Todas las personas somos potencialmente creativas. Trabajar con la creatividad significa ocuparse de lo probable y lo improbable. Tener capacidad para formular preguntas siempre lleva a ser innovadores y creativos. Al respecto, en educación se busca que el estudiante pregunte y se pregunte bastante. Las personas nos movilizamos cuando tenemos preguntas, debemos tener la capacidad de generar cuestionamientos nuevos. Sabemos que en nosotros conviven el pensamiento divergente y el convergente. El pensamiento convergente avanza hacia una respuesta correcta, permite concretar, actúa en un espacio definido, con límites. El pensamiento divergente abre caminos, rompe la continuidad, se actúa en un espacio abierto, sin límites, es inesperado. Este pensamiento nos hace explorar, asumir riesgos, no cierra la puerta a ninguna posibilidad. Nos llena de ideas, originalidad, nos da fluidez y flexibilidad. Históricamente nuestra educación tiende a entrenar mejor el pensamiento convergente que el divergente. Debemos ser conscientes primero de nuestra capacidad de ser creativos. Retar a nuestro crítico interior que quiere mantenerse seguro, evitar que te arriesgues, limitarte. Hay posibilidades que solo quedan en la fantasía, pero si uno revisa la historia, observa eventos con ideas completamente absurdas e insólitas que han llegado a ser realizadas.

Los procesos de búsqueda están cargados de incertidumbre, requiere manejo de la ambigüedad y tolerancia a la frustración. Si utilizamos la frustración como motor, podremos solucionar los problemas. Es decir, en vez de descargar nuestra frustración de forma negativa, aplicar esa energía para diseñar una salida. También podemos usar el aburrimiento como motivación para crear. En vez de dejar que el aburrimiento nos lleve a actitudes sedentarias o autodestructivas, lograr transformarlo en motivación para crear. Primero debo reconocer las emociones en mí para luego reconocerlas en los demás. Quien no las reconoce, no las puede manejar. La percepción emocional es la base de la Inteligencia Emocional.
Existen también aspectos interpersonales a resolver. En educación debemos ser capaces de trabajar en equipo, de realizar proyectos interdisciplinarios, con la importancia que tienen para que el alumno pase de la dependencia a la autonomía, de su crecimiento personal al colectivo. Esto implica interactuar con otras personas, construir formas de colaboración efectivas. Armar grupos donde todas las posibilidades de expresarse estén dadas, donde sean capaces de examinarse autocríticamente y corregirse. En todo proyecto de innovación hay que tener en cuenta que puede existir resistencia al cambio. Es un fenómeno natural, propio de la experiencia social. Muchas veces se rechaza por prejuicios, temores, vivencias personales. En cambio, se acepta porque se percibe un beneficio de esta experiencia, cuando se está seguro de que no significa un riesgo, cuando se estima que se está dentro el ámbito de sus competencias. Estos proyectos de innovación pueden ser de ruptura, es decir, darse en un solo movimiento. O pueden tener un carácter gradual, donde se van produciendo cambios sucesivos, generando como resultado una transformación completa. Al problematizar el proyecto, debemos ser capaces de tomarlo como desafíos que nos obligan a actuar. Lo que se plantea como un problema, constituye oportunidades y debemos estar decididos a explorarlas.
En el centro educativo, directores, docentes y alumnos deben hacer frente a los problemas de las relaciones interpersonales de la vida cotidiana y encontrar salidas sólidas a los problemas. Apelar a la creatividad, a la capacidad de encontrar soluciones originales y valiosas para los retos diarios.
Nuestras emociones actúan frente a los estímulos. Nuestra función adaptativa nos permite prepararnos y movilizarnos para responder a las exigencias del ambiente. La función social facilita la interacción con las demás personas y la creación de redes de apoyo. A través de los gestos del otro puedo ver si necesita ayuda, protección, qué tipo de emoción siente. La función motivacional nos permite orientar la energía para alcanzar una meta. Tener un motor u optimismo, me facilita movilizarme para alcanzar mi propósito. La capacidad de manejar estas emociones se vinculan a la creatividad como medio de adaptación de los recursos para solucionar problemas. Muchas veces la formulación de un problema es más importante que la solución.
Al educar en la creatividad se busca formar personas que acepten los cambios, ricas en originalidad, iniciativa y confianza. Personas amantes de los riesgos, sin miedo a cometer errores, con confianza en sí mismos, listas para afrontar obstáculos, manejar la ambigüedad y la incertidumbre. El proceso creativo nos ayuda a ver que hay muchas maneras de resolver un problema y que todas son válidas. Abandonemos lo estándar, apostemos a la osadía, a generar productos diversos, seguros de que lo diferente constituye un valor.
Arq. Irene Barla Zunini. Diplomada en Innovación y Creatividad en Educación. Dipl. en Defensa Internacional de DDHH. Dipl. en Diseño de Políticas Públicas.