disfraz.
Testimonio de García Lorca
En varias cartas destinadas a sus padres, el poeta Federico García Lorca les contaba acerca de la Residencia. Por ejemplo en estas:
Carta fechada 6 de abril de 1920: “Queridísimos padres: Heme aquí hecho un gran trabajador hasta el punto que no salgo de la Residencia sino lo preciso, lee que te lee, y cuanto más leo más alegría me entra y más ganas de hacer cosas nuevas. Ahora es cuando plenamente me siento bien, perfectamente bien”.
Carta fechada 24 de febrero de 1923: “En la Residencia estamos de primera, vivimos juntos en un cuarto muy bien soleado y yo estoy contentísimo porque entre otras cosas disponemos de una biblioteca espléndida donde me he de poner a estudiar en firme una vez pasados estos primeros días de tanteo, orientación y ver cosas desconocidas”.
Carta fechada 9 de marzo de 1923: “Queridísimos padres: estamos divinamente en la Residencia y ya veis qué suerte tan grande hemos tenido. En Madrid no se puede vivir en otro sitio (…). Anteanoche estuvieron en mi cuarto oyéndome leer (Enrique) Diez Canedo y todos los poetas jóvenes de Madrid (…”).
Otros testimonios
Alfonso Reyes: “La Residencia es morada de estudiantes en paz, aseada casa con comodidad de baños abundantes, conforte de calefacción y chimeneas, salones de conferencias y bibliotecas. ¡Oxford y Cambridge en Madrid!”.
Salvador Dalí, en 1942: “Un día en que me hallaba fuera, la camarera había dejado mi puerta abierta, y Pepín Bello vio, al pasar, mis dos pinturas cubistas. No pudo esperar a divulgar tal descubrimiento a los miembros del grupo. Estos me conocían de vista y aún me hacían blanco de su cáustico humor”.
Rafael Alberti, en 1945: “Casi una celda alegre clara. Cuatro paredes blancas desprovistas. A lo más, un dibujillo a línea de Dalí, recién fijado sobre la cama del residente de aquel cuarto. ¿Una celda? Quizás más bien una pequeña jaula suspensa de dos adelfas rosados, abrazada de madreselvas piadosas, vigiladas por largos chopos tembladores, hundido el ancho pie en el canalillo de Lozoya. Y todo al alcance de la mano: flor, árbol, cielo, agua, la serranía sola, azul, el Guadarrama ya sin nieve”.
La recreación del año 2010
El pasado año, para conmemorar el centenario de la fundación de la Residencia, se recreó el ambiente en una habitación. Para ello, se tomaron objetos que verdaderamente pertenecieron al lugar en su momento de auge y se fabricaron especialmente otros. Todo fue ubicado como podría haber sido dejado por aquellos “residentes ilustres”.
