Gustavo Coronel: “El funcionario público se debe primero al ciudadano y debe atenderlo con respeto y esmero, sin distinción de ninguna clase y menos la del color político”

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Gustavo Alberto Coronel Maldonado nació el 17 de enero de 1962, “en la calle Sarandí 135 casi Artigas, casa paterna, donde vivo hasta hoy”, comenta. Hace casi un año se jubiló como funcionario de UTE, último trabajo de los varios que desempeñó en la órbita pública; además está retirado de la actividad política, todo lo que lo lleva a encarar ahora la vida de otra manera, con otro manejo de sus propios tiempos y desde una perspectiva diferente. Trabajó en lo que era el Consejo del Niño, luego llamado INAME y actualmente INAU; fue Cónsul Uruguayo en la Argentina (Concordia, Corrientes y Misiones); “mi trabajo siempre fue el trato con la gente”, sostiene quien se define -quizás como consecuencia de eso mismo- como “un hombre sociable”. De estos y otros temas conversó con EL PUEBLO para que sea el protagonista de nuestro Al  Dorso de hoy:

1-¿Algunos recuerdos de sus primeros años?

Soy hijo de la educación pública. Hice Primaria en la Escuela N° 3, de Artigas y Larrañaga, luego el Liceo IPOLL, de Artigas y Cerrito, para luego cursar la Facultad de Derecho, Abogacía, carrera que dejé inconclusa en el último año, la política y la función pública pudieron más. Los recuerdos de infancia se remontan a mi barrio, que era mucho menos centro que ahora, con el Sorocabana a una cuadra, la Cosechera enfrente, Mendez Hnos. y la tienda El Triunfo, donde me vestía mi madre, junto a Guillermo Sport. La escuela con Jardinera a cargo de Amalita (Zaldúa), y el 5to con Nanina Mijalofski donde no volaba una mosca…El liceo ya fue distinto, el proceso militar había penetrado el IPOLL, pero llegué a tener algunos de “aquellos” profesores, Brandon, Pola Canali, Leonel Carvalho, y otros tantos que sería largo de contar. Pero el ambiente no fluía, era un tanto incómodo por momentos.

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2-¿Otras actividades que recuerde de esos tiempos fuera de lo educativo?

En el fútbol el club era y será Dublín Central, en básquetbol Nacional, en remo el gringo Kutscher en el Remeros, si bien nunca fui un gran deportista. Católico, de la Parroquia del Carmen. Se puede decir que tuve una infancia y juventud felices en un Salto que fue cambiando y creciendo. Nunca pertenecí a una clase social y siempre me gustó entreverarme con los gurises del campito atrás de la pelota.

3-Después viene el tiempo en que deja ese Salto para radicarse en Montevideo…

Sí; desde el año 1982 viví en Montevideo, como estudiante, pero en el 88 y por invitación de un amigo me presenté al viejo Consejo del Niño, donde ingresé por selección y cursos a trabajar con jóvenes con serios problemas de conducta en la Colonia Berro. Eran jóvenes con delitos serios, rapiñas, violaciones y homicidios. Eso fue toda una experiencia, ya que no era fácil alternar con esos chicos de 15 o 16 años que en muchos casos no tenían marcha atrás en sus vidas. Allí conocí muy jovencito a quien sería posteriormente el famoso Rambo. La tarea de esa institución es importantísima para el país, aún cuando los resultados no siempre se den. En los años 89 y 90 participé en la fundación del INJU (Instituto Nacional de la Juventud), el que muchos recuerdan por aquello de la Tarjeta Joven, proyecto del hoy Senador Jorge Gandini.

4-¿Cómo fue esa experiencia?

Allí me formé en trabajos con jóvenes sin problemas de conducta y tuvimos el honor de plasmar por primera vez las políticas de juventud en el Uruguay. Fui el primer subdirector y el segundo director del INJU. Fue una magnífica etapa de gran creatividad y mucha responsabilidad. Trabajamos con un equipo de gente muy joven, personas muy jóvenes que tenían la camiseta del INJU puesta, aunque fueran blancos, colorados o de izquierda …

5-Hablando de eso precisamente, en su vida siempre estuvo también muy presente la política, ¿cómo se conjugaba todo?

Sí, siempre en ese tiempo estuve trabajando y estudiando, y militando políticamente. Por ejemplo, estuve en las elecciones internas del 82, en las nacionales del 84, las del 89, las del 94 y las que vinieron después. Alterné y me formé con grandes personas del Nacionalismo, como Fernando Oliu, Guillermo García Acosta, Dardo Ortiz, Jorge Gandini, y por supuesto el propio Wilson Ferreira Aldunate. Pero por arriba de sectores siempre he sido Blanco y al decir de Oliu, teníamos la doble tarea de explicar que éramos blancos “por razón y tradición”.

6-¿Y por qué ese partido y no otro?

Algunos no tenemos libre elección, y al decir de mi padre los Coronel tenemos una enfermedad congénita que arrastramos de generación en generación: el Nacionalismo. Este partido fue, es y será mi segunda casa, aún hoy retirado de la militancia activa.

7-Hablemos ahora de otras actividades públicas que ha tenido; y tengo entendido que fueron varias, ¿es así?

Es que mi otra pasión ha sido la función pública, en el entendido de que me debo al ciudadano quien siempre fue el que me pagó el sueldo. Trabajé en distintos lugares, siendo la UTE mi último trabajo, y el cliente siempre tenía que estar primero, el funcionario público se debe primero al ciudadano y debe atenderlo con respeto y esmero, sin distinción de ninguna clase y menos la del color político. De Salto y de mis padres aprendí y me quedó para toda la vida el concepto de vecindad, de afecto y respeto a las personas, a los conocidos y los no tan conocidos, el “buenos días”, el “hasta mañana”, el afecto social, las normas de urbanidad. Esas son cosas que en Montevideo no se cultivan tanto. Me importa mucho respetar a los mayores y sobre todo a los viejos, la solidaridad intergeneracional es un valor para mí. El ayudar al prójimo también. Esas cosas se aprenden en el interior.

8-¿Cree que se han perdido esos “buenos modales” por llamarle de algún modo?

Pienso que quizás se ha agrandado la ciudad y también en las nuevas generaciones hay claramente una aceleración de los relacionamientos y se ha perdido un poco ese detalle. También se han apurado los tiempos de vida, hoy la gente hace muchas cosas para vivir, entonces de alguna manera se ha perdido por ejemplo las charlas entre vecinos, las costumbres…Acá en pleno centro, en Sarandí y Artigas, recuerdo durante el verano en las tardecitas, siendo yo casi adolescente, se daba aquello de sacar las sillas a la vereda y sentarse en la puerta, donde había charlas casi continuas con los que pasaban, que eran vecinos, y todo eso creo que se ha perdido. Esos cambios son parte de un nuevo tiempo y no todos los nuevos tiempos tienen todo mejor. Creo que se han perdido sanas costumbres de una buena vecindad, y además el centro, esta zona, ha cambiado mucho porque se ha vuelto más comercial, donde de a poco empezó a vivir menos gente y aparecieron más comercios. Pero eso no quiere decir que uno esté en contra de la modernidad, porque yo creo que la modernidad ha implicado en definitiva una mejor calidad de vida, sobre todo para la gente de menos recursos. Hoy se vive con una mejor calidad de vida que hace 50 años atrás, eso sin dudas.

9- Mencionó a sus padres más de una vez, parece tenerlos muy presente siempre…

En lo familiar, el grato recuerdo de mis padres perdura en mí, y sus figuras me acompañan más allá de su fallecimiento. Soy una persona orgullosa de los padres que tuve y que pude cuidar hasta su partida…Debo reconocer que no pude imitar su ejemplo en su totalidad.

10-¿Cómo es la vida de Gustavo Coronel hoy?

Hoy soy divorciado, y para mí que le doy una importancia fundamental a la familia en el mundo que vivimos, mi divorcio fue un ineludible gran fracaso, pero de esa relación tengo dos hijos de los cuales estoy orgulloso. Hoy con 62 años, encaro la vida con dinamismo pero sin obligaciones férreas. Me busco el tiempo para mí y me estoy poniendo al día con algunas cosas que tenía postergadas, manteniendo esa costumbre de tener siempre algún proyecto en mente  y tratar de ser un individuo que siga de alguna manera aportando a la sociedad donde vive. Quien pasa por la vida sin dar, realmente queda en deuda con la sociedad en la que vive.

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