El próximo lunes se habrá de conmemorar el día Internacional contra la Corrupción, un flagelo que es cada vez más determinante en cuanto a las posibilidades de felicidad de los pueblos.
El único antídoto que se conoce frente a esto, es la transparencia, la honestidad, la fortaleza de los valores que cimentaron la creación de nuestra nacionalidad.
La corrupción es el cáncer social que ha carcomido las bases de nuestro sistema y de todas las democracias del mundo. Sobrevuela más allá de todo sistema político, religioso o filosófico.
La corrupción no es más que otra consecuencia de la política del “hacé la tuya”. Nos explicamos, un alto número de trabajadores y también de funcionarios públicos y privados de alto rango, tienen siempre la ambición de conseguir más dinero para satisfacer sus inacabables aspiraciones económicas.
De allí que es fácil determinar que el “ofrecimiento” de dinero a cambio de algunas decisiones corruptas, ya sea para mirar para otro lado, para dejar de controlar y fiscalizar o incluso para pasar por alto medidas dispuestas precisamente a los efectos de enfrentar y combatir la corrupción.
La premisa de que lo que vale es “tener” y no importa el “como” hacerlo, está en la base de la corrupción.
No sólo caen en la corrupción los ambiciosos, que no reparan en la forma de obtener beneficios, sobre todo económicos, sino que cada vez más lo hacen también las personas que sienten la “necesidad “ de ganar más dinero para satisfacer sus necesidades.
Estas necesidades han sido promovidas e incentivadas por políticas como las de “hacé la tuya” o “lo que importa es tener”. Vale decir que se erradica todo lo solidaridad social, se predica el individualismo, el egoísmo y todo lo que sea el hedonismo o el placer por el placer mismo y todo tipo de individualismo y bienestar individual, sea cual sea el precio que esto conlleve.
Reina “don dinero” y es el máximo valor que puede alcanzarse. Aquello que ya sostenían los franceses en la antigüedad, de que “todo hombre tiene su precio”, se hace carne más que nunca.
Hoy, a las puertas de un nuevo gobierno nacional, es imprescindible una convocatoria a la trasparencia y a la honestidad, porque la justicia social es la mejor forma de considerar a todos los pobladores del país de la misma forma.
A.R.D.
El “cáncer” social de toda la democracia
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