El Papa Francisco nos ha dejado una nueva lección de indudable valor no solo humano, sino de cristiano comprometido y propia de un hombre santo que es capaz de actos de grandeza impensables para muchos de nosotros.
El Papa acaba de decir con toda claridad que nunca habrá perdón sin conocer la verdad y sobre todo sin reconocer los hechos. Una verdad que no debe movernos a revancha, no es un cheque en blanco, que se expide a pesar de todo. Vale decir que no significa “no sé lo que hiciste ni dónde están, pero te perdono igual…”
NO, no es esto lo que procuramos trasmitir. A lo sumo es una vez conocida la verdad, una vez que sepamos fehacientemente qué es lo que se hizo y donde buscarlos, será posible perdonar para los cristianos, pero sólo a aquellos que reconozcan las injusticias, la crueldad de lo que han hecho y que se comprometan a que nunca más lo volverán a hacer.
Los pueblos que olvidan su pasado están condenados a repetir sus errores y esto es lo que debemos evitar. Perdonar si, pero sólo con determinadas condiciones y olvidar jamás, porque no será fácil ni siquiera para los más cristianos y por lo tanto no nos atrevemos a prometerlo.
El Papa Francisco nos ha dejado una lección, que honestamente no nos sentimos capaces de asumir hoy. Ha dicho que los violadores, los torturadores, los autores de homicidios, deberían de insertarse en el mismo ámbito de sus víctimas, con sus familiares más directos y dolientes, para entender cómo se llega a ciertos conceptos de la vida y a asumir determinadas acciones.
Cuando no se nos educa más que con determinados lineamientos, cuando se nos enseña a acatar sin analizar ni discutir, es difícil entender determinadas acciones.
Lo que nunca terminaremos de entender es porqué todavía no aprendemos que la violencia sólo acarrea violencia y por lo tanto la ley del Talión “ojo por ojo y diente por diente”, no soluciona nada en nuestros días.
Justicia para tener paz y sobre todo grandeza para perdonar a quienes asuman el compromiso de no caer en los mismos errores, es la única forma de superar los desafíos del momento.
Estamos seguros qué es la ambición más grande de todos los uruguayos en estos momentos, pero no cualquier salida es buena, ni constructiva.
Reconocer que se ha cometido acciones aberrantes, reñidas con el más elemental concepto de humanidad es lo primero que debe exigirse, mientras no se logre esto, la herida seguirá abierta y sangrando.
A.R.D.
