Las mujeres delante y detrás del mostrador
Para un oficinista o empleada común, le puede resultar inconcebible el trabajar expuesto a las inclemencias del tiempo, lo que para las vendedoras ambulantes es todo lo contrario, porque no se imaginan hacer su labor entre cuatro paredes.
Quisimos conocer brevemente ese pequeño gran universo de las mujeres trabajadoras, las están al frente de un negocio tradicional y aquellas que con valor, deben enfrentar a diario las inclemencias del tiempo y hacerse fuertes dentro de su vulnerabilidad, porque para ejercer la venta callejera hay que tener especial cintura.
Las mujeres que están delante o detrás de un mostrador se hacen entendidas de cada código de comunicación y buscan un constante equilibrio, que les permite salir airosas y crecer en sus emprendimientos.
Marisol (27) y Adela (33) son dos hermanas que desde hace tiempo se dedican a la tarea de atención al público y ya han cosechado cierta experiencia en lo que concierne al trato con el público.
“Una se va creando un pequeño escudo… nunca sabemos con qué ánimos entra al negocio cada persona, si va a ser amable, si va a tratarnos con respeto o no… pero a veces basta con ver su primera expresión” – dijo una de las vendedoras.
Sostienen que un cincuenta por ciento de las personas son cordiales, pero el otro cincuenta por ciento pertenece al grupo de los maleducados, apurados, malhumorados “que no se percatan que quienes los están atendiendo también son seres humanos y no pueden hacer todo al mismo tiempo”.
No obstante, la receta para contrarrestar el clima de tensión es siempre tener una sonrisa y no perder la compostura.
Al recibir una actitud diferente, los clientes bajan un cambio, en ocasiones recapacitan y hasta piden disculpas.
“LAS MUJERES SIGUEN
EXPERIMENTANDO
VULNERABILIDADES EN LO
LABORAL FRENTE A
LA SOCIEDAD MACHISTA”
La sensación es que aún no se ha evolucionado lo suficiente a nivel de la sociedad, para entender que una mujer tiene las mismas facultades a la hora de tomar decisiones frente a un negocio.
Algunos proveedores actúan con cierto autoritarismo, que no lo tendrían en el caso de ser un hombre el que está del otro lado del mostrador.
El trabajar con público brinda un cúmulo de experiencias que permiten llegar a la esencia humana.
“Hace poco llegó un señor que a la semana de conocerlo, supimos que había fallecido.
Se acercó un día a conversar y a contarnos acerca de sus viajes por el mundo”.
Muchas personas suelen acercarse a las vendedoras, no solamente con el afán de adquirir un servicio, sino de ser escuchados, de compartir historias, de pedir algún consejo o simplemente desahogarse.
CUANDO EL TRABAJO DE
VENTA ES A LA INTEMPERIE
“Se me hizo costumbre trabajar al aire libre… reconozco que bajo las órdenes de un patrón, no podría trabajar… soy demasiado autónoma.
El trabajo es mío y lo manejo… me costó mucho… comencé con una mesita, donde exhibía un paño con artesanías y con el tiempo fui haciendo trabajos de calado, macramé e incorporé otros artículos.
Fuimos creciendo en el trabajo y como personas”.
La calle es una universidad extraña en donde hay que aprender a convivir con todo tipo de corrientes y hacerse respetar es una acción impostergable, sobre todo cuando se es mujer.
“La gente trata mal… está como exaltada… se ha perdido el respeto… se percibe como una especie de enojo colectivo… se ha dejado de lado el amor al prójimo” – dijo con un dejo de desazón.
– ¿Siente que ha sabido ganarse un lugar?
– “Creo que sí… pero me ha costado muchas discusiones… invasiones.
Haga frío, calor, viento o lluvia… estoy. Y para ello pagué el derecho de piso”.
Su trabajo le ha dado la posibilidad de comunicarse con mundos distintos, porque cada persona es un universo a descubrir.
Señala que las mismas horas de trabajo que cumple, trabajan mujeres muy mayores que ya deberían estar cesados de su actividad y dedicarse a descansar los años que les resta.
Injustamente, deben seguir trabajando porque lo que ganan de jubilación no les permite subsistir.
Lucrecia se pregunta cómo será su vida dentro de un par de décadas, cuando ya no sea tan fácil aguantar los crudos embates del clima.
La calle también estresa y desgasta, máxime cuando se trata con el público.
Tal vez hoy mismo, apronte su mercadería y pertenencias y parta con su familia a uno de los lugares más paradisíacos de nuestro país: las playas de Rocha.
“Lo que me hace aún más feliz es que me voy con mis hijos, que aman la playa” –
– A un paso de poner el pie en el estribo ¿Nos regalaría un mensaje?
– “Para las mujeres… que deben decidirse a salir adelante… despojarse de toda atadura… si las cosas están difíciles, mañana va a ser diferente.
Lucrecia hoy se va a olvidar si vendió mucho o poco, va a tomar sus cosas y dar rienda suelta a su espíritu viajero… a un lugar que es diferente a todos y está dentro de cada uno de nosotros… la oportunidad de sentirnos libres de verdad y hacer lo que nos gusta y dignifica.
RESEÑA HISTÓRICA
Remontándonos a los años de 1545, aparecieron las primeras vendedoras ambulantes, siendo la mayoría de ellas mujeres, dándole una característica a este sector de trabajadores en el mundo hasta la fecha.
Es así que en esa época aparecieron los primeras vendedoras ambulantes en la plaza de armas de Lima y alrededores.
Siendo siempre la mayoría de ellas mujeres, quienes fueron reprimidas y prohibidas de ejercer el comercio ambulatorio bajo pena de cárcel; ante esos abusos y medidas arbitrarias se organizaban y luchaban de manera conjunta y espontánea, logrando que las autoridades aceptaran el ejercicio legal del comercio ambulatorio, a cambio de pagar una sisa como un tributo a la Corona Española.
Así pasaron más de 450 años, a veces con represiones injustas donde siempre las mujeres fueron las principales víctimas.
En los años 70 surgieron los primeros brotes de protestas ya organizadas, las autodefensas físicas y legales.
