Un río es una bendición para cualquier comunidad, a punto tal que si buscamos los origenes prácticamente de todas las ciudades veremos que se han instalado prioritariamente al costado de un curso de agua.
Significa que el hombre ha tenido claro siempre que al estar junto a un río goza de privilegios como de pesca, de agua para beber y de esparcimiento, y sobre todo de tierras fértiles con buena humedad, aspectos muy valorados cuando se trata de familias numerosas y de escasos recursos.
Sin embargo no todo es felicidad, las familias ribereñas saben también que para convivir debidamente con el río hay que estar preparados para las crecidas, esto es cuando el río parece reclamar su territorio y no hay nada que pueda detener su avance. Casi que no hay ríos en el mundo cuyas crecidas hayan sido eliminadas, a lo sumo se han podido manejar, dosificar, como en alguna medida sucede con Salto Grande, pero no suprimir porque a la naturaleza nadie la suprime.
En tiempos de inundación hay quienes optan por correrse un poquito hacia un lugar de mayor altura, esperando el retroceso del agua y también hay familias que en estas ocasiones prefieren alejarse definitivamente del río porque las inundaciones les dejan un muy mal recuerdo.
Los ribereños conocedores de la situación y que viven allí por opción, conocen de estas situaciones, saben que lo principal es contar siempre con un lugar seguro adonde recurrir con sus enseres, porque poniendo sus bienes muebles a salvo, pueden sobrellevar mejor la situación.
El deterioro de muebles y otros enseres es la consecuencia más grave que puede acarrear una creciente y cuando estas son recurrentes, estas consecuencias resultan nefastas.
La solidaridad de sus coterráneos y de las autoridades les permiten sobrellevar estos momentos en cuanto alimentación y cobijo en lugares destinados a estos efectos, en cambio los bienes muebles quedan expuestos y suelen ser blancos de hurtos y daños.
Es lo que tenemos que aprender. Convivir con el río significa también respetarlo, no usarlo como basurero, no llenarlo de químicos contaminantes que van matando tanto su fauna, como su flora. Significa no invadir los terrenos bajos aledaños porque cuando el río se explaya no espera, no aguarda ni hay nada ni nadie que pueda detenerlo.
En cambio la actitud de algunos habitantes prefiere ignorar estas premisas, cada vez vemos más bloques de hormigón tratando de impedir que el río se explaye hacia allí.
Hemos sabido de vecinos que aprovechan la inundación para tirar hacia el agua toda la basura y chatarra que les sobra porque como no se ve, hasta que el río baje, pareciera no existir.
Es lamentable y la comunidad tendría que buscar la forma de pasar factura a estas personas, para que sepan que el río es también un ser vivo que requiere cuidados y sobre todo respeto. Si no lo aprendemos a tiempo nos espera una vida miserable.
Alberto Rodríguez Díaz