En marzo del 2006, la sociedad salteña se vio conmocionada con el doble homicidio cometido contra una familia
que vivía en la zona del Parque del Lago. Tres años más tarde se despejaron varias dudas y el autor cumple su condena.
Por mostrarle un arma
La jornada del 7 de marzo del 2006 había transcurrido tranquila para la familia de Carlos y Carmen Eudosi. Vivían juntos desde siempre en una pequeña casa ubicada en la zona del Parque del Lago, en una chacra de citrus que subsistió al embalse y permaneció en la península que queda casi frente al Hotel Horacio Quiroga. Ambos trabajaban para mantener la casa y no tenían problemas con nadie. Se los conocía como dos personas con buenos modales, trato afable y que no tenían enemistades como para ser víctimas de un hecho con tanta saña, ni mucho menos dinero como para estar expuestos a un delito con la intención de robo.
Pero las cosas pasan. Héctor Portillo, era conocido de las víctimas. Si bien cuando declaró dijo que ya había estado en la casa de los Eudosi, reconoció que Carmen, la madre de Carlos, nunca le había permitido entrar a la vivienda.
Portillo tenía antecedentes penales por hurto. Y en uno de esos hechos había robado un arma en una casa de la zona del Cerro. Se trataba de una pistola marca Bersa, calibre 22, que llevaba siempre consigo. Si bien al ser capturado, el individuo se desdijo dos veces de lo que había pasado, al final dejó en claro cuales fueron los motivos que lo llevaron hasta el lugar y cometer el feroz asesinato.
El criminal expresó que ese día concurrió hasta la zona del Parque del Lago con la intención de cazar palomas. Para ello había llevado el arma que había robado hacía un tiempo, ya que dijo que la empleaba solamente en este tipo de prácticas.
Sin embargo, a la misma le recortó el caño a la altura de la mira, para ponerle un silenciador casero y así no despertar sospechas al momento de efectuar disparos (este hecho llamó poderosamente la atención de los investigadores, quienes no entienden razonable que si el matador utilizaba el arma para cazar, porqué razón la modificaría a la altura de la mira, que es casi imprescindible para afinar la puntería, además de que sorprendió la habilidad de hacer un silenciador para poder actuar sin llamar la atención).
LAS MUERTES
Tras esto, Portillo declaró que concurrió hasta la casa de los Eudosi “para mostrarle el arma” a Carlos, su primera víctima, quien trabajaba para una empresa de servicios que realizaba trabajos frecuentemente en la represa de Salto Grande. Ambos se habrían encontrado allí y estando afuera de la casa, mientras el matador se había sentado en un banco de hormigón existente en el lugar, sacó de un bolso negro que tenía consigo el arma y cuando se la enseña, declaró que se le “escapó un disparo” que lo hirió de muerte a la altura de la cabeza. Y como “se puso nervioso”, optó por dispararle seis veces mientras éste ya estaba muerto.
Portillo tomó el cuerpo de Carlos Eudosi y lo ingresó hasta el interior de la vivienda, lo dejó tendido en el suelo, le tapó la cabeza con una bolsa de nylon de color azul y el resto del cuerpo lo cubrió con unas mantas que estaban en el lugar y salió por una ventana, forzando una reja para simular un robo.
Aunque estaba nervioso por lo que había ocurrido, el matador prefirió quedarse. Sabía que la madre de su víctima estaría por llegar y decidió esperarla entre unos arbustos que estaban cerca de la casa.
Lo hizo por el lapso de una hora a sabiendas de que la mujer tarde o temprano volvería a la casa. “Pensé que cuando ella llegara y se encontrara con su hijo muerto iba a sufrir mucho, así que decidí matarla a ella también”, declaró el homicida ante el juez penal de 2º Turno, Francisco Massitta en aquella oportunidad.
Cargó su arma y la esperó pacientemente hasta que la mujer llegó al lugar. Le pegó un tiro y esta cayó hacia adelante apoyando sus manos contra el suelo. Luego le pegó seis tiros más para asegurarse que estuviera muerta. Y allí comienza una odisea novelesca en este doble crimen que sorprende por la ferocidad del criminal.
EL RECORRIDO
Si bien Héctor Portillo vivía en el barrio Uruguay, era un conocedor nato de toda la zona del Parque del Lago. Fue entonces que al decidirse deshacerse del cuerpo de su segunda víctima, meditó perfectamente dónde iba a colocar el cadáver y cómo iba a hacer para desaparecerlo. Por tal motivo, inició un recorrido por un monte de naranjos cargando con el cuerpo de la mujer en sus hombros, donde descansó varias veces por el peso del cuerpo. Paró en un monte de juncos, llegó hasta la orilla y recorrió varios metros hasta buscar un lugar donde pudiera ingresar con el cuerpo dando pie, para poder fondearlo. Para esto, llegó hasta una obra en construcción cercana al lugar donde pretendía deshacerse del cadáver y tomó una cámara de hormigón, perteneciente a una cámara séptica y una cierta cantidad de alambre para atar al cuerpo en ésta, cosa que efectivamente hizo.
Incluso dijo que optó por hacer el recorrido más largo, porque en el lugar donde eligió ingresar con el cuerpo pudo caminar hasta 20 metros hacia adentro y allí el agua le llegaba al pecho.
Y para asombro de los investigadores mostró exactamente varios meses después de ocurrido el crimen y sin equivocarse, de que manera ató el cuerpo de Carmen Eudosi a la cámara de hormigón, para que de esa manera el mismo permaneciera en el fondo del lago. Así ocurrió durante algunos días, ya que la bajante del lago delató la ubicación del cuerpo de la mujer y con esa situación comenzaron a tratar de atarse otros cabos sueltos que aún hoy se investigan.
………….
Lo atraparon por un robo
El manto de incertidumbre en torno a este hecho reinó por varios meses. Con Carmen y Carlos Eudosi muertos, sin testigos presenciales de lo ocurrido y con el silencio del autor del caso, nadie sabía hacia dónde apuntar para lograr pistas que permitieran aclarar este aberrante doble homicidio.
Sin embargo, las cosas ocurren de la manera menos pensada. La noche del 2 de octubre del mismo año, varios meses después del doble homicidio, la Policía se encontraba realizando un control en las inmediaciones del barrio Nuevo Uruguay.
En eso, ven pasar en bicicleta a Héctor Portillo, quien ya contaba con varios antecedentes penales y decidieron pasarle revista. Allí le incautaron en un bolso que llevaba consigo, dos kilos de carne vacuna, una tenaza, una pistola marca Bersa calibre 22, con un silenciador de fabricación casera y 31 proyectiles vivos. Todo era robado. El hombre declaró y lo procesaron.
Pero al ser investigado por el arma, surgieron las declaraciones que lo comprometían como presunto participante del doble homicidio del Parque del Lago, entonces aún sin aclarar. La duda que tenían los investigadores era que el detenido, fuera el único participante de este hecho.
Empero, el 6 de diciembre de ese mismo año, a 9 meses de ocurridos los feroces asesinatos, luego de que Portillo confesara la autoría del crimen, se llevó a cabo la reconstrucción del hecho. Allí se despejaron varias de las dudas que tenían los investigadores para poder imputarle el hecho a este sujeto, que ya había confesado aunque con sus declaraciones había sembrado más incertidumbre.
Sin embargo, Héctor Portillo brindó detalles de cómo habían sucedido los hechos. Narró paso a paso como mató a las dos personas, dio su versión de porqué lo hizo y especificó cómo fue que se deshizo de los cadáveres.
Con estos elementos, las autoridades lo procesaron con prisión por dos delitos de homicidio muy especialmente agravado, pero de aceptar la acusación Fiscal, habría un cambio en la carátula del expediente, ya que en este caso, el Dr. Ricardo Lackner, Fiscal que trabaja en el caso, solicitó que se condenara a Héctor Portillo como autor responsable de Un Delito Complejo de Homicidio Muy Especialmente Agravado a cumplir 25 años de penitenciaria contando desde que está en prisión, hace ya 3 años.
SE DESVANECEN
LAS SOSPECHAS
En los últimos días, la defensa del acusado que insiste en que el encausado no habría actuado solo, pidió la presencia de peritos balísticos para que determinaran si las vainas encontradas en el lugar de los hechos podrían ser de armas diferentes o si cabría la posibilidad de que solamente una, la que tenía Portillo consigo habría sido con la que se efectuaron los disparos.
Pero el perito que dio su dictamen estableció que más allá de que las estrías que presentaron los casquillos detonados eran diferentes, los mismos se produjeron por la continuidad de los disparos y que seguramente serían de la misma arma, echando por tierra lo que pretendía la defensa de Portillo.
Ahora se analizarán todos los medios de prueba y los testimonios ofrecidos por los propios funcionarios policiales que participaron de la reconstrucción del hecho, y una vez esto, se formularán los alegatos para pasar a estudio de la acusación fiscal, así el juez decidirá si el autor de uno de los crímenes más aberrantes de la historia policial salteña, llegará a pasar más de de dos décadas tras las rejas.