Hoy por: Jorge Pignataro
Con énfasis en el trabajo con alumnos…
En un solo volumen, de alrededor de ciento veinte páginas, la editorial uruguaya Cruz del Sur acaba de editar dos obras clásicas de Juana de Ibarbourou: “El cántaro fresco” y “Chico Carlo”. A menudo se las identifica como clásicos de la literatura infantil uruguaya, y es cierto, aunque no menos cierto es que, como dice un fragmento de las palabras de contratapa de esta edición, la poesía de estos dos libros “como toda buena poesía, conmueve a todas las edades y enseña una ética de la única manera posible: mediante la empatía que producen las vivencias presentadas”. La elaboración de la Introducción y las notas, corresponde a María Elena de Santiago y Mercedes Goicochea, quienes consideran “desafortunada” la expresión “literatura infantil”.
En varias oportunidades nos hemos referido en esta página a una nueva publicación de Cruz del Sur, como también lo hemos hecho con otras editoriales uruguayas, porque la reedición de un libro, máxime cuando se trata de una obra con altos valores absolutamente demostrados y consagrados, siempre es un aporte a la comunidad que debe ser destacado. Pero en este caso, el libro que ahora nos ocupa tiene un valor agregado que lo convierte en un excelente material. No sólo se trata de una reedición de los textos sino, además, de una publicación en que cada texto está acompañado de una guía para posibles ejercicios en un taller de expresión escrita: “Las notas al pie de los textos pretenden aportar ideas para favorecer la comprensión lectora y sugerir ejercicios de taller de escritura”, dice una nota aclaratoria.
En estos libros vuelve Juana, como lo hizo en cada uno de sus otros libros, a mostrar la naturaleza abierta en todo su esplendor, vuelve a proponer el tema de la maternidad y su preocupación por la infancia y el paso irremediable del tiempo. Pero en “El cántaro fresco” y “Chico Carlo”, todo esto adopta un rostro de niño, una ternura y delicadeza especial.
Un aporte didáctico excelente:
Por estas características de la nueva publicación, de más estaría decir que se trata de un material que brinda la inmejorable oportunidad de trabajar con alumnos, especialmente escolares –aunque no únicamente – en actividades de taller de creación literaria, fomentando la mejor comprensión del texto y explotando sus capacidades imaginativas. Ojalá así se lo entienda desde ámbitos educativos y este tipo de tareas sean habitualmente presentadas a los niños.
Compartimos a continuación dos ejemplos extraídos del libro, para mostrar en qué consisten algunos de los ejercicios planteados:
Los grillos
Mi hijo ha cazado un grillo y viene a traérmelo porque alguien le ha dicho que, guardándolo bajo una copa de cristal, recibiremos una alegría. ¿Una alegría? Entonces, pequeño mago chillón y negro, llévame con mi niño a aquel sendero que yo cruzaba todas las tardecitas cuando volvía de la escuela a mi casa. Muchos grillos cantaban entre los pastos del ribazo y yo hacía el camino abstraída y encantada, con una inconsciente y honda poesía en el corazón. Siempre he amado a los grillos y siempre, desde entonces, cuando en las noches de Enero los oigo cantar, siento una tristeza, una tristeza.
¿Con quién quiere ir la poetisa al sendero que la llevaba a la escuela?
¡Qué anuncian los grillos con su canto?
¿Por qué la poetisa se siente triste?
La noche
Me gusta el sol, el color, el ruido, la luz. Pero la noche me conmueve de una manera… Siempre, antes de acostarme, abro el balcón de mi cuarto y me paso un rato largo mirando el cielo y la sombra. Y es ésta, noche a noche, una hora de conmoción espiritual constantemente renovada. Nunca me pasa nada de extraordinario y sin embargo me son familiares todas las emociones. Basta un roce, un grito, un poco de luna, un trozo perdido de música, el canto áspero de un grillo, a veces nada, la emoción viene sola, para que vibre mi sensibilidad agudizada por mi vida solitaria y silenciosa. Mi alma parece un hilo en continua tensión: se pone vibrante al menor roce. Y frente al mundo, de noche, el fenómeno se hace más intenso. ¡Yo no sé qué tienen la sombra y la luna!
Los sentimientos que manifiesta la poetisa surgen ante la contemplación de la noche en toda su magnitud. ¿Es posible sentir algo similar si tenemos delante de nuestra ventana una calle iluminada?
Algunas opiniones:
Dentro de la nota introductoria se lee algunos conceptos que sobre Juana de Ibarbourou han manifestado diversas personalidades de la literatura:
De Jorge Arbeleche: “Toda su poesía, la de la juventud y la del ocaso, se construye sobre el eje del amor. Acto de amor al mundo, amor al hombre, amor a la existencia toda, en una actitud de sacralidad que une lo humano y lo divino”.
De Ricardo Pallares: “Sin embargo sigue siendo posible hablar de su modernidad (de Juana). Ante todo por la implícita defensa del individuo, por el expediente del intimismo, de la afirmación del gozo sensual y erótico mediante la palabra poética. Por la utilización de lo encantatorio del lenguaje y de la belleza de la imagen. Por la implícita afirmación de un tipo de valores que no tenía registro ni colocación en el mercado de entonces”.
De Marosa di Giorgio: “Vi una sola vez a Juana de Ibarbourou. En su casa de la calle 8 de octubre, en una recepción a escritores. Yo tenía un vestido blanco, de vidrio. Ella iba de negro, con perla. Me parece que habló muy poco. Yo, a ratos, de entre los grupos, la espiaba. La acompañaba un aura a lo Divina Garbo, si alguien puede compararse a Garbo, pero, igual Juana era muy hermosa. Deja algunos poemas trémulos, perdurables, en medio de una obra amplia y delicadísima. Y la leyenda. No se necesita más”.
La opinión de las prologuistas:
En apretada síntesis, puede decirse que María Elena de Santiago y Mercedes Goicochea, prologuistas de esta edición, así definen a las obras publicadas:
Sobre “El cántaro fresco”: “Leer El cántaro fresco es entrar en contacto con una forma de vida que se fue, guiados por un ser sensible con un sentido estético cultivado. Una mano de madre o de hermana mayor que con cariño nos abre su alma y nos señala las cosas que la rodean, las que añora y sueña. Selva, bosque, huerto, jardín, o patio, no tienen mayores diferencias en la perspectiva de la niña que descubre sus emociones ante la naturaleza, convirtiéndolas en gratificante lectura para quienes podemos descubrir el agua fresca del cántaro”.
Sobre “Chico Carlo”: “Chico Carlo es la manera ‘literaria’ de mirar el mundo de su infancia, donde ahora el personaje no será ella misma, como en El cántaro fresco, sino una niña, Susana, con una familia y un grupo de amigos: Chico Carlo, Feliciano, la hermana Isabel, la reina Paula. En lugar de la lineal recuperación de una imagen, en Chico Carlo se elabora una anécdota. Los textos de Chico Carlo tienen un esquema que se reitera con pocas variantes: 1- un razonamiento desde el presente y desde la edad adulta. 2- una anécdota del pasado. 3- una conclusión teñida por la emoción del recuerdo”.