Cuando esto escribimos sabemos que poca gente estará de acuerdo con nuestra posición, pero de todas formas siempre hemos entendido que el periodismo tal como lo concebimos no es buscar adhesiones, sino aportar elementos para el análisis, alertar sobre errores que se pueden estar cometiendo y eventualmente denunciar irregularidades.
El pasado lunes se festejó el Día Mundial del Agua y por lo tanto nos parece un buen momento para compartir las siguientes reflexiones sobre el tema.
Organismos internacionales han recordado que “todavía más de 750 millones de personas en todo el mundo no tienen un acceso a agua potable segura, estando privados así de «un derecho humano básico».
En el caso concreto se trata de lo que entendemos es un error que seguramente lo habremos de lamentar todos a largo plazo.
El manejo público y aún privado del agua dulce que se hace en el departamento, como en todo el país, es un derroche de uno de los elementos imprescindibles para la vida, tanto humana como vegetal.
Tanto es así que hoy el desvelo de las superpotencias que auscultan las posibilidades de vida en otros planetas tratan de hallar primero signos de la existencia de agua, porque saben muy bien que sin agua no hay vida.
Salto en alguna medida podría denominarse ciudad del agua, aunque no hemos asumido aún que este recurso es finito, que el derroche que hoy hacemos de él pueden llegar a lamentarlo las futuras generaciones.
No sólo las aguas termales se vierten a los ríos sin que a nadie les parezca mal, sino que en otros casos como en las plazas públicas, luego que se exhibe en las fuentes va directamente al saneamiento o a los desagües pluviales.
Más aún, el saneamiento de toda la ciudad funciona en base al agua dulce que proporciona la empresa estatal. El agua dulce que algunas naciones obtienen aunque no con la misma calidad que la nuestra, desalinando el agua salada del mar a costos millonarios.
En Salto la seguimos tirando y a nadie parece importarle.
Es hora de que al menos comencemos a tomar conciencia de este derroche, porque es un problema que merece ser considerado, comencemos por evaluar las existencias de agua dulce, para saber si se mantienen, tanto en cantidad como en calidad.
Nos preocupa que en los últimos años se hable reiteradamente de la necesidad de nuevas perforaciones, tanto en Daymán, como en Arapey sin tener la certeza – que sólo pueden dar los técnicos en la materia – de por qué se pierde caudal de agua en estas perforaciones.
Este es el primer punto y seguramente el más importante.
