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martes, 25 de marzo de 2025
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El triste final de Nelly y Jorge, la pareja de ancianos encontrados sin vida el jueves

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Este viernes que pasó, Salto despertó con una triste noticia: el día anterior una pareja de ancianos había sido encontrada sin vida en su domicilio de Avda. Enrique Amorim 1297. Se decía que no habría, al menos según las primeras instancias de la investigación, ningún signo de violencia en los cuerpos, y así resultó efectivamente. Después, casi en absoluto, lo que hubo sobre el caso fue silencio.

Más allá que algunos medios de prensa locales sostenían que se intentaba determinar si se trataba de un homicidio o un suicidio (incluso alguno hablaba de ellas como las únicas dos opciones posibles), EL PUEBLO tenía prácticamente la certeza plena que se trataba de dos muertes por causas naturales. 

Por supuesto que había cosas que llamaban la atención, en especial que hubiesen fallecido juntos o con muy pocas horas de diferencia. Pero al investigar más los hechos desde el punto de vista periodístico, todo se pudo esclarecer. 

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Marcha por la Vida - Viernes 28 de marzo, 19:15hs
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Como lo adelantó este diario el domingo, la señora fallecida (Nelly Teresa Andrade Francolini, de 92 años) era hija del legendario futbolista José Leandro Andrade, campeón con Uruguay en los Juegos Olímpicos de 1924 y 1928, y campeón del mundo en 1930. Oriundo de la zona de La Cachimba, aquí en Salto, el barrio La Estrella lleva ese nombre justamente por esta “estrella” del deporte, al que se lo conocía como “la maravilla negra” y cuyo nombre llevan también la Plaza de Deportes N°1 y una calle del barrio Burton. En tanto quien fue hallado muerto junto a ella era su esposo (Jorge Carlos Palarino Pérez, de 72 años).

La señora, desde hacía mucho tiempo se encontraba en muy delicado estado de salud. Por su parte, su esposo era un conocido vendedor. Se lo veía durante todo el día, cada jornada, recorriendo comercios de punta a punta la ciudad. En moto, con un chaleco reflectivo color naranja y un bolso grande de cuero marrón, Jorge vendía desde roscas de tabaco criollo hasta tapones de termo, cigarrillos, hilos y agujas…y mil cosas más que habitualmente provocaban las más diversas bromas entre quienes lo conocían, en cada lugar al que llegaba. Porque no llegaba solo a vender, también conversaba, o se acercaba a los mostradores a leer el diario, a mirar la tele o escuchar la radio y comentar las noticias del día. Era un hombre afable, al que sin embargo, se lo veía muy afligido en los últimos meses. Le preocupaba la salud de su señora y lo desvelaba que no imaginaba cómo podría seguir sustentando la economía del hogar el día que ya no pudiera salir a vender por los comercios. Sabía, sí, seguramente sabía que a su compañera le quedaba poca vida por delante y es probable que él mismo ya sintiera algunos rumores de alguna enfermedad.

No era hombre de enfermarse. “En este trabajo uno no se puede dar el lujo ni de enfermarse -habría dicho más de una vez- si no, te comen los piojos”. Pero a comienzos de la semana pasada se sintió realmente muy mal, no podía respirar casi. Eran él y su señora solos. Pidió a un amigo que lo acompañara a que lo viera un médico. El martes de mañana estaba en la Emergencia del Hospital Salto. Suero y máscara de oxígeno inmediatamente. Dicen quienes estaba allí, que sorprendió la debilidad que tenía y que además, careciera de historia clínica. Estuvo un rato allí, con esa atención y una serie de análisis, pero la preocupación por saber que Nelly estaba sola en la casa e incomunicada de él, le jugó una mala pasada. Se puso nervioso; dijo que se quería ir. La doctora que lo atendía le habría advertido: “No se vaya, mire que si se va, es probable que no vuelva”. Pero no hubo de nada, se quitó el circuito y la máscara y se fue. Volvió a su casa y se acostó.

No hemos podido confirmar si el fallecimiento fue el mismo martes, el miércoles o el jueves (día que fueron hallados), tampoco quién de los dos falleció primero; “habrían sido pocas horas de diferencia; pero nada raro se encontró en el lugar, ni un escape de gas, ni producto alguno que pudiera haberlos envenenado”, se explicó a EL PUEBLO. Es decir, fallecieron juntos, naturalmente, y juntos. 

Dependían uno del otro para todo: para alimentarse, para alcanzarse un vaso de agua, para que la señora tomara la medicación de cada día. Se sostenían mutuamente. Se sostuvieron mientras pudieron. Fue casi un pacto, pero que ocurrió naturalmente. Aclarado el caso, solo resta decir: Que en paz descansen.

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