Cuando oímos que julio ha sido declarado por parte de varios países que integran la comunidad internacional “mes sin plástico”, nos reconfortó que la iniciativa surgida en Australia, vaya teniendo cada vez más adeptos.
Es que los plásticos, para denominarlos con el término más popular y conocido, siguen sin ser tomados con la debida seriedad y la contaminación que provocan constituye una amenaza latente.
Pero la mayor amenaza no es la existencia de los mismos, ni su descarte en cualquier lugar, sino el abuso que estamos haciendo de los mismos. Siendo un material barato e higiénico, el uso de los mismos se ha transformado en notorio abuso. Para ejemplificar, basta señalar que lo habitual es que si uno compra una empanada, una porción de torta de verduras conocida como “pascualina”, o un alimento similar usualmente se lo dan en una bandeja de “espumaplast” uno de los tantos productos plásticos que usamos y desechamos.
Más aún cuando en los comedores escolares vemos que también allí se utilizan muchas veces las denominadas “bandejas” también de plástico y que también usamos y tiramos, nos corre un escozor, sabiendo que esas bandejas o las micro partículas que ocasionan estarán en el ambiente, agua, arena, tierra o aire 400 o 500 años esto sin tener en cuenta el daño para la salud humana que provocan.
¿A quién le importa en estos momentos que haya varias islas de plástico en los océanos?. Total no se ven y la inmensidad de los océanos los mantiene alejados de nosotros.
Pero basta con acercarse a cualquier curso de agua luego de una lluvia abundante o una crecida para tener idea de las consecuencias de nuestro abandono.
Quienes tuvimos el placer de conocer los cursos de agua límpidos, cuando no existían los plásticos, ni mucho menos los residuos químicos que hoy constituyen una gran amenaza para el ambiente, porque han matado toda la vida animal y vegetal, sabemos que las consecuencias serán nefastas.
Felizmente el mundo va tomando conciencia. Existen numerosas instituciones que se dedican a ilustrar esta realidad y a enseñar que podemos hacer, por lo menos para atenuar las consecuencias de esta gran amenaza, porque sería utópico pensar en detenerla o revertirla en estos momentos, cuando la conducta cultural de la población mundial parece muy lejos de ello.
La cuestión es lo que dijimos días pasados en estas columnas. Si nosotros los consumidores nos unimos y asumimos nuestra responsabilidad, exigiendo que no se usen o no se abuse al menos de los plásticos, podemos al menos enlentecer la amenaza.
A.R.D.
Julio y un gran desafío: que sea mes sin plástico
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