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miércoles, 16 de julio de 2025
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De la tierra a la mesa

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Diario EL PUEBLO digital
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De la tierra a la mesa.
Cada vez es mayor la tendencia de consumir frutas y verduras de forma más directa, de la tierra a la mesa.
Las huertas en el fondo de las casas, mini huertas en cualquier rincón, incluso en terrazas y balcones, es una modalidad que se desarrolla día a día para tener productos frescos y a mano.
El contacto con las plantas contribuye a la armonía de las personas tanto en lo biológico y psíquico, lo que se refleja en una mejor calidad de vida.
Los viveros volvieron a tener la importancia de aconsejar de, cómo, cuándo y dónde plantar según el espacio y la época del año.
También las huertas comunitarias han tenido un gran empuje en el último tiempo
Huertas comunitarias
¿Cuál es el objetivo de las huertas comunitarias?
El objetivo principal es producir alimentos frescos, sanos, aprovechando espacios improductivos, y brindar mayores puestos de trabajo, tanto para aquellas familias que estén sin empleo, como para quienes quieran sumarse a esta iniciativa.

“Este tipo de huertas fomenta una mejor nutrición, disminución del estrés,
el intercambio y el vínculo con el otro, además de la actividad física”

Débora Sotelo, Nutricionista

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Luego de conversar para este informe con la Lic. Débora Sotelo, queda claro que promover las huertas comunitarias es positivo desde todo punto de vista.


-¿Qué valoración puede hacer del uso de las huertas comunitarias en nuestra nutrición?

  • Desde el punto de vista que tiene que ver con la salud, estoy segura que si queremos lograr la verdadera seguridad alimentaria es imprescindible lograr la conciencia de la responsabilidad de las personas que están dispuestas a hacerlo en cuanto a la creación de los recursos propios, y justamente, uno de esos recursos con los que podemos contar son las huertas familiares o la agricultura urbana, que si logramos hacerlo, complementado con los recursos que se pueden adquirir ya sea comprando o intercambiando, complementa los aportes necesarios para obtener el estado de salud.
    En 2020 la FAO publicó cifras que indican que en el mundo, 811 millones de personas se encuentran en desnutrición y 155 millones de personas se encontraban en crisis alimentaria. En mayo de 2021, se estableció que 161 millones de personas se encuentran en situación crítica desde el punto de vista alimentario. Entonces, la agricultura urbana es un recurso muy importante que debe ser fomentado y utilizado para promocionar la salud y prevenir la enfermedad. Consumir verduras y frutas de estación nos permitirá activar nuestro sistema inmunológico, ya que las vitaminas y los minerales luego que pasan por el proceso de transporte, guardado en cámaras, en los mercados, en los comercios, en los diferentes lugares y aunque se cuide el estado de conservación, nunca va a ser lo mismo que cuando consumimos una verdura o una fruta recién arrancada de la planta, porque vamos a alimentar no solamente a todas las células de nuestro cuerpo biológico, sino también vamos a estar alimentando a las bacterias biointestinales que se nutren justamente de las sustancias que están en las frutas y verduras que se cultivan en la huerta.

  • -¿Cómo nos estamos alimentando hoy?
    -Lamentablemente hemos perdido esa cultura de la cocina natural en casa, de utilizar los recursos que tenemos, de cuando miramos la alacena y la heladera para ver qué tenemos para cocinar. Es mucho más fácil comprar una comida rápida, y como estamos demasiado saturados y cansados porque destinamos muchas horas al trabajo, llegamos a nuestra casa a la noche agobiados, y lo que hacemos es comprar comida que no es saludable. Esa es nuestra situación desde el punto de vista alimentario. Tenemos carencias nutricionales importantísimas que no se valoran en una balanza, y hablo como población. La población uruguaya tiene un índice de masa corporal promedio de 27, estamos hablando de un sobrepeso importante. Sabemos que Uruguay tiene fácil un 70% de sobrepeso u obesidad, y que el 40% de esa obesidad está en los niños. Los menores de 5 años están en cifras de obesidad bastante alarmantes, superando los niveles de Latinoamérica con un 10.5%, cuando en Latinoamérica es un 7%.
    Entonces, desde el punto de vista alimentario, es muy necesario que no solamente quienes trabajamos en nutrición comentemos la importancia de la comida saludable, sino que también la gente se haga cargo y se responsabilice en cambiar hábitos.
    Este tiempo de la pandemia del COVID, en lugar de haber mejorado la situación nutricional, la ha agravado. Quienes trabajamos todos los días en el consultorio estamos mirando a personas con bajo estado de Vitamina D, producto de estar encerrados en la casa y de no exponerse al sol, sumado a no consumir alimentos que pueden llegar a contribuir a la activación de la Vitamina D, como por ejemplo el pescado. Hay alimentos que tienen suplementación de Vitamina D, que se produce cuando nos exponemos al sol, y el problema de la carencia de la Vitamina D no solo tiene que ver con los problemas óseos, sino que también afecta al sistema inmunológico. ¿Por qué pongo énfasis en lo de la Vitamina D en este tema? Porque justamente al trabajar en la tierra, genera la absorción de la Vitamina D al quedar expuesto al sol.
    -¿Cómo pueden contribuir las huertas comunitarias a mejorar nuestra calidad de vida?
  • Este tipo de huertas no solo fomentan mejorar la nutrición, sino que además fomentan la disminución del estrés, el intercambio y el vínculo con el otro, además de la actividad física, porque una persona que va a mover la tierra, a regar y todo lo que genera la siembra y la cosecha, genera movimiento. Entonces, desde todo punto de vista, es positivo el fomento de la huerta comunitaria. Lamentablemente, en los lugares donde hay mayor carencia nutricional, que lo vemos en la zona suburbana de la ciudad, que es donde hay muchísimo terreno, es donde menos se siembra. Así que fomentemos esta forma de vida saludable para aprovechar los suelos y esa excelentísima tierra para poder tener mayor salud nutricional.

Se trabaja para «ir camino a una soberanía alimentaria, obtener
alimentos orgánicos, y generar conciencia en la comunidad»

La del barrio Dos Naciones, junto al Hogar Estudiantil Municipal y a pocos metros de la Escuela 112, es una de las varias huertas comunitarias que existen en nuestra ciudad. Tiene, en este caso, un año de vida y persigue entre sus más importantes objetivos el de concientizar a la comunidad sobre los beneficios de una alimentación saludable.
EL PUEBLO conversó sobre el tema con dos de sus principales impulsoras, Romina Matte y Rosita Echevarría. Fragmentos del diálogo mantenido con ambas, es lo que sigue a continuación:


-¿Qué es la huerta comunitaria del barrio Dos Naciones?
Nuestra huerta es una más dentro de la red de hurtas comunitarias urbanas que hay en Salto. La primera que se inició es la de Ceibal, está también la del Cerro, la de Lazareto y la huerta popular ubicada en el Espacio Cultural Mamarracho. La nuestra tiene nombre propio, YVY, que en Guaraní quiere decir algo así como «Tierra sin mal». Funciona acá en este predio del Hogar Estudiantil del barrio Dos Naciones y la integramos mujeres que vivimos en el barrio y en zonas cercanas.


-¿Desde cuándo se hace este trabajo?
Estamos cumpliendo un año este mes de noviembre, porque en 2019 Ramón Sosa comenzó a armar una huerta con los estudiantes del Hogar, pero con la pandemia de 2020 se cortó esta experiencia. En conocimiento de esto, decidimos solicitar a la Intendencia que se transforme en huerta comunitaria. Expediente mediante se nos otorga el espacio y comenzamos así este hermoso proceso. Paralelamente se recibe la donación de la familia de Ney Santurio, eterno luchador de la difusión de la Agroecología, recibimos plantines, almacigueras, invernáculos, baldes… Esta donación estuvo destinada para todas las huertas comunitarias.
-¿Qué producen?
Producimos según la estación del año para consumo propio, cosechamos maíz, rabanito, rúcula, kale, acelga, lechuga, apio, orégano, habas, albahaca de varios tipos, cilantro, menta, manzanilla, uchuvas y otros. Recientemente plantamos porotos, zapallos, maíz, tomates, boniatos…
-¿Con qué objetivos trabajan?
Como primer objetivo es ir camino a una soberanía alimentaria, obtener alimentos orgánicos, como también generar conciencia en la comunidad trabajando en conjunto con otras instituciones, por ejemplo la Escuela Nº 112 (escuela de ese barrio) donde los grupos de 5º y 6º año matutinos participan activamente. En los salones de clase han hecho almácigos, han trasplantado a la huerta comunitaria y siguen la evolución hasta la cosecha. Esta semana vieron sus primeros tomates y berenjenas, además las maestras complementan la experiencia de huerta con la matemática por ejemplo.
-¿Qué es lo que más les gusta de esta labor?
La recolección y conservación de las semillas es una de las acciones más importantes que tenemos, para volver a plantar y para compartir en los intercambios de semillas. Pero nos gusta todo; el conocimiento, el aprender, el obtener resultados, el enriquecimiento humano que se da entre nosotras y entre integrantes de todas las huertas, como también en los encuentros con otras huerteras y huerteros no solo de Salto. Este mes se participará en el Encuentro Nacional de la Red de Semillas y la Novena Fiesta Nacional de Semillas Nativas y Criollas que tendrá lugar en Atlántida.
-¿Y las principales dificultades que tienen?
Tenemos más apoyos que dificultades. Apoya la Intendencia de Salto con materiales y asesoramiento de la Ingeniera Verónica Baldassini, desde la Facultad de Agronomía (Unidad de Extensión CENUR Litoral Norte) con herramientas y asesoramiento de Cásar Riambau, como también contamos con el apoyo de la Red Nacional de Semillas, con asesoramiento y semillas. La dificultad podría ser que para ampliar la producción y aprovechar mejor el invernáculo que se construyó, necesitamos más persona que se integren, por eso continuamos invitando a sumarse, ya que es una huerta abierta, justamente por ser comunitaria.

Humberto Grilli, un hombre que disfruta «de estar todos los días con la planta, entenderla, ver qué le hace bien y qué le hace mal»

De Colonia Osimani y Llerena

Humberto Grilli es un productor hortícola de la Colonia Osimani y Llerena con casi 60 años de radicación allí. Está jubilado y aunque continúa trabajando su hijo, él no deja de participar en las tareas «sobre todo porque con la experiencia se puede aportar bastante», comenta muy entusiasmado en la conversación, ya que «lo hago con gusto, no es que me estás poniendo en un problema al hablar de esto, me gusta, claro que cada cual tiene su visión».


-¿Qué nos puede contar, a grandes rasgos, sobre este predio hortícola?
En el predio hay invernaderos de tomate y morrón en una parte, y en otra parte se tiene ganado, cría de vacas y terneros. El predio en el tiempo de mis padres era todo citrus, mi padre era citricultor. Después, con los años, con los vaivenes, se fue convirtiendo en horticultor y nos convertimos entonces en horticultores. Después, cuando vino el tema de los invernaderos, donde en poca tierra se planta mucho, esa tierra que sobraba empezamos a utilizarla también en una cosa y en otra, porque uno empieza con una cosa y sigue enganchándose en otras. Por ejemplo, teníamos una vaca para leche nomás, pero dijimos: vamos a poner otros animales que coman el pasto. Y ahí encontramos que juntábamos abono, entonces ya fue un negocio, chico, pero era un negocio. Después ya empezamos a adelantar más con la tecnología. Pero quiero decir que en el caso de este predio, y en muchos, lo que se ha mejorado creo que tiene mucho que ver con la Fomento Rural de Colonia Osimani y Llerena.
-Mencionó recién a la Tecnología, ¿ha notado muchos cambios a través de los años?
Sí, ha habido cambios. Si hablamos de computadoras por ejemplo, a mí que me agarró ya con unos años, prefiero seguir anotando en el cuaderno con lápiz, me siento más cómodo. Pero cuando hay que manejar una computadora para un riego o cosas así, son muy buenas herramientas, muy buenas. Yo no tengo esas herramientas pero las he visto en predios vecinos, nosotros aún no hemos puesto, aunque ahora están más baratas, más accesibles. Después, en todo lo que es control de heladas tiene grandes ventajas…
-¿Cómo es eso?
Antes hacíamos fuego alrededor, era un sacrificio para cuidar una planta, para poder salvar un tomate y que no lo matara el frío; hoy en día, se aprieta un botón y nos acostamos a dormir, cambió notablemente.
-Para que a la producción le vaya bien o mal, ¿de qué principalmente depende, del clima?
Son varias puntas. El tiempo es una, sin dudas, contra el clima no se puede…Pero en el caso de la horticultura y en el caso del invernadero, se planta un poco a contra-estación, la idea es sacar con el frío, que en el sur no se produce o se saca menos. Esa es la virtud de la persona de estar todos los días con la planta, entenderla, ver qué le hace bien y qué le hace mal, tener asesoramiento técnico y tratar de comercializar bien.
-¿Cómo está el tema comercialización?
Siempre es un tema difícil. Pero al problema de la comercialización hay gente que lo tiene solucionado. Lo que pasa que a veces se confunde a la gente, o la confundimos cuando decimos «tengo problema de que esto no vale». Pero si no vale, no tiene problema el comprador ni el verdulero, ni el supermercado, el problema es porque hay mucha oferta. Porque uno de los problemas de la horticultura y todo lo que es plantaciones es cómo planto lo que realmente la gente necesita. Entonces uno planta, y a veces sobra mucho, pero al que le sobra quiere vender, y para eso baja los precios, entonces el problema es ahí. Cuando sube, cuando vale un disparate cualquier fruta o verdura, hay gente que dice: «¡la plata que están haciendo los productores!». Y no es así, eso es porque hay poco, y al productor no le sirve…A nosotros el precio alto no nos sirve porque no vendemos. Cuando se saca cantidad y el precio es más o menos aceptable, ahí es cuando sirve más.
-¿A quiénes venden ustedes principalmente?
Acá se divide en dos. Un poco se entrega a la distribuidora Guarino, de acá de Salto, y otro poco va al Mercado de Montevideo.
-Además del trabajo familiar, ¿hay empleados?
Hay algunos empleados sí. El invernadero demanda mucha mano de obra, acá hay unos 6.500 metros de invernadero y eso lleva bastante trabajo.
-Tienen además la Feria de la Colonia Osimani y Llerena…
Hace 5 años que en esta feria empezamos a vender y a hacer fondos para la Fomento, entonces se vende producción de la zona. Aparte le cuento que en los predios, hace unos 5 o 6 años que empezamos a hacer control biológico. Un día, el segundo año, dijimos: vamos a poner en el pizarrón de la feria que son productos con control biológico, a ver qué dice la gente. Enseguida vino una señora, preguntó: ¿qué es eso?, y la mandaron a hablar conmigo. Le expliqué que eran métodos nuevos que estábamos probando, etc, etc., la señora se encantó y ya me dijo que el esposo tenía problemas de salud, que no podía consumir determinados productos, y ya se hizo fanática y empezó a ir y a preguntar: «¿los morrones tienen control biológico?», le explicamos que sí y entonces lleva. Ese cambio, para mí que ya soy una persona grande, es notable, porque es parecido a lo de mis abuelos. Cuando mi abuelo era productor, yo era niño, casi que no se conocía el insecticida, era algo mucho más natural. Y ahora hay todo un trabajo para hacer en el entorno…y es algo que se puede. Yo empecé probando en un rancho, como ensayo, y anduvo bien aunque con algún problemita, pero el tercer año ya decidimos hacer en todo, y este que está terminando ya es el quinto año que se hace. Quedamos conformes, pusimos en la balanza problemas y ventajas y, en mi caso, se decidió hacerlo. Uno trabaja mucho más tranquilo.
-Porque tiene que ver con el cuidado de la salud…
Sí, con el cuidado de la salud de todo el mundo: del productor, del empleado y de toda la ciudadanía. Además empezamos a redescubrir la naturaleza, cosas que nosotros que vivimos acá en la tierra las teníamos delante de la nariz y no nos dábamos cuenta. Y otra cosa que quiero agregar es que me encanta cuando veo gente joven que se interesa por esto, porque veo que tienen un camino para recorrer.

“El objetivo es que la gente tenga que comer diariamente”

Thomas Lefebvre – Asociación Cristiana de Jóvenes

La Asociación Cristiana de Jóvenes viene llevando adelante desde hace más de un año, un proyecto de huertas, con el cual procura que, personas de bajos recursos y con extremas necesidades alimenticias, puedan acceder, por medio de la propia producción, a alimentos de calidad.
EL PUEBLO dialogó con el encargado de dicha tarea, Thomas Lefebvre, quien destacó la importancia del involucramiento no solo de las personas que se beneficiarán con los resultados, sino también, de la sociedad toda.


PROYECTO BUSCA INVOLUCRAR A LA SOCIEDAD
El proyecto nació por dos razones; la ACJ a nivel internacional hizo un llamado para presentar proyectos realizados por jóvenes donde hubieran soluciones para el clima. De ahí surgió la idea de trabajar en el proyecto que se llamaba “Un espacio para crecer”, en el cual se trabajaba con niños y adolescentes en situación de calle, en situación de vulnerabilidad.
Cuando empezó la pandemia observamos que, el Estado, hizo canastas para entregárselas a las familias necesitadas, y en ese momento, nació el proyecto basándonos en que, un problema mayor que tenemos hoy en día con el clima, es el de la agricultura de masa, y un problema mayor que encontramos a escala local, con quien trabajamos, es la falta de alimentos sanos, sobre todo.
Entonces pensamos en este proyecto, para implementarlo en este momento en particular, con las personas que trabajamos, niños y adolescentes, principalmente, pero, también, hablando con las familias. Y así nació.
Hicimos una primera huerta en el jardín de una familia que tenía un espacio bastante grande para decir de hacer algo comunitario; y después, cuando el primero no funcionó realmente como lo pensamos, implementamos otra forma, encontrando a otras familias que querían involucrarse en el proyecto, y empezamos nuevamente. Aclaramos que, cuando las personas ven los resultados, los vecinos de alrededor, se acercan a ver y nos dicen que les gustaría participar, y como uno de los objetivos del proyecto es involucrar a la mayor cantidad posible de vecinos y a la comunidad toda.
Hoy en día seremos unas 30 personas involucradas, con huertas que ya funcionaban; y estamos creando dos nuevas, que van a involucrar a 20 personas más, llegando a unas 50 personas aproximadamente. Hablamos de las familias, luego, teniendo en cuenta, también, al equipo de la ACJ, con quienes tratamos de realizar un trabajo transversal de concientización a través de la institución.


CONCIENTIZACIÓN
Cuesta un poco la concientización del tema. Creo que el avance de la tecnología es algo importante pero, en nuestro caso, que trabajamos con personas en situación de extrema pobreza, ellos necesitan encontrar alimentos para el día, entonces, ahí surge lo complicado. Implementar una huerta, por más tecnología que se use, significa tener paciencia, tiempo, para empezar a plantar, dejar crecer la planta, con una durabilidad del proceso de unos tres meses, pero, repito, con quienes trabajamos necesitan la comida ya. Entonces, hay todo un trabajo primario que hay que hacer con ellos, que es de concientización, pero, también, de reaprender un poco la paciencia y de saber, también, que se trata de algo que, cuando se empieza es lento, pero después, una vez que el proceso está en marcha, es algo que puede darle alimentos para todo el año. Pero, los primeros pasos cuestan, y es ahí donde es más complicado. Porque, cuando comenzamos y ellos no ven el resultado en el día, pierden un poco la motivación. Después de concientizarlos, de que no es solamente hacer la huerta sino que hay detrás un trabajo de unidad para el hacer, la cosa cambia.
El proyecto hace un año que está en marcha. Lo empezamos en invierno, que no es el mejor momento para hacer cultivos; entonces, ahora, empezamos a tener un poco de cosecha y un poco de producción pero, esperamos a diciembre, para realmente poder evaluar cuántos kilos vamos a sacra de las huertas. Pero, el objetivo final no es el número de kilos, sino que, las personas, puedan tener lo que comer todos los días.


PRESUPUESTO MENGUADO
Nosotros tratamos de dar algún tipo de respuestas, pero, con el presupuesto pequeño que tenemos, falta mucho; como también faltan políticas públicas para ir más allá de lo que estamos haciendo nosotros.
Contamos con un apoyo proporcionado por la Intendencia de Salto, que no es financiero;la Intendencia tiene un sector que trabaja las huertas comunitarias, proyecto que está coordinado por la Ingeniera Verónica Baldassini, quien nos asesora y nos ayuda en nuestro proyecto; también, la Intendencia nos ayuda para conseguir tierra negra, que es lo que necesitamos para hacer los canteros, porque, tras mucho estudiar, es donde plantamos las huertas, porque, lamentablemente, los suelos no son buenos, entonces, necesitamos otro tipo de tierra para poder lograr tener un cultivo interesante.
Después, recibimos una pequeña ayuda de la Intermundial de la Asociación, porque ganamos un premio cuando presentamos el proyecto al momento del llamado como lo comenté al principio.
Pero en sí, lo hacemos a pleno pulmón, con imaginación, creatividad, porque, muchísimas cosas las hacemos con las cosas que tenemos; pero, tenemos la idea, también, de probar, recuperar y demostrar que, no se necesita, tampoco, grandes recursos para empezar una huerta. Queremos involucrar a muchas personas, entonces, no podemos decir que, para empezar con una huerta necesitamos a 200 personas de una sola vez, no. Si no que, con un poco de tierra, algunas semillas, y muchas ganas, y mucha voluntad, se puede lograr algo importante.

“El tema plantas, siempre fue mi pasión desde que era niña”

Lourdes Ganicoche – “Lourdes Vivero”.

Lo que inició como una sugerencia en su puesto de la Feria de Plaza de Deportes, culminó siendo un emprendimiento de muchos años.
Lourdes Vivero, a cargo de Lourdes Ganicoche, se transformó en un referente en la materia en cuanto a variedad de plantas, tanto las decorativas, las aromáticas, como las alimenticias.
Ubicado en Apolón, pasando Defensa, en la zona del Hipódromo, invita al salteño y al turista, a disfrutar de otro tipo de atractivo, el cual, pandemia de por medio, fue descubierto por muchos que, redescubrieron la ciudad y sus inmediaciones.


LOS INICIOS
El tema plantas, siempre fue mi pasión desde que era niña, desde que iba a la casa de la abuela, de las tías abuelas, las que siempre me daban alguna plantita. Me gustaban, recuerdo, mucho las tunas, y siempre fui coleccionando; y, después, con el correr del tiempo, fui teniendo mis jardines, luego, hay más grande, tipo parquecitos, etc.
Y llegó un momento, harán unos 20 y pico de años, en plena crisis, fuimos a hacer feria en Plaza de Deportes, feria de verduras porque somos chacreros, vendiendo tomates, por ejemplo, que en algún momento se mandaba a Montevideo pero que, por el bajo precio o tiraban o nos decían que no mandáramos más, entonces, comenzamos a ir a la plaza con todo ese excedente de mercadería.


Y fue así como, estando en la feria, empecé a ver que iban señores con unos cajoncitos de plantas y las vendían. Y se acercaban las señoras a comprarnos y nos preguntaban si no hacíamos mudas de verduras, de plantas, y bueno, me gustó la idea y de a poco empecé a hacer mudas de albahaca, de cretona, y después seguí con helechos y demás, formando, de a poco, el vivero.
Siempre llevaba para vender a la feria de Plaza de Deportes. Después de muchos años de ir ahí, abandonamos, y una vez al año íbamos al Hipódromo, con los granjeros, y al principio llevaba plantas para adornar el puesto de ellos, y después me invitaron a que llevara plantas para vender, se me facilitó e lugar, empecé a vender, alcanzando ventas grandes, porque, en ese entonces, no había en Salto tantos viveros como los hay hoy en día.
Así comenzamos. Así nos animamos. Y la gente comenzó a pedirnos la dirección, con algunas dificultades para encontrarnos porque, en esa época, Apolón era una calle vecinal, un camino, no era muy conocido para el lado del Hipódrmo. Pero, de a poco, nos fuimos haciendo conocer.
En contacto, más tarde, con gente de la Intendencia, se me invitó y me uní a los emprendedores, con quienes trabajé durante algunos años, yendo a ferias, a las plazas, al Mercado 18 de Julio. Pero al tener mis años, me cansé y ahora estoy solamente en el vivero, frente a la chacra, acá en Apolón, pasando calle Defensa en la zona del Hipódromo.


EMPRENDIMIENTO
FAMILIAR

Empecé con una hija que me ayudaba a hacer las mudas, pero, pasado el tiempo, las chiquilinas se fueron a estudiar, a hacer sus vidas, y seguí yo sola, porque me apasionan las plantas; pero, ahora que ya estoy más grande y que necesito ayuda para algunas cosas, ellas volvieron a ayudarme. Alguna siempre viene y me da una mano. Pero es más bien un trabajo casero y familiar.
Debo aclarar que, antes, al inicio, el vivero se llamaba “Vivero Plantas de la Abuela”. Ahora el mismo se llama “Lourdes Vivero”.
ESPECIES
Tengo especies de interior, todo lo que consigo y otras que hago, como orquídeas, begonias, helechos, palos de aguas, dracenas, ficus, tunas, plantines, hortensias.
Después, para los jardines tengo rosas, jazmines, azaleas, camelias, diversidad de palmas (interior y exterior), árboles, arbustos, frutales (más bien nativos, guabiyú, arazá, etc.).
Tengo, también, paraíso canadiense, lapacho, roble, ibirapitá, jacarandá, timbó, y más variedades que, son tantas, que a veces me olvido.
PREFERENCIAS DEL
CLIENTE
Digámoslo así; en el momento en que comenzó la primavera, lo más vendible, lo más práctico, es el plantín, que la gente busca para adornar el jardín lo más rápido posible, para las ventanas, las macetas, los canteros, etc. Después está la persona que busca una rosa, un jazmín, para poner en algún lugar del patio. Y, ahora, en este momento, viene mucha gente en búsqueda de plantas lindas como para adornar una barbacoa, una galería, alguna parte de la escalera como las palmeras, por ejemplo.
Hay un poco de todo. Pero, también, como acá estamos en una chacra, tengo plantines de lechuga, perejil, acelga, albahaca, romero, tomillo, o sea, las aromáticas.
ANTES Y DESPUÉS DE LA PANDEMIA
Hace más de un año, casi dos, antes de que empezara la pandemia, las maestras les habían insistido a los niños para que hicieran huertas. De deber tenían que llevar a clases un cajoncito u otro recipiente, donde plantaran dos o tres verduras, una acelga, un prejil, etc., como para ir aprendiendo, volviendo a las huertas de antes.
Ya cuando vino la pandemia, no venían a comprar solamente por los deberes de los niños; comenzaron avenir matrimonios que decían, ya que estamos en casa vamos a plantar alguna verdurita.
Y aprovecho para comentarle que, a raíz de esto, me llegó gente al vivero, porque, al cerrar el tránsito en las Costaneras y en las Termas, en el verano, por marzo y abril, la gente salía con el termo y el mate y salía por Apolón, y descubrían la zona, muchos nos decían que no conocían la zona.
Así fue como mucho público llegó al vivero.
Hago propagando en Facebook, por ejemplo, o en el diario, pero, debo decir que, lo que más me trajo clientes fue la calle una vez que la arreglaron, y la pandemia

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