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viernes, 23 de mayo de 2025
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Aquel Jorge Soria desde la memoria y el sentimiento, nueve años después.

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Diario EL PUEBLO digital
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«Los cazafantasmas que solo pretenden la búsqueda de culpables»

El 11 de noviembre de 2012. El día en que se apagó la vida de JORGE EDUARDO SORIA. Había sido jugador de fútbol y director técnico. Los ascensos como estratega de Peñarol, primero en 1991 y después en 1995. Dos ciclos memorables.
Base de proyección para que, en esa década, fuera nominado como DT para la selección salteña de mayores en el Campeonato del Litoral. No le faltaron pasajes por selecciones juveniles, junto a Rosalino Sosa.
La raíz de Jorge, sin dudas fue en Almagro. Llegó a la primera división en los últimos años de la década de los 70 y por la punta izquierda, el valor de su fútbol, con vuelo de fantasía.


En pleno ejercicio de la Dirección Técnica, Jorge Soria había cultivado una convicción que la volvió certeza, «porque al fútbol hay que desdramatizarlo».
Le hastiaba la intolerancia frente a un resultado adverso y «los cazafantasmas, que solo pretenden la búsqueda de culpables y no la solución de fondo para evitar que algunos males se acentúen»
De lo que no hay dudas, es que Jorge dejó en vida, su impronta en aras del fútbol que predicó y practicó a través de los equipos en que fue mando. Y en este 11 de noviembre que pasó, la evocación de cronistas de EL PUEBLO, simplemente puntual, más la emotiva reflexión de tantos quienes fueron rescatando al jugador de fútbol que fue, al director técnico que fue, pero, sobre todo, AL SER HUMANO que caló hondo a la hora del trato, de la relación, de la búsqueda, de tantos decires y tantos haceres.
A manera de testimonio, estos rescates desde el diario, como para admitir que nueve años después, el nombre de Jorge Soria permanece adherido a la causa del fútbol y de la vida.

«No pisar una cancha de fútbol… ese es el dolor»

El hecho es que Jorge Soria no dejó de ser un director técnico, expuesto a los vaivenes de un resultado. A principio de la primera década del nuevo siglo, volvía a dirigir, después de cinco años al margen. Lo hablaron y pegaría la vuelta.
En la mañana de un domingo tórrido, con casi 36 grados de temperatura según narra el contenido en ese reportaje de EL PUEBLO, Jorge revelaba la alegría por su vuelta, «porque no puedo negar que cinco años es demasiado. Claro que extrañaba, todo lo que se relaciona a un deporte que uno no deja de querer. No pisar una cancha de fútbol, ese es el dolor. No entrar a un vestuario, no participar de un entrenamiento, de un partido, de una alegría, de una bronca. Todo eso tiene que ver con el fútbol que uno siente y quiere».
En ese reportaje, Jorge no dejaba de mencionar «a los almagrenses que el fútbol me fue regalando».
Y aparecían las menciones para el «Coco» Aplanalp, el «Quique» Bruno, Miguel Ángel Oliva, los hermanos Bautista, «Manolo» Leal, Miguel y el «Beto» Lechini, el «Vintén» González, Héctor Dante Núñez, Carlos «Porugués» Fleitas, el «Indio» Sequeira, José Pedro Lechini…
Al fin de cuentas, más allá de otros equipos en que jugó o dirigió, Almagro para él era eso…»casi mi segunda piel».


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