Porque en el primer tiempo, Saladero se mandó un partido bárbaro y no le faltó explosión. No le importó tanto el gol de Confalonieri a los 4′ con ese frentazo que se fue al gol, porque la reacción se hizo plena y fue mandamás en el trámite con las luces de Barrientos y los asociados de mitad de cancha para arriba.
Y si a los 19′ José Luis Píriz metió un golazo fue porque al equipo de Alejandro Irigoyen no le faltó sentido clave en una dirección: asaltar desde la sorpresa el bloque defensivo rival, y someterlo al rigor de las desarticulaciones.
Hasta Ferro hizo agua y tambaleó.
El bombazo de «Chirola» fue para recuadrar.
Pegada, potencia, dirección. Lo conjugó todo y el estallido en la red de Fleitas.
La dinámica de ese primer tiempo-.Transición sin estacionamientos.
El «Toti» Vargas metió un frentazo que pudo ser gol. Cavanna no dejó de querer y Denis Ferreira fue complicando.
¿Cómo no valorar ese primer tiempo del ida y vuelta? Hasta el gol de Nicolás Cáceres a los 45′. El tiro libre desde la derecha, la aparición del lateral y la decisión, para que la pelota surcara el área y se metiera sobre el segundo palo. A la medida del impacto sicológico.
Porque ese gol sacudió a Saladero. Lo hizo flaquear en el equilibrio emocional.
Por eso ya en el segundo tiempo, las dudas se plantearon y las correcciones fueron ocasionales en Saladero. En ese segundo tiempo del Ferro Carril de la refrescante versión, de tan solo jugar.
Porque sucede que Ferro no metió desde la entereza, JUGÓ DESDE EL VALOR DE LA INTELIGENCIA COLECTIVA, para que el anticipo fuese bandera y la búsqueda de espacios libres, una cuestión básica.
Saladero se destempló. Perdió la línea argumental y Ferro de cada salida construida, la perspectiva del gol amaneciendo.
Hasta que llegó el tercero de la franja y primero de Vargas.
En los 29′, con el «Toti» cantando el cuaterno, reflejo de un repertorio jugoso, vital, pleno. Confalonieri fue eje de mecánica y Vargas un azote salvaje.
Una bestia libre al acecho, con esa potencialidad aérea que inspira la valoración misma.
Saladero fue haciendo abandono de razones y se quedó a media luz.
No dejó de buscar, para que su dignidad entregase la última gota, aunque ya lejos, distante, de ese primer tiempo de la generosa expresión y con «Chirola» Píriz, mandándose el gol de su vida.
Ferro ganó, con su lógica impuesta. La lógica de su continuidad, ensamble y eficacia. Elevó la cuenta a 4 puntos.
La eliminación de Saladero, ya de toda chance.
El Ferro Carril del protagonismo que es real. De los goles y el contenido.
Ahí está la receta. O la versión querida.
Por aquello de la mística. O por aquello de la historia.
-ELEAZAR JOSÉ SILVA-
