El asesinato del presidente Jovenel Moïse, el miércoles en la madrugada, es el último resultado de una crisis política en la que Haití está hundido desde 2018 y que se ha agravado a partir de junio, con un conflicto entre pandillas que ya deja cientos de muertos y miles de desplazados.
Esto no es ninguna novedad para Haití, pues desde su independencia ha experimentado una sucesión de dictaduras, intercaladas con algunos cambios democráticos y ocupaciones extranjeras. De esta manera se ha desarrollado la última gran crisis política de Haití.
Un presidente sin reconocimiento
Aunque las protestas contra Moïse comenzaron en 2019, el problema surgió, por lo menos, tres años antes, cuando Michel Martelly, el predecesor y mentor político de Moïse, dejó de ser presidente de Haití.
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Martelly, una ex figura del carnaval elegida presidente en 2011, finalizó su mandato el 7 de febrero de 2016 sin un sucesor tras la cancelación de la primera vuelta de las elecciones presidenciales en octubre de 2015 por disputas y un fraude masivo.
Entonces, el Parlamento designó como presidente provisional al presidente del Senado, Jocelerme Privert.
Moïse, un empresario que no contaba con experiencia política, fue elegido presidente en noviembre de 2016, y su victoria presidencial fue validada hasta febrero de 2017. Hizo campaña con promesas populistas, pero mantuvo la retórica incluso después de ser elegido.
Desde ese momento, enfrentó el rechazo de la oposición, que no reconoció jamás su victoria
‘Acusaciones de fraude electoral rodearon su campaña, y el descontento popular aumentó, junto con la inflación y algunas acusaciones de corrupción en contra de su gobierno’, recuerda la internacionalista Elena del Carmen Burguete Euán en un artículo para Foreign Affairs Latinoamérica.
Haití no ha logrado recuperarse del impacto de terremoto de 2010. Estas condiciones además han sido agravadas por el paso de otros fenómenos naturales en la isla La Española, -que Haití comparte con República Dominicana-, como el huracán Matthew en 2016.
‘Lo que pasa en Haití realmente representa una receta perfecta para una explosión, producto de la combinación de políticas neoliberales que salieron del control del gobierno haitiano, el peligro de los catástrofes naturales y las condiciones preexistentes de pobreza e inestabilidad económica agravadas por la corrupción’, dice Burguete Euán, citando al economista político Keston K. Perry.
Acusaciones de un golpe de Estado
El 7 de febrero de 2021, el Consejo Supremo de la Judicatura decretó el fin inmediato del mandato presidencial. Pero Moïse sostenía que le quedaba un año en el poder en virtud de la cancelación de las elecciones de 2015.
El mismo día, las autoridades anunciaron el fracaso de un plan golpista dirigido contra el presidente, quien dice haber escapado de un intento de asesinato. 23 personas fueron detenidas acusadas de conspirar e intentar el homicidio, pero fueron puestos en libertad por orden judicial.
Conforme la crisis de su gobierno se agravaba, Moïse se granjeó enemigos entre las familias adineradas que controlan negocios claves en Haití, como la energía, la telefonía o la banca, a los que ha responsabilizado de la corrupción sistémica y de la inestabilidad crónica que vive el país.
Moïse aseguraba que los empresarios ‘que controlan los principales recursos del país, que siempre han puesto y quedado presidentes y que utilizan la calle para crear desestabilización’ eran los que estaban detrás del presunto intento de golpe de Estado, dijo en una entrevista con el diario El País.
‘El golpe de Estado no es un hecho puntual, sino una secuencia de acciones. Hasta ahora los gobiernos eran títeres de los grupos económicos, pero esto hoy no sucede y nuestras decisiones sientan muy mal a quienes se sienten poderosos e intocables. Un pequeño grupo de oligarcas están detrás del golpe y quiere apoderarse del país’, dijo Moïse al periódico español.
‘Estamos siendo testigos de la creación de una Somalia en las América’, dijo el académico Ralph P. Chevry en un reporte del Washington Post publicado en febrero de 2021.