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viernes, 2 de mayo de 2025
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Salto

Entre fiestas y anagnórisis

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Diario EL PUEBLO digital
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Bien podría decirse que son momentos que ayudan a que alcancemos (utilice­mos un término pro­pio de la Literatura) nuestra anagnórisis. Dice el diccionario que «la anagnórisis o agnición es un recur­so narrativo que con­siste en el descubri­miento por parte de un personaje de da­tos esenciales sobre su identidad, sus se­res queridos o su en­torno, ocultos para él hasta ese momento». Nosotros somos el personaje. Nosotros solemos descubrir a veces, inesperada­mente o no, quiénes somos esencialmen­te, quiénes están a nuestro lado para contar con ellos y quiénes no, qué es­tamos haciendo so­bre la tierra, si es en verdad lo que quere­mos hacer o no, qué hicimos y qué nos queda por hacer, si debemos seguir el camino en el que ve­níamos o empezar a trazar uno nuevo y distinto … Y para to­das estas comproba­ciones, las fiestas de fin de año, las tradi­cionales fiestas, Na­vidad y Año Nuevo, aparecen como un escenario ideal.¿Cómo estamos en este momento en Salto? ¿Qué tenemos y qué nos falta? ¿Con quienes contamos los salteños y con quiénes no? ¿Y si lo pensamos a un nivel más amplio: país, region….muy ampliosería si nos introdu­jéramos en un aná­lisis pormenorizado de estas cuestiones.

pero podemos ob­servar algunas co­sas, detenernos en algunos puntos, se­guir una línea de ra­zonamiento hacia unas pocas direccio­nes.
Hemos pasado una Navidad donde otra vez, en Salto (en el mundo todo, cla­ro, pero hablemos ahora de lo cercano) hubo gente que no pudo disfrutar de un plato de comi­da con su familia. Ni que hablar que hubo muchísimos niños a los que Papá Noel no visitó, a pesar que le escribieron la cartita y le dejaron pasto y agua. Ahora bien … ¿Alguna vez no fue así? ¿Alguna vez no será así? Pero sucede que quienes nos resistimos a de­jar de creer y de so­ñar, aquellos a los que no hay tecnolo­gia que nos pueda borrar las utopías, seguimos pensan­do que mientras eso siga sucediendo, el mundo no está bien. Salto no está bien. No estamos bien.

Cuando en líneas an­teriores nos pregun­tábamos si alguna vez fue diferente o si lo será algún día, lo hacíamos razo­nando que muchas veces se nos dijo que era una cuestión de políticos, de quiénes estuvieran en el go­bierno. Pues permí­tame decirle, estima­do lector, que si hay algo en lo que sí ya he dejado de creer es en que la clave para una sociedad mejor está en el gobierno

de turno. Claro que con el gobierno A se mejoró en eso, pero se empeoró en esto; y con el gobierno B se mejoró en esto otro, y se retrocedió en aquello; y con el C se tiró por la bor­da aquello otro que hizo el B, al tiem­po que sí se mejoró en … y se mejoró … y se empeoró … y se avanzó … y se retro­cedió… ¿Qué nos queda por probar? Y así vamos por la vida.
No queda otra. Te­nemos que cambiar nosotros como ciu­dadanos. Tenemos que convencernos que es posible una sociedad solidaria, respetuosa, amable. Pero para ello, antes que esperar algo de un gobierno (lo que no implica no exigir­le que cumpla sus obligaciones, porque al fin de cuentas está para servir), debe­mos ser cada uno de nosotros, cada día y aún en las acciones más pequeñas, un poco más solidarios, más respetuosos y más amables.

¿Sabe qué? Se me ocurre que en ser -al menos un poco- me­nos hipócritas, po­dría estar una clave para salir adelante. ¿Por qué aplaudir la «pobreza material» de Mujica como algo auténtico y conde­nar la cordialidad de Lacalle Pou de pasar la Navidad con quie­nes están en el Con­go, como una falsa pose? ¿No podrá ser al revés? ¿Por qué por un lado encarnizarse con decir que el Antel Arena fue un despilfarro imper­donable, y por otro justificar los gastos de este gobierno en lanchas, aviones, cuadros, etc. como «cosas necesarias»? A veces aflora el re­cuerdo del gran Ju­ceca con su humor a cuestas: «¡No hay criterio pa, nada, mi amigo!». ¿Quie­re un ejemplo más? Acá va: ¿por qué cri­ticar que Laca lle Pou se puso vestimenta militar para estar en aquella base militar uruguaya del Congo, si antes se aplaudió a Mujica vestido de chaqueta militar de otros países ameri­canos, y abrazado en esos otros países, no de soldados, sino de dictadores?

En fin, menos hipo­cresía hace falta. Ha­cerse más cargo de las cosas hace falta. Fíjese que hace unos días hubo violencia en el puerto de Mon­tevideo. Fue noticia. Debió intervenir la Policía porque al­gunos sindicalistas quisieron «tra nea r» el trabajo que allí se lleva a cabo. Pero no hubo «enfrentamien­tos entre trabajado­res y la Policía»; no, en todo caso hubo enfrenamiento entre trabajadores y tra­bajadores, porque los policías también lo son. Cuidado con esos mensajes que se dan. Quien dé una información así, debería asumir y ha­cerse cargo que es él quien está generan­do enfrentamientos. Ante hechos de esa magnitud, deberían hacerse cargo tam­bién aquellos que todos los días están «fogoneando» con que el policía no es un trabajador sino un represor del que trabaja, o que los sindicatos están en una vereda y los po­cías en la otra. ¿Y al Sindicato Policial en qué vereda lo ubica­mos?

En definitiva, volve­mos a lo del comien­zo. Estamos en días de fiestas pero tam­bién de reflexión. Ojalá que la serena reflexión nos con­duzca a una anag­nórisis plena, y esta, a tomar las mejores decisiones para el tiempo que se vie­ne. Ojalá quede atrás este tiempo de incer­tidumbre, por lo sa­nitario, por lo social en general. .. Y po­damos entrar en un tiempo nuevo: sin ni­ños de manos vacías, sin tanta hipocresía, con más solidari­dad, amabilidad y respeto. Ese tiempo está allí nomás, es el tiempo que nos que­da de vida y en cua­tro días, ya empieza a transcurrir su pri­mer año. Brindemos por él. iSalud!Hoy nos toca escribir es­tas líneas en medio de las fiestas, estas líneas que hacen la última contratapa de lunes del año 2021. «Las fiestas de fin de año», «las tradiciona­les fiestas», «Navidad y Año Nuevo», llá­meles como quiera, pero lo cierto es que tienen esa cosa que

no es fácil de descri­bir y que las diferen­cia de otras fiestas, entiéndase la de un casamiento, un cum­pleaños, etc.
Ese algo especial que tienen, es una mezcla de sensacio­nes, buenas y malas, alegrías y tristezas, nostalgia e ilusio­nes. Son quizás una muestra reducida a unos pocos días, de los contrastes que se viven en todo un año, o quizás en toda una existencia.
Se festeja (los uru­guayos casi que no tenemos otra forma de hacerlo que co­miendo y bebien­do en abundancia), y al mismo tiempo se piensa profun­damente, solemos en-si-mismarnos (cada uno metido en-sí-mismo) para intentar compren­der algunas cosas. Y cuando lo logra­mos, viene la famosa toma de conciencia y con ella también, muchas veces la pre­ocupación, la angus­tia, el dolor. iY pensar que son fiestas!

Por
Jorge Pignataro

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