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uando comienza a sentirse el fragor de las contiendas electorales, aún cuando sean internas, vale decir que no se compita fuera de cada partido, son muchos los aspectos que “se desatan”, que adquieren mayor importancia y especialmente surge una especie de “hipersensibilidad” hacia todo lo que se dice, se informa o incluso se omite, porque en todo suelen verse “intenciones políticas”..
En una palabra la vida cotidiana es “sacudida” por esta visión y son pocos o casi ningún político se muestra dispuesto a respetar y admitir la existencia del periodismo independiente, de los medios que procuran informar los mas “objetivamente” posible.
Es que pocos entienden que siempre hay intereses tras las acciones humanas. El interés político expresamente pretende siempre “arrimar fuego a fogón”, y por lo tanto restarle a los demás. Cuando entienden o creen entender lo contrario, acusan a diestra y siniestra. Dan a entender que la función periodística debe limitarse a “trasmitir”, lo que ellos digan, sin analizar y menos opinar al respecto.
En este contexto, lo que escuchamos es siempre “los grandes planes” y las mas altruistas intenciones de todos ellos, pero pocos, muy pocos son los que explican “como” lo harían y quienes.
Dicho esto sin ignorar que hay medios y periodistas, o como prefieren llamarse muchas veces “comunicadores” que muestran tendencias inocultables.
Entendámonos bien, no tenemos absolutamente nada contra quienes fuera del medio de comunicación en el que se desempeñan, asumen tal o cual idea política. Es más, si manejan una columna de opinión bajo su firma y responsabilidad, están en todo su derecho de expresarse y expresar su opinión personal y por lo tanto jamás asumiremos otra posición que no sea la del debido respeto hacia la persona y el periodista.
El gran desafío, tanto de los medios, como del periodista en particular en estos casos, es precisamente no permitir que sus propias ideas, políticas, religiosas, filosóficas o similares, contaminen la información y aquí hay que saber distinguir entre información (que no debe ser manipulada ni “torcida”, y la opinión que obviamente debe ser libre y personal.
La legitimidad en este sentido sólo la puede dar el público, lector, oyente o televidente que es quien evaluará y sacará sus propias conclusiones.
Esto es lo que debe entenderse y defenderse a cualquier precio.
Cuando comienza a sentirse el fragor de las contiendas electorales, aún cuando sean internas, vale decir que no se compita fuera de cada partido, son muchos los aspectos que “se desatan”, que adquieren mayor importancia y especialmente surge una especie de “hipersensibilidad” hacia todo lo que se dice, se informa o incluso se omite, porque en todo suelen verse “intenciones políticas”..
En una palabra la vida cotidiana es “sacudida” por esta visión y son pocos o casi ningún político se muestra dispuesto a respetar y admitir la existencia del periodismo independiente, de los medios que procuran informar los mas “objetivamente” posible.
Es que pocos entienden que siempre hay intereses tras las acciones humanas. El interés político expresamente pretende siempre “arrimar fuego a fogón”, y por lo tanto restarle a los demás. Cuando entienden o creen entender lo contrario, acusan a diestra y siniestra. Dan a entender que la función periodística debe limitarse a “trasmitir”, lo que ellos digan, sin analizar y menos opinar al respecto.
En este contexto, lo que escuchamos es siempre “los grandes planes” y las mas altruistas intenciones de todos ellos, pero pocos, muy pocos son los que explican “como” lo harían y quienes.
Dicho esto sin ignorar que hay medios y periodistas, o como prefieren llamarse muchas veces “comunicadores” que muestran tendencias inocultables.
Entendámonos bien, no tenemos absolutamente nada contra quienes fuera del medio de comunicación en el que se desempeñan, asumen tal o cual idea política. Es más, si manejan una columna de opinión bajo su firma y responsabilidad, están en todo su derecho de expresarse y expresar su opinión personal y por lo tanto jamás asumiremos otra posición que no sea la del debido respeto hacia la persona y el periodista.
El gran desafío, tanto de los medios, como del periodista en particular en estos casos, es precisamente no permitir que sus propias ideas, políticas, religiosas, filosóficas o similares, contaminen la información y aquí hay que saber distinguir entre información (que no debe ser manipulada ni “torcida”, y la opinión que obviamente debe ser libre y personal.
La legitimidad en este sentido sólo la puede dar el público, lector, oyente o televidente que es quien evaluará y sacará sus propias conclusiones.
Esto es lo que debe entenderse y defenderse a cualquier precio.
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