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martes, 15 de julio de 2025
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«Escuchamos la famosa Toma de Pando por la radio policial durante la guardia, que no fue ninguna toma, aquello fue solo vandalismo»

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Hoy por: Leonardo Silva

Hoy con José Giordano Goycochea

Fue custodia del presidente Oscar Gestido y un joven policía durante la lucha contra los Tupamaros. Ya retirado se dedicó a militar en el Partido Nacional y en la Unión de Inmigrantes de Salto como buen descendiente de familia vasca.

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¿Cómo fueron sus primeros años de vida?

  • Nací en Salto el 5 de diciembre de 1945, en calle Brasil, no me acuerdo el número, pero fue en una casita que está pegada al Club Universitario y que ahora también pertenece a la institución. Tengo algún recuerdo de muy chiquito acá en Salto, porque teniendo tres años y medio mis padres emigraron a Montevideo, y por supuesto que yo con ellos. Me acuerdo de la gente del barrio, amigos de toda la vida que ya no están. De quien más me acuerdo porque veo a la nieta permanentemente es a Macció, que era distribuidor de Bao, y doña Celina, la esposa. Me acuerdo de la familia Castro. Mi padre me llevaba al Club Chaná, donde él jugaba al basquetbol, llegó a ser parte de la selección salteña. En otra época también jugó al fútbol, era de los fundadores del club junto con mi abuelo, desde que Chaná existía donde después fue la Estación Esso, que ahora es una ferretería, le llamaban La Cobacha.
    Mi abuelo tenía a la vuelta, por calle 15 de Noviembre, la zapatillería Giordano, donde hacía alpargatas, zapatillas y botas. La explicación de irnos a Montevideo fue cuando comenzó a entrar aquí las Alpargatas Rueda, por lo que la venta comenzó a mermar, entonces se ve que mi papá se fue a buscar nuevos horizontes.
    Escuela y liceo los hice en Montevideo. Fui a la Escuela México N° 40, en la avenida General Flores esquina Bulevar Artigas. Pero a mitad de 5° año, nos mudamos para Rivera y Soca, en Pocitos. Mamá quería que terminara la escuela donde había empezado, así que me tenía que tomar dos ómnibus, me tomaba uno que me dejaba en Garibaldi y General Flores, y de ahí, una de dos, o me iba caminando o me quedaba a esperar el tranvía.
    Al liceo fui al del barrio, en el antiguo primer Liceo N° 12, que estaba en avenida Rivera. Ahí hice 1° y 2°, 3° y 4° lo hice en el Liceo Militar General Artigas. En aquel tiempo se hacía hasta 4° y después se iba a Preparatorios en el Vázquez Acevedo, donde hice Arquitectura.

¿Por qué fue al Liceo Militar?

  • Porque me gustaba, mi vocación de servicio y por la disciplina estaban despertándose. Cuando salí del Liceo Militar me presenté a la Escuela Militar Aeronáutica, pero por un problema de presión alta que tenía en ese momento me descartaron, me dijeron que no podía ser piloto. Y como otra cosa no quería ser, seguí Preparatorios.
    Después entré a la policía como Agente de Investigaciones, el 1° de diciembre de 1966. Como tenía una instrucción, era buen tirador, más una serie de elementos que habían tomado en cuenta, y como en marzo comenzaba un nuevo gobierno volviendo al régimen presidencialista, me llevaron a la custodia del presidente General Oscar Gestido, hasta que murió en noviembre, ahí ingresó Pacheco. Seguí hasta enero del 68, cuando ingresé a la Escuela Nacional de Policía para ser oficial. Me recibí el 20 de diciembre de 1969. Este 20 de diciembre pasado, recordamos por internet con algunos compañeros que van quedando de la tanda, 51 años de recibido.

Tiempos difíciles, ¿qué recuerda de esos años?

  • Escuchamos toda la famosa Toma de Pando por la radio policial durante la guardia, que no fue ninguna toma, aquello fue solo vandalismo. Yo en ese momento tenía más jerarquía que los otros compañeros porque era abanderado y era Sargento 1° Cadete, por lo que tenía la prerrogativa de poder acercarme un poquito más. Después de recibido oficial, el 12 de enero me presenté en mi primer destino en la Dirección de Información de Inteligencia, donde tenía que hacer el procesamiento de datos.

¿Cómo fue el trabajo en esa época? ¿Tenían que diversificarse entre la lucha contra el delito y contra la sedición?

  • La Inteligencia policial no es de Defensa, es para los delitos policiales, y la sedición siempre fue un delito común, policial. Todos fueron procesados por delitos comunes, nunca fueron procesados por delitos políticos ni militares, ellos se autodenominaron guerrilla, y exigían que se les tratara por los tratados internacionales de guerra.

Dicen que la policía fue derrotada por los Tupamaros, por eso el poder político convocó al Ejército para combatirlos y en dos o tres meses los Tupamaros estuvieron militarmente derrotados, cosa que la policía no pudo, ¿qué visión tiene al respecto?

  • No fue tan así. En la primera etapa, trabajó la policía y todo el aparato militar de la sedición estaba procesado, estaban todos presos, hasta que se escaparon de Punta Carretas.

¿Cuándo llegó su militancia por la colectividad vasca?

  • Fue como un despertar de la conciencia hará 15 años, después que falleció mi esposa, que también era de descendencia vasca. Como estaba muy ocupado como para meter más cosas en nuestras vidas, yo estaba retirado, pero ella trabajaba mucho en el Hotel Quiroga y estaba muy vinculada con la gente del Garden. Yo estaba en el Rotary, ya tenía bastante, no teníamos tiempo para otra cosa. Pero después, en la soledad, algo me atrajo del apellido de mi madre, así que ingresé al grupo vasco Saltoko Euskaldunen Taldea.
    Entonces, fui despertando un montón de cosas que, aunque yo no había tenido ninguna vivencia, evidentemente las tenía guardadas en los genes. Empecé a estudiar, a vincularme y salir de aquella soledad.

¿Y su trabajo en la política llegó también luego de su retiro policial?

  • Lógico, y en el Partido Nacional porque siempre fuimos nacionalistas, mi esposa y yo. Mis padres y abuelos eran colorados, pero cuando empecé a tener uso de razón y por convicción, cuando empecé a escuchar de Aparicio Saravia hubo como una atracción. Así que siempre estuve en el Partido Nacional, y de la continuación de Aparicio, que debe ser el Herrerismo, porque Herrera fue un teniente de Aparicio Saravia, participó en la guerra y además, escribió las bases del Partido Nacional. Marcó una época, como el último que fue Wilson Ferreira Aldunate, que marcó un estilo más independiente, igual que Washington Beltrán, el del duelo con Batlle. Siempre me mantuve en esa línea del Herrerismo.

Se lo ve muy comprometido cada año con la Semana del Inmigrante, ¿qué significa para usted esa semana?

  • Este año fue muy distinta a causa de la pandemia. La Unión de Inmigrantes de Salto recuerda a nuestros antepasados que vinieron a radicarse y a formar a este país, al menos es lo que yo pienso. No me refiero a los inmigrantes de América, sino a los que vinieron de los otros tres continentes, ya que cuando hagamos el monumento, habrá tres pilares que representan a los tres continentes principales de donde vinieron los inmigrantes, Europa, Asia y África. Trabajamos todo el año para que en esa fiesta podamos recordar a todos nuestros antepasados, y a su vez, divulgar un poco cada uno de su cultura. Los rusos, los ucranianos, los vascos, los italianos, alemanes, españoles, todos. Los vascos que estamos en la Unión de Inmigrantes no pertenecemos más al grupo Saltoko Euskaldunen Taldea.

Veo que algunas caras se repiten en más de 20 años de vida de la Unión de Inmigrantes, ¿hay renovación generacional? ¿Los jóvenes aceptan sus tradiciones?

  • No hay renovación en la Unión de Inmigrantes ni tampoco dentro de las distintas colectividades, la juventud está en otra. Van pasando muchos años de los abuelos, bisabuelos, tatarabuelos hay algunos, pero se van alejando y el tipo de vida que hacen ya no es una vida de unión.

¿Por qué es importante mantener las tradiciones y las raíces de dónde uno viene?

  • Es algo que a uno le sale, no sé explicarlo. Lo veo en mis hijos, a ellos no les interesa, pero los veo en el carácter, en su manera de ser. Es más fuerte el gen vasco que el italiano, tanto por el lado de mi señora como el mío. Supongo que será un momento de la vida que uno lo valora de manera distinta. Los jóvenes ya entenderán la importancia de mantener viva esa historia.
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