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lunes, diciembre 1, 2025
Columnas De Opinión
Alejandro Irache
Alejandro Irache
Licenciado en Psicología por la Universidad de la República(UDELAR). Habilitado por el Ministerio de Salud Pública (MSP). Atiendo a adolescentes y adultos, con foco en procesos de angustia, depresión y crisisexistenciales. He complementado mi formación con estudios en psicología laboral, selección de personal IT, psicología del deporte y salud mental grave,realizados en la Universidad de Palermo y en el Centro Ulloa (2024).

El insomnio crónico afecta el cerebro, las emociones y la vida diaria.

Dormir mal no es normal: cómo el insomnio se convierte en un estilo de vida disfuncional

Cuando tienes insomnio, nunca duermes del todo ni estás realmente despierto. Con el insomnio, nada es real. Todo está lejos. Todo es una copia de una copia de una copia.

 
— Chuck Palahniuk, Fight Club (1996)

El insomnio es algo más que una mala noche. Los manuales de clasificación del sueño distinguen entre episodios agudos que duran días o semanas y cuadros crónicos que persisten al menos tres noches por semana durante tres meses o más. La distinción no es trivial: mientras que las crisis puntuales suelen remitir cuando desaparece el factor estresante, la forma crónica se transforma en un síndrome de 24 horas con efectos sobre la vigilia y la salud mental. Este reportaje revisa la evidencia sobre cómo un síntoma aislado puede convertirse en un estilo de vida, qué mecanismos psicológicos lo perpetúan y por qué la terapia cognitivo‑conductual (TCC) es hoy la intervención de referencia.

Un trastorno de alta prevalencia y no siempre bien diagnosticado

Clínicamente, el insomnio se define como la dificultad persistente para iniciar o mantener el sueño o despertar demasiado temprano, pese a disponer de tiempo y condiciones para dormir. Más allá de la queja nocturna, el diagnóstico exige síntomas diurnos como fatiga, irritabilidad, dificultades de concentración y deterioro en el funcionamiento social y laboral. Esta concepción coincide con la que recoge la Sleep Foundation, que subraya que el insomnio se considera crónico cuando se mantiene tres noches por semana durante tres meses o más, y que puede alternar fases de mejora y recaídas.

El problema no se limita a quedarse despierto: la deprivación prolongada aumenta el riesgo de accidentes y afecta a sistemas fisiológicos y cognitivos. A pesar de ello, muchas personas restan importancia a las consecuencias diurnas y recurren a estrategias de afrontamiento poco saludables, como automedicarse con antihistamínicos o alcohol. Fuentes médicas advierten que los somníferos pueden provocar dependencia y que la terapia cognitivo‑conductual debería ser la primera opción.

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Cómo se cronifica el insomnio: el modelo de las 3 P

Para entender por qué algunos episodios de insomnio se cronifican, el modelo de las tres P —predisponentes, precipitantes y perpetuantes— es una herramienta útil. Según el portal especializado Dormir Bien, las personas con mayor activación fisiológica o niveles basales de ansiedad son más vulnerables (factores predisponentes). Un acontecimiento vital estresante —un duelo, una enfermedad o un cambio laboral— puede precipitar el primer episodio. Hasta aquí, la mayoría de los individuos vuelve a dormir cuando la situación mejora.

Lo que convierte un insomnio agudo en crónico son los factores perpetuantes: pensamientos negativos sobre el sueño, ansiedad anticipatoria y comportamientos que alteran la higiene del sueño. Acostarse demasiado temprano para “recuperar horas”, pasar horas despierto en la cama mirando el teléfono o asociar el dormitorio con frustración y vigilia son hábitos que desajustan el reloj interno y perpetúan el problema. Estos mecanismos refuerzan la idea de que dormir es una tarea y generan un círculo vicioso: cuanta más presión se ejerce para dormir, menos sueño aparece.

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FactorFunción ClínicaEjemplos de Mecanismos Psicológicos y Conductuales
PredisponenteAumenta la vulnerabilidad y sensibilidad al estrés.Hiperalerta biológica, tendencia a la rumiación cognitiva, internalización de emociones negativas.
PrecipitanteDesencadena el episodio inicial de insomnio.Estrés agudo, enfermedad, cambio vital.
PerpetuanteMantiene el trastorno a largo plazo (transición al estilo de vida).Asociación negativa cama-vigilia, conductas de compensación, tiempo excesivo en cama, preocupación excesiva por dormir.

Hiperactivación y deterioro cognitivo: el día después del insomnio

Investigaciones recientes describen el insomnio crónico como un trastorno de hiperactivación. Revisiones en la revista Neurología señalan que la vulnerabilidad al insomnio se relaciona con un modo no adaptativo de afrontar el estrés, centrado en la emoción y en la internalización de emociones negativas. Esta hiperactivación fisiológica, cognitiva y emocional se transmite a la noche y puede desembocar en insomnio.

La misma revisión destaca que los insomnes con una duración objetiva del sueño menor de seis horas presentan déficits cognitivos significativos, sobre todo en tareas que exigen muchos recursos mentales. Entre ellos se incluyen la atención compleja, el cambio de foco atencional, la memoria operativa y la consolidación de la memoria. Estos déficits sugieren una disfunción de la corteza prefrontal, responsable de la planificación, la toma de decisiones y la regulación emocional. Es un hallazgo alarmante: el mismo trastorno que impide dormir deteriora las áreas cerebrales necesarias para corregir los hábitos que lo perpetúan.

Ansiedad y depresión: una relación bidireccional

El insomnio no solo se acompaña de cansancio; también mantiene una relación estrecha con los trastornos del ánimo. Un reportaje del Instituto de Neurociencias Aplicadas explica que la falta de sueño de calidad puede ser un factor estresante que contribuya al desarrollo de la depresión y que, a su vez, la depresión casi siempre altera los patrones de sueño. Esta relación es bidireccional: los episodios depresivos provocan dificultades para conciliar o mantener el sueño, y la privación de sueño aumenta la vulnerabilidad a futuros episodios.

La ansiedad y la depresión comparten con el insomnio un denominador común: la rumiación y la incapacidad de reevaluar de forma flexible las emociones. Las personas que internalizan sus preocupaciones y se centran en el malestar, en lugar de buscar soluciones, alimentan un estado de hiperactivación que impide desconectar por la noche. De ahí que abordar la salud mental sea indispensable para tratar el insomnio crónico.

¿Por qué la terapia cognitivo‑conductual es el “patrón oro”?

Ante el creciente consumo de somníferos, la Clínica Mayo insiste en que la terapia cognitivo‑conductual para el insomnio (CBT‑I, por sus siglas en inglés) es el tratamiento de referencia. Según la institución, esta terapia ayuda a identificar y modificar los pensamientos y comportamientos que empeoran el sueño, reemplazándolos por hábitos que favorecen el descanso. A diferencia de las pastillas, que solo alivian los síntomas y pueden provocar dependencia, la CBT‑I aborda las causas del insomnio y sus beneficios perduran en el tiempo.

El enfoque combina estrategias cognitivas (desafiar creencias irracionales como “debo dormir ocho horas o mi salud colapsará”), control de estímulos (utilizar la cama solo para dormir o para la intimidad) y restricción del sueño, una técnica que limita inicialmente el tiempo en la cama para aumentar la presión homeostática del sueño. Estas técnicas permiten deshacer la asociación negativa con el dormitorio y recuperar la eficiencia del sueño.

Además, las intervenciones grupales y los programas de autoayuda basados en CBT‑I han demostrado ser eficaces y accesibles, lo que refuerza su recomendación como primera línea de tratamiento. La evidencia científica indica que, si bien la duración total del sueño puede no aumentar, la calidad y la eficiencia mejoran notablemente, devolviendo al paciente la sensación de control sobre su descanso.

Mirada crítica y recomendaciones

El insomnio crónico no es solo una molestia nocturna sino un trastorno complejo que compromete la salud física, cognitiva y emocional. La evidencia revisada sugiere que la cronificación resulta de la interacción entre la vulnerabilidad individual y un estilo de afrontamiento desadaptativo. Adoptar medidas de higiene del sueño no siempre es suficiente: se necesita un abordaje integral que incluya entrenamiento en habilidades de regulación emocional y terapia cognitivo‑conductual.

Desde un punto de vista sanitario, conviene evitar la medicalización temprana. Los somníferos pueden ser útiles de forma puntual, pero su uso prolongado se asocia a dependencia y a una falsa sensación de control. En cambio, la CBT‑I ofrece herramientas para reescribir los hábitos de sueño y reducir la hiperactivación que alimenta el insomnio.

Por último, es crucial reconocer el papel de la salud mental. La ansiedad y la depresión no son simples acompañantes del insomnio, sino que participan activamente en su génesis y mantenimiento. Apreciar esta interdependencia permite diseñar tratamientos más efectivos y prevenir que el insomnio se convierta en una identidad permanente. En palabras del especialista, dormir no es una tarea que deba forzarse, sino un estado que necesita condiciones favorables para ocurrir.

Recursos adicionales

📘 Libro recomendado: El insomnio de Patrick Lemoine  Un libro divulgativo que aborda los mecanismos del sueño y los trastornos del insomnio de forma rigurosa pero accesible

📺 Documental: Insomnio (Documentos TV, 2017) Producción en español que explora cómo el insomnio va más allá de una dificultad para dormir, y analiza sus impactos biológicos y sociales.

🎬 Serie recomendada:  Insomnia (2024) Serie británica de suspenso basada en la novela de Sarah Pinborough, donde el insomnio es parte central de la trama.

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