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Hoy: relatos de Mercedes Milans

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Celia Ethel Sassi de Pereira, es una salteña siempre preocupada y ocupada en temas culturales. Escribe poemas, ha integrado grupos literarios, pero además, está constantemente atesorando documentos que considera de valor: fotos, recortes de diarios, etc. Hace unos días, generosamente acercó a Diario EL PUEBLO un conjunto de papeles con distintos materiales. Entre esas páginas, los relatos -de corte histórico- de la salteña María Mercedes Milans Correa, que hoy rescatamos en esta página: 

Nacida en «La Redota»

Ella sabía que se llamaba Margarita porque cuando su madre la parió, las margaritas florecían en las barrancas, al costado del camino. Allí, bajo la sombra de unos talas, en una carreta, dio su primer berrido Indias de piel bronceada y negras lustrosas ayudaron a su madre a traerla al mundo, Así le relataba en voz baja, una de esas mujeres, cariñosa, con piadoso amor de madre sin hija, a esa hija sin madre.

Cuéntame, ¿qué pasó? Íbamos todos siguiendo al General, confiados, como se sigue a un padre que no sólo nos protege sino que también nos ama.

Era «La Redota», niña, y en ella íbamos todos mezclados. criollos ricos y pobres, soldados, curas, paisanos, indios charrúas y guaraníes, animales de tropa y aves de corral, y los infaltables perros cimarrones Marchábamos rumbo al Ayuí, para cruzar las aguas del Uruguay, que ¿sabes? abajó sus aguas para esperarnos y dejarnos cruzar»

– Y ¿por qué nací allí?

– Porque así tuvo que ser, un milagro. Eras tan pequeñita…. naciste gritando, tu madre te miraba asombrada, sin saber qué querías decir en ese lloro que te agitaba tado el cuerpecito, con la boca abierta hacia los campos. Hasta los pájaros dejaron de cantar y todo quedó como suspendido, detenido misteriosamente. Ella te acunó en sus brazos y te nombró: Margarita, hija mía, besando tu roja carita con dulce ternura, con todo su amor, como solo las madres lo saben hacer.

– Y ¿qué más, qué más me dijo?

– Todo lo que no te dijo, búscalo en tu corazón. Cuando quieras escucharla basta que pienses en ella y le digas lo que sientes. Si prestas atención, oirás su respuesta y todo su amor te colmará.

La negra pasa un pañuelito por sus ojos y abraza a la niña.

– Margarita, eras como La Redota, sufrías una pérdida muy triste, pero tenías la vida para crecer y seguir adelante. Sabes… naciste al amanecer.

Martín José Artigas

Desde el Cuartel general del Salto, en diciembre de 1811, Artigas realiza un Padrón de familias emigradas de la Banda Oriental.

El Censo comprende los datos del grupo familiar y los bienes que poseen. La meticulosidad de los datos: Cuantos mayores o cabezas de familias, los hijos varones mayores y menores separados, pues la mayoría de los hijos mayores servian en la columna del ejército que custodiaba la marcha, hijas mujeres, esclavos separados por sexo, carruajes… conforman un singular estudio social de esa época. En este registro, no figuran los hombres en armas.

En una de las últimas páginas de este Censo, encontramos el nombre de Don Martin José Artigas. Viudo; 3 carruajes, 2 hijos, 6 esclavos varones…

Martin José, hijo legítimo de Don Juan Antonio Artigas, aragonés, quien dejó en Zaragoza, viñas, olivares y tierras sembradas, para integrar el grupo de los primeros pobladores de Montevideo. Estaba casado con Doña Ignacia Carrasco.

Entre los años 1757 y 1798, Martin José vivió en Montevideo. Estaba casado con Doña Francisca Antonia Arnal, con la que tuvo 6 hijos. La primogénita: Martina Antonia, luego, José Nicolás. El tercero, nuestro Prócer José Gervasio, Manuel Francisco, que trabajó y administró los campos. Luchará luego, por la liberación de su patria, Pedro Angel y Cornelio Cipriano, el menor

Martin José sirvió durante 44 años en las Milicias de Caballería de Montevideo. Fue Alguacil Mayor de la ciudad, Alcalde Provincial y Alferez Real y miembro destacado del Cabildo.

Dedicado a sus establecimientos rurales, heredado de su padre, fallecido en 1775, y las correspondientes a Esteban, José Antonio y Josefa, sus hermanos.

Estos campos, unidos y de iguales dimensiones, comprendían las 4 estancias artiguistas que eran parte de las 18 estancias de idéntica área, que medidas, de una y media leguas de frente por media de fondo, cada una, se repartieron en 1728 a los primeros pobladores de Montevideo, sobre las dos márgenes del Arroyo Pando. Martin José, repartía su tiempo, entre la chacra del Manga, la estanzuela dei Sauce en la que criaba ganado tambero y se elaboraban quesos, y la estancia de Casupá, de la que negociaba cueros, lana y sebo. 

La chacra del Manga era la preferida para pasar los veranos con su familia. La casa, de aspecto rústico, tenia además, galpón y corral de palo a pique, de base circular. Una huerta, muchos sauces plantados por el propio Martin José y la mejora natural de un arroyo próximo.

En este hermoso panorama, los hijos aprendieron y disfrutaron las faenas rurales de su propio padre, maestro, como hombre de campo.

En 1798, Martin José compra campos linderos de la Sucesión del Gobernador Viana, ampliando sus 10.000 cuadras de campo, a 18.000, consolidando su fortuna. Construye, entonces su vivienda rural definitiva, en la colina por donde cruzaba el camino Real, al Paso de Barrancas, en el Rio Santa Lucia, muy cerca del bosque de la Barra. Se instala allí, vecino a Casupá, en esa casona histórica, conformando una familia unida en afectos, trabajos e ideales. Este hombre, es el que emigra, siguiendo a su hijo, ahora Jefe de los Orientales, en La Redota, dejando todos sus bienes para no bajar la frente ante ningún bando extranjero.

Hoy, Salto lo recuerda, al nominarse Martín José, el puente ubicado en la Avenida Camino del Éxodo.

Mercedes Milanesa Correa

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