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miércoles, 18 de junio de 2025
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Con Ricardo Rebollo Borche, Diseñador de telares, artesano por excelencia

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Diario EL PUEBLO digital
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“Estoy convencido de que el artesano debe proteger su herramienta porque es la que le dará siempre de comer”.

Ricardo Rebollo nació el 21 de julio de 1954 en Fraile Muerto. Un pueblito de no más de 4 mil habitantes ubicado en el corazón del departamento de Cerro Largo.

Vivió durante su niñez en campaña, y en su adolescencia viajó a  Montevideo con el fin de estudiar. Entro a la universidad a estudiar Arquitectura. Recorrió de mochilero gran parte de América Latina, se convirtió en diseñador de telares, artesano por excelencia y debido a los vaivenes de la vida decidió venirse a Salto con motivo de encontrar un lugar en donde el turismo le diera las armas para desarrollarse.

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Hoy a sus casi 56 años se considera un “junta dichos”, un hombre de gran memoria con un sin fin de anécdotas que contar, anécdotas que narrará en el siguiente Al Dorso.

– Cuénteme sobre su tierra natal y su familia

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– Nací en Fraile Muerto, un pueblito ganadero de unos 4 mil habitantes ubicado en el interior del departamento de Cerro Largo.

Soy el segundo de 6 hijos, y pese a que mis padres compraron una casa en el pueblo cuando mis hermanos y yo comenzamos la escuela, siempre vivimos en el campo.

Mi padre era un paisano, creo que yo lo vi usar pantalón recién cuando yo era ya grande porque siempre andaba de bombacha de campo y botas o alpargatas dependiendo de la temperatura y la tarea que realizara.

En ese entonces mis hermanos y yo trabajábamos en el campo, y teníamos mucha responsabilidad, se plantaban vacas (risas) y teníamos la responsabilidad mayor que era la de ser el hijo del patrón. Vos tenías que puntear, ahí no había otro que fuera más guapo que vos, y si había alguien mas trabajando con vos, uno tenía que hacer más fuerza que él y primero.

Como gurí tenía mis tareas, traer los caballos, esas cosas que cuando nadie las hacía uno las tenía que hacer. Recuerdo que yo tenía una tarea muy linda que era llevarle la ropa a la lavandera. Iba a un pueblito que quedaba cerca del campo con 2 bolsas colgadas al caballo y eso me significaba alrededor de 2 horas entre ir y volver y además conversar, hablar con la gente en el rancho de la lavandera, los hijos y el marido.

Recuerdo que cuando yo me juntaba ya de más grande a tomar mate con mi viejo, entre una pregunta y una respuesta podía haber 2 o 3 mates. Teníamos poca oportunidad de hablar entonces, no era cuestión de andar errando en lo que ibas a decir, era necesario tomarse un tiempo para pensar y preguntar lo correcto.

Mi viejo siempre se quejaba de que le iba mal en el campo entonces una vez le dije dejate de joder, vendé todo y andate para Montevideo; lo pensó durante 3 segundos y me dijo, si me llevás el ombú yo me voy.

El ombú era un árbol que había cerca de nuestra casa y el había nacido al lado de ese ombú, trabajó, se casó, tuvo hijos y nietos y por lo tanto el árbol era su representación, su estabilidad quizás.

– ¿De dónde surge su gusto por la lectura y la escritura?

– Bueno yo nací en el año 1954 y 10 años después en 1964, se conmemoró el bicentenario de Artigas, por lo que en el pueblo se generó algo impresionante, un impacto sociológico de esos que suceden solo en ese tipo de pueblos pequeños ubicados en el interior.

Se hicieron 3 cosas, una Estela votiva, se asfaltó una calle a la que se le puso Avenida General Artigas que fue la primera avenida y la primer calle asfaltada del pueblo, y por último se inauguró la biblioteca municipal.

La biblioteca era un salón de 3 metros de ancho por 6 de largo que tenía libros en todas las paredes, y yo en dos años, de los 10 a los 12, me los leí todos. Al código civil le entré varias veces pero como no pude lo dejé, y a los libros en inglés tampoco les presté atención.

– ¿Cuándo decidió irse a vivir a Montevideo?

– A los 14 años aproximadamente decidí irme a estudiar, así que me fui de pupilo al colegio Sagrada Familia. La verdad es que fue un desarraigo bestial, no entendía nada y aunque me fui con un hermano y un primo me sentía solo.

Aprendí cosas que nunca me hubiese imaginado, a comer por ejemplo, y me enseñaron a comer lo que viniera cuando había hambre. Aprendí además a tomar vino porque los curas nos daban un vaso de vino con la comida.

De ahí decidí que lo que quería era estudiar arquitectura, y me costó mucho. Además tuve una pelea con mi viejo porque le parecía una pérdida de tiempo, pero me dediqué a estudiar eso. Me fui a Melo a hacer preparatorio y en 1974 entré a la facultad. Estudié muy bien, y me faltó muy poco para terminar la carrera, quinto año, carpeta y alguna materia, pero trabajé gran parte de mi vida en la arquitectura hasta que por allá por el año 2000 tuve un accidente. La historia es que venía en un auto, choqué, me fracturé las 2 piernas, me desmayé, y cuando me desperté de ese desmayo lo primero que hice fue buscar el celular que estaba en el piso y llamé a la empresa para avisar que no llegaba a la reunión a la que tenía que ir. Y ahí me dije que no quería trabajar nunca más en eso.

– ¿Recorrió América Latina?

– En el año 1979 decidimos realizar un viaje por América Latina con 5 amigos, así que salimos de Montevideo a dedo.

Como preparación para realizar el viaje estuvimos enclaustrados durante 3 meses en un apartamento haciendo viva comunidad y leyendo Las Venas Abiertas de América Latina de Eduardo Galeano. Eso era todo lo que íbamos a hacer, recorrer América Latina.

Para lograr que el viaje tuviera éxito hicimos un vínculo en Paraguay para trabajar allá en arquitectura, y nos fue bastante bien, trabajamos unos 5 meses, hicimos proyectos, dirección de obra, de todo ya que faltaba dinero y capacidad había. De ahí seguimos, conocimos Paraguay bastante bien.

Yo trabajaba en dirección de obras, y algo que me enojaba mucho era tener un intérprete porque los obreros hablaban en guaraní. Entonces aprendí guaraní como para moverme.

Estuvimos también en Argentina durante algunos meses andando de a poco, Bolivia algunos meses también de a poco, Perú, y ahí se enfermó una de las compañeras con las que viajábamos y nos volvimos.

Tengo recuerdos muy lindos de esa travesía, y de alguna manera mi hijo mas grande Joaquín repite eso de andar, andar y andar.

– ¿Cuál fue el lugar que mas le gustó de su recorrido?

– Uno de los lugares que me gustó mucho fue Purmamarca, es un pueblito de aproximadamente 200 personas en el medio de la Quebrada de Humahuaca en Jujuy Argentina. Es realmente una cosa impresionante, para llegar tenés que venir por una ruta y en la cordillera siempre va el río, la vía y la carretera porque es el único lugar en donde se puede pasar. De ahí sale una carretera y como a 5km aparece un pueblito.

Pero mientras tanto pasamos por unos lugares maravillosos, el cerro de los 7 colores y un sin fin de paisajes realmente muy bellos.

Llegamos a Purmamarca que es un pueblo sumergido dentro de las montañas, es más, para ir al terreno de quintas hay que cruzar una montaña porque del lado del pueblo no crece nada y del otro lado le da el sol y se llega caminando.

Pero la cosa más maravillosa es que en la entrada del pueblo hay un Algarrobo plantado en el medio de la calle, un árbol de unos 300 años, y un tronco al que no lo abrazan unas cuantas personas. Así que el ómnibus que entra ahí tiene que realizar varias maniobras para poder entrar.

– Cuénteme sobre su vinculación con el telar, con las artesanías

Nosotros vivíamos con mi señora en Parque del Plata, y habíamos tomado la decisión de vivir de los telares como una forma de trabajo.

Yo nunca había visto un telar de cuerpo presente hasta que la vi tejer a ella porque una vecina le había enseñado, y me puse a trabajar con él, y un día de caliente nomás me construí un telar. En base a estudiarlo, y a estudiar su mecanismo durante algún tiempo llegué al diseño de un telar que funciona bárbaro, y que nos permite tejer mejor. Ese modelo es el que además vendimos por todo el país y que vendimos muy bien.

Y estoy convencido que el artesano debe proteger su herramienta porque es la que siempre le dará de comer.

En la revolución industrial el dueño de la herramienta era el dueño de la fábrica, y eso es fundamental, por eso nosotros intentamos de todas las maneras posibles dedicarnos a la artesanía.

¿Cómo llegaron a Salto?

En un momento estuvimos muy mal económicamente y la familia de mi señora es de acá de Salto. Así que en un momento buscando algo, es decir, pensamos en donde estaba el turismo todo el año, donde estaba lo que nos diera de vivir todo el año, entones nos vinimos buscando las termas del Daymán. Eso fue a principios del 2006.

Nos tomamos muy en serio la llegada a Salto  y quisimos hacer las cosas bien, y tan bien las hicimos que cuando nos vinimos metimos la pata en todo lo que pudimos y un poco más. Quisimos cambiar el horario de Salto, quisimos abrir un negocio de artesanías que estuviera abierto todo el día cuando acá en Salto hasta los comercios de comida te cierran al mediodía.

Lamentablemente no entraba nadie ni en los horarios hábiles, y menos entraban cuando estaban todos los demás negocios cerrados.

Así que en el primer verano nos convencimos de que el lugar no funcionaba y cerramos.

¿A qué se dedican actualmente?

Bueno y de allí nos fuimos a las termas, trasladamos ese mismo local a la galería comercial de termas, y pretendimos continuar haciendo lo mismo.

Creo que hicimos las cosas bien pero en un mal momento; y además no sabíamos nada de negocios.

Considero que somos muy buenos artesanos, sabemos de lana, sabemos de artesanía, sabemos del arte de tejer, sabemos de la historia de la tejeduría y nos gusta hacerlo.

La verdad es que las vacaciones de julio del 2008 fueron tan malas que mientras nosotros tratábamos de vender una ruana de 1500 pesos, la gente venía y pedía algo de 10 pesos decidimos cambiar de rubro, y ahí surgió la idea de abrir la pizzería en la cual trabajamos ahora.

Pero además había cerrado la pizzería en las termas y venía la gente y nos preguntaba si sabíamos en dónde podían comprar pizza, entonces nos pusimos fecha de que si hasta los últimos días de julio no cambiaba la cosa, íbamos a poner una pizzería, y como no cambió, el primero de agosto abrimos la pizzería.

Aprendimos a hacer pizzas y hasta ahora no matamos a nadie (risas), pero ha sido muy bueno ver como la gente llega a comprar, muchas veces recomendada por otros.

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