El 12 de enero de un año que no recuerdo, pero debe hacer fácilmente más de veinte, jugaban Uruguay y Argentina en el Estadio Centenario. Por la fecha, eran muchos los argentinos que estaban de vacaciones en nuestro país, por lo que se esperaba una verdadera multitud en ambas hinchadas. Las medidas de seguridad que se anunciaban eran impresionantes. Y el 28 de diciembre, es decir unas dos semanas antes, un importante diario de Montevideo anunció que se iba a construir una imponente muralla de hormigón armado, dentro de una de las tribunas, para separar las parcialidades. Gran revuelo se armó, que solo pudieron aclarar quienes habían leído la letra chica al final de la noticia: “Que la inocencia les valga”.
Unos años antes, otro diario anunció que la Represa de Salto Grande había colapsado y que por lo tanto, pronto las ciudades de Salto y Concordia quedarían casi en su totalidad bajo agua. La noticia era breve y casi enseguida aparecía el clásico «Que la inocencia les valga a nuestros lectores». Claro, no podía ser muy extensa antes de la aclaración, no fuera cosa que alguien sufriera un infarto por el susto o saliera disparando quien sabe con qué rumbo. (Aquí debemos abrir este paréntesis para aclarar que la noticia se refería a un colapso literalmente hablando, no como metáfora del colapso que en verdad vino años después, con los actos de clientelismo y corrupción más grandes en la historia de ese organismo, que ya todos conocemos).
Otro ejemplo de esas bromas emblemáticas que se hicieron masivamente en Uruguay, lo encontramos cuando un medio de comunicación escrito (y rápidamente lo replicaron radios y canales de televisión) informó que una rotura de gran magnitud en una parte del sistema cloacal de Montevideo, implicaría que de inmediato la materia fecal comenzaría a recorrer las calles de gran parte de la ciudad. El susto fue grande. Y grande también el trabajo que luego tuvieron que hacer los mismos comunicadores para explicar que todo había sido una broma en el marco del Día de los Inocentes.
Lo trágico
Dicho lo anterior y con eso demostrado ya que esta fecha, 28 de diciembre, ha sido siempre tomada con carácter jocoso, vale decir que EL PUEBLO se ha ocupado en otras oportunidades (sobre todo desde la página de Cultura), y hoy no podía dejar de hacerlo, de explicar que el origen del Día de los Inocentes es totalmente trágico, y entonces hay que remontarse a tiempos del Rey Herodes.
La fecha hace referencia a un histórico acontecimiento para la religión católica. Según se narra en el Antiguo Testamento, todo surge cuando el Rey Herodes I, “El Grande”, ordenó la matanza de todos los niños menores de 2 años que hubieran nacido en Belén.
Esta determinante decisión tenía como fin eliminar al Mesías y futuro rey de Israel, Jesús. El rey ambicioso de poder quiso asegurarse que nadie ocuparía su lugar y mandó a su ejército a asesinar a todos los recién nacidos. Por eso, desde la iglesia se los recuerda como «Santos inocentes».
Sin embargo, en el Evangelio de San Mateo explican que el Mesías ya había nacido en Jerusalén, el 25 de diciembre (fecha en la que se conmemora Navidad). La profecía anunciaba: «Cuando aparezca una nueva estrella en Israel, es que ha nacido un nuevo rey que reinará todas las naciones».
Unos reyes, llamados después Reyes Magos, atentos a la palabra decidieron viajar para conocer a Jesús, el niño que era arropado por la Virgen María y San José. A pesar de las indicaciones de Herodes, los visitantes no informaron dónde se encontraba y un ángel les advirtió que debían escapar. Fue allí cuando decidieron huir hacia Egipto y se salvaron del ejército.
A pesar de que la fecha recuerda la matanza de centenares de niños recién nacidos en la ciudad de Belén, año a año fue cambiando su forma de conmemorarla. Justamente, el surgimiento de las bromas por el Día de los Inocentes deviene de la «burla» que hicieron San José y Jesús para escapar del rey Herodes.
En la literatura
En la ficción propia de la literatura, no está de más recordar que una de las más notables recreaciones de estos episodios, se puede leer en la novela “El Evangelio según Jesucristo”, del portugués José Saramago.
La obra es del año 1991 y recrea, con una buena carga de ficción (evidentemente se trata de una obra literaria y no de un libro de Historia) gran parte de la vida de Jesús, apuntando básicamente a presentarlo en su parte más humana (fruto de una relación sexual entre María y José, protagonista de una relación amorosa y sexual con María Magdalena, etc.), aunque existen en la novela elementos sobrenaturales. Respecto a “la matanza de los inocentes”, la novela de Saramago deja entrever la culpa de José, y también del propio Jesús, por la tragedia. De alguna manera se deja ver cierta acusación a José y María por el hecho de que, ante la desesperación por salvar a su hijo, no comunicaron a los demás padres de niños pequeños sobre la inminente matanza, de la que tuvieron conocimiento previo. Lo que sigue es un breve fragmento de la novela, en el que Jesús dialoga con su madre y se hace evidente la acusación (es propio del estilo de Saramago que en los diálogos no aparezcan los tradicionales guiones, sino que cada intervención comienza con mayúscula y se separa de otra simplemente por una coma):
“Herodes mandó matar a los niños de Belén que tuvieran menos de tres años, Por qué, No lo sé, Mi padre lo sabía, No, Pero a mí no me mataron, Vivíamos en una cueva fuera de la aldea, Quieres decir que los soldados no me mataron porque no llegaron a verme, Sí, Mi padre era soldado, Nunca fue soldado, Qué hacía entonces, Trabajaba en las obras del Templo» (…) «Las manos de Jesús se alzaron de repente hasta el rostro como si quisieran desgarrarlo, su voz se soltó en un grito irremediable, Mi padre mató a los niños de Belén, Qué locura estás diciendo, los mataron los soldados de Herodes, No, los mató mi padre, los mató José, hijo de Heli, que sabiendo que los niños iban a ser muertos no avisó a los padres, y cuando estas palabras fueron dichas, quedó también perdida toda esperanza de consuelo. Jesús se tiró al suelo, llorando, Los inocentes, los inocentes, decía…”.
J.P.
