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martes, 22 de abril de 2025
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Es bueno reírse un poco de la política, “Locos por los votos” nos permite hacerlo por casi hora y media

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Diario EL PUEBLO digital
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Existen distintos géneros que pueden ayudar al cine para retratar la realidad, los más usados son el drama y la comedia. Todos coinciden en afirmar que hacer reír es más difícil que hacer llorar, pero la recompensa es que aquellos mensajes que se pretendan transmitir quedarán en la gente si se hace a través del humor.
Las críticas más ácidas hacia la sociedad norteamericana y hacia su sistema político han venido sistemáticamente desde la ironía y el humor, aunque por razones más que obvias se ha preferido el género dramático para reflejarlo pretendiendo obtener algún premio adicional, como alguna estatuilla dorada o el reconocimiento del mundo intelectual de Hollywood, si no pregúntenle a George Clooney. Pero además, porque solo se ha pretendido realizar una tibia crítica puntual de alguna cuestión del sistema, que por lo general termina apuntando a los bajos instintos de los seres humanos. Esa crítica, con el drama como soporte, en realidad no daña al sistema, quizás hasta lo retroalimente.
En cambio la comedia es más peligrosa, porque a la gente siempre le ha gustado reír y porque además, el humor es más popular y fácil de entender… por eso este género de la comedia se usa poco en temas relacionados a la clase política, cosa de no meterse con el establishment y el status quo predominante.
Esta película, protagonizada por dos pesos pesados de la comicidad de los últimos tiempos, Will Ferrell y Zach Galifianakis, muestra a las claras los manejos turbios de la política del decadente imperio yanqui a través de una campaña electoral de un condado sumamente conservador en cuestiones religiosas, donde se ve a un candidato mujeriego y despreocupado por lo que pueda pensar el pueblo y su retador, hombre de familia, sumamente religioso y hasta medio “delicado”. Algo así como el ying y el yang, agua y aceite, el día y la noche, por tanto, no debería ser difícil para la gente poder comparar y elegir libremente.
Sin embargo, el “mal” candidato es un político con experiencia que nunca ha perdido una elección porque tampoco nunca ha tenido un contendor, hasta que dos hermanos empresarios, de la más baja calaña -otros dos capos de la comedia, John Lithgow y Dan Aykroyd-, pretenden seguir acrecentando sus multimillonarias ganancias por lo que deciden trasladar a los Estados Unidos a su empresa radicada en China para evitar así los altos costos de traslado de la mercadería, instalando de esa manera una parte de China en el condado donde políticamente manda Ferrell.
Como Ferrell ya hace años que está de congresista, estos hermanos deciden sacarlo apostando a un nuevo candidato, Galifianakis, aportando a su campaña un millón de dólares y a un profesional para que la dirija (Dylan McDermott), quien transformará la vida de Galifianakis, haciéndolo lucir incluso más masculino y recio, pues es lo que suele votar, aparentemente, el norteamericano medio.
Claro está que el buen Galifianakis no tiene ni idea de los oscuros propósitos de estos hermanos empresarios, pero acepta el ofrecimiento porque toda su vida soñó con hacer carrera política, aunque nunca tuvo ningún apoyo, ni siquiera de su propia familia.
Justo en esos momentos Ferrell comete un error gravísimo dejando por equivocación un mensaje obsceno a una familia mormona, la que lo denuncia públicamente haciendo caer su popularidad, con lo cual, la campaña se empareja de arranque y de ahí en más, como solemos decir en estos casos, la mesa está servida para poder observar las distintas estratagemas de los jefes de campaña de ambos utilizándolos de marionetas haciéndoles hacer las cosas más impensadas para ir detrás de un voto.
Más allá de lo liviano que pueda parecer a primera vista esta comedia, se puede realizar una segunda lectura mucho más profunda incluso hasta de la condición humana de los políticos, y si se quiere, compararlos con los nuestros, a quienes tenemos más cerca, y preguntarnos, ¿hasta dónde se está dispuesto a llegar para obtener lo que se propone? ¿El fin justifica los medios?
Aunque parezca mentira, a simple vista parecería una comedia más, pero en verdad se trata de una muy buena película que utiliza este lenguaje para dejar un par de mensajes a través de la ironía más ácida. Lo notable de esta película es que llegó en su lugar de origen en plena campaña presidencial norteamericana, por lo que habrá tenido un sabor peculiar para los propios norteamericanos cuando fueron a verla.
Es una buena película, no es de las mejores, de esas que te hacen llorar de la risa y revolcarte con una sonora carcajada en la butaca, pero tiene buenos momentos. La recomendamos.

Existen distintos géneros que pueden ayudar al cine para retratar la realidad, los más usados son el drama y la comedia. Todos coinciden en afirmar que hacer reír es más difícil que hacer llorar, pero la recompensa es que aquellos mensajes que se pretendan transmitir quedarán en la gente si se hace a través del humor.

Las críticas más ácidas hacia la sociedad norteamericana y hacia su sistema político han venido sistemáticamente desde la ironía y el humor, aunque por razones más que obvias se ha preferido el género dramático para reflejarlo pretendiendo obtener algún premio adicional, como alguna estatuilla dorada o el reconocimiento del mundo intelectual de Hollywood, si no pregúntenle a George Clooney. Pero además, porque solo se ha pretendido realizar una tibia crítica puntual de alguna cuestión del sistema, que por lo general termina apuntando a los bajos instintos de los seres humanos. Esa crítica, con el drama como soporte, en realidad no daña al sistema, quizás hasta lo retroalimente.

En cambio la comedia es más peligrosa, porque a la gente siempre le ha gustado reír y porque además, el humor es más popular y fácil de entender… por eso este género de la comedia se usa poco en temas relacionados a la clase política, cosa de no meterse con el establishment y el status quo predominante.

Esta película, protagonizada por dos pesos pesados de la comicidad de los últimos tiempos, Will Ferrell y Zach Galifianakis, muestrapage a las claras los manejos turbios de la política del decadente imperio yanqui a través de una campaña electoral de un condado sumamente conservador en cuestiones religiosas, donde se ve a un candidato mujeriego y despreocupado por lo que pueda pensar el pueblo y su retador, hombre de familia, sumamente religioso y hasta medio “delicado”. Algo así como el ying y el yang, agua y aceite, el día y la noche, por tanto, no debería ser difícil para la gente poder comparar y elegir libremente.

Sin embargo, el “mal” candidato es un político con experiencia que nunca ha perdido una elección porque tampoco nunca ha tenido un contendor, hasta que dos hermanos empresarios, de la más baja calaña -otros dos capos de la comedia, John Lithgow y Dan Aykroyd-, pretenden seguir acrecentando sus multimillonarias ganancias por lo que deciden trasladar a los Estados Unidos a su empresa radicada en China para evitar así los altos costos de traslado de la mercadería, instalando de esa manera una parte de China en el condado donde políticamente manda Ferrell.

Como Ferrell ya hace años que está de congresista, estos hermanos deciden sacarlo apostando a un nuevo candidato, Galifianakis, aportando a su campaña un millón de dólares y a un profesional para que la dirija (Dylan McDermott), quien transformará la vida de Galifianakis, haciéndolo lucir incluso más masculino y recio, pues es lo que suele votar, aparentemente, el norteamericano medio.

Claro está que el buen Galifianakis no tiene ni idea de los oscuros propósitos de estos hermanos empresarios, pero acepta el ofrecimiento porque toda su vida soñó con hacer carrera política, aunque nunca tuvo ningún apoyo, ni siquiera de su propia familia.

Justo en esos momentos Ferrell comete un error gravísimo dejando por equivocación un mensaje obsceno a una familia mormona, la que lo denuncia públicamente haciendo caer su popularidad, con lo cual, la campaña se empareja de arranque y de ahí en más, como solemos decir en estos casos, la mesa está servida para poder observar las distintas estratagemas de los jefes de campaña de ambos utilizándolos de marionetas haciéndoles hacer las cosas más impensadas para ir detrás de un voto.

Más allá de lo liviano que pueda parecer a primera vista esta comedia, se puede realizar una segunda lectura mucho más profunda incluso hasta de la condición humana de los políticos, y si se quiere, compararlos con los nuestros, a quienes tenemos más cerca, y preguntarnos, ¿hasta dónde se está dispuesto a llegar para obtener lo que se propone? ¿El fin justifica los medios?

Aunque parezca mentira, a simple vista parecería una comedia más, pero en verdad se trata de una muy buena película que utiliza este lenguaje para dejar un par de mensajes a través de la ironía más ácida. Lo notable de esta película es que llegó en su lugar de origen en plena campaña presidencial norteamericana, por lo que habrá tenido un sabor peculiar para los propios norteamericanos cuando fueron a verla.

Es una buena película, no es de las mejores, de esas que te hacen llorar de la risa y revolcarte con una sonora carcajada en la butaca, pero tiene buenos momentos. La recomendamos.

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