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En una obra macanuda, nadie muere en el tercer acto

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Desde “La Toma del Bastillo” del francés Cilindrín Lecoq Sauvignon, obra teatral que supimos disfrutar, aunque poco entender, no pasó por el pueblo un elenco tan conmovedor y aplaudido. A cuenta a dedos nomás, debemos decir que transcurrieron quince años de aquella puesta en escena, que estuvo un mes entero en cartelera.

Sin dudas que fue una obra de arte que se atrevió a ser diferente, que lo arriesgó todo y puso a toda prueba a los actores

Veteranos espectadores, connotados críticos teatrales, y jubilados obra de la escena local y regional que “La Toma del Bastillo”, fue lo mejor, y eso que antes se habían lucido obras como: “El siete bravo”, “El dos de la muestra”. “El As de Oro”, la muy risueña “Truco a las pardas”.

Los más eruditos, los docentes de literatura, y el grado cinco, de alcohol, Bitucho Sarmiento, se fueron al teatro internacional al señalar que: “Desde Las bañistas (1853), de Gustave Courbet, hasta la Fuente (1917), de Marcel Duchamp, Antropometría sin título (1960), de Yves Klein, La cena (1974-1979), de Judy Chicago, pasando por el Cristo del pis (1987), de Andres Serrano, y El amor está en la papelera (2018), de Banksy”, no se había visto tanta irreverencia, en el papel como en las tablas.

Sin dudas que todas ellas fueron obras verdaderamente disruptivas

Con cataratas de aplausos con torrentes de criticas y con ramilletes de interrogantes a la salida de cada función por haber entendido poco y nada de lo que se trataba.

Es que no es fácil entrar a un teatro y sentirte interrogado, cuestionado, avasallado, por tantas obras transgresoras.”Ni en mis tiempos de Lupin me sentí tan apremiado, más que un teatro me parecía una Central de Policía”, decía un viejo ladrón jubilado que amaba ver obras de teatro.

«Todo acto de creación es, ante todo, un acto de destrucción». Dijo Pablo Picasso, agregó un viejo colega a su lado mientras lo miraba con aires de filósofo, que en un tono casi socrático, remataba: “Solo sé que yo sé algo”.

Pero un día pasó algo, estallaron los sentidos, los comentarios y las grietas intelectuales, cuando apareció en nuestro horizonte ciudadano, “En una obra macanuda, nadie muere en el tercer acto”.

Entre bambalina algunos de los actores comentó que ellos querían lograr una obra como la de “Ubú Rey”, escrita por Alfred Jarry a finales del Siglo XIX, “Ubú Rey” critica los excesos de quienes desarrollan complejos de superioridad por los puestos que ocupan, que en este Siglo XXI es como pintada al oleo de nuestra realidad.

Otro de los actores aclaró, para los neófitos del tema que poníamos los grabadores, nada más: «Ubú rey», es una obra bufa, una sátira implacable y guiñolesca válida para todo tiempo y lugar, se ha convertido por derecho propio en uno de los grandes clásicos de la literatura que brillan como perpetuo azote”, y decía finalmente: Con la obra que representamos quisimos hacer un homenaje al King, y aunque no lo logramos, tenemos lo nuestro, no se vaya a creer…

“EN UNA OBRA MACANUDA, NADIE MUERE EN EL TERCER ACTO”

Aquella compañía de teatro llegada a Puntas del Sauce Verde, trajo una obra muy comentada. Algunos, señalaban que era transgresora, otros, que era una mirada de la antípoda, otros, decían que eran de la diáspora, porque eran teatreros fuera de la escena, estaban en otro continente del espectáculo, y otros, comentaban que no la entendían por mas que le pusieran pienso y pagado la entrada mas de tres veces…

La propuesta era que el público actuaba y los actores miraban, ni más ni menos. Los actores explicaban, una y otra vez, que hacían un teatro distinto, diferente, sobre todo en el formato.

– Ustedes pueden imaginarse que nosotros nos preparamos para ser actores, pero, no espectadores, y eso se notó, fundamentalmente, en las primeras funciones, donde estuvimos un poco nerviosos, aplaudiendo a destiempo, no entrando del todo en la piel de los espectadores, pero, con el tiempo, y con oficio, fuimos tomando esas miradas que sólo el público puede tener, y ahí fue donde le encontramos la vuelta a la obra.- Comentó uno de los actores, en una conferencia de prensa.

– El público tampoco estaba preparado para actuar, desconocían el libreto, el despliegue escénico, las entradas, el mutis por el foro, y a veces agregaban cosas a los personajes, al libreto original, que en realidad, seamos francos, no existía, era un invento de cada noche, pero ellos le agregaban mas, sobre todo, las mujeres.- Acotó otro de los actores..

– Para mi fue una de los obras más difíciles que dirigí en mi vida.

– Sostuvo el director, en una mezcla de orgullo y de asombro-. …Después, la máquina se fue aceitando, por más que el público era distinto cada noche, y los actores los mismos.

Y mientras el público actuaba, los actores criticaban u elogiaban, según se dejaban llevar por lo que veían, había una gran química, y eso se notaba.

La obra, a tres actos, era una creación colectiva donde cada cosa tomaba cuerpo, era esencial en si misma y marcaba el time tan anhelado en las tablas.

– El segundo acto es el más complejo.- Asegura el director.- pero a su vez el más lindo, el mas intenso, el que mezcla los roles, los amasas, los envuelve, y es el pan que se hornea a piacere…

Aquí actúan juntos los actores y el público, es mucha gente en escena. Todos son protagonistas y cobra mucha vida el silencio de las butacas, sus dimensiones vacías, esa cruel mirada de nadie, que es para todos, y con la misma intensidad…

– La obra es buena, lo admiten los números, se trabaja a sala llena, y eso para el mundo del espectáculo se llama, éxito!!.- Dice muy feliz el productor.

– El tercer acto, es un poco más tradicional, con un formato tipo, donde los actores actúan y los espectadores observan. Es allí donde se explota muy bien el libreto, y se toman todos los cabos sueltos de los dos primeros actos. Se resuelve con contundencia una obra que termina bajo aplausos, y finalmente, con el reconocimiento de la crítica teatral, que al principio era hostil, muy dura, muy tajante en la descalificación de la propuesta.

– Claro, lo que pasa es que los críticos no son actores, nunca lo fueron, y no son parte del público, por más que se sienten en medio de ellos, y la obra no está pensada para críticos, para su inclusión, es para público y actores.

Con el tiempo, y gracias a la contratación de publicidad del productor, como que fueron entendiendo….

CAMACA

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