Tan solo algunos días atrás, cuando la boxeadora Chris Namús supo de una instancia más en su trayectoria deportiva. La necesidad de rescatar esa síntesis informativa: «La boxeadora uruguaya Chris Namús (33 años), que iba por los tres títulos mundiales en su regreso al cuadrilátero, comenzó siendo protagonista del combate y pese al gran esfuerzo finalmente cayó por puntos ante la eslovena Ema Kozin (21). Los jueces dieron ganadora a la eslovena (98-82, 97-93 y 97-93) tras 10 rounds de dos minutos cada uno. La velada se desarrolló en el “CPI Box Club” en Donauworth, Alemania»
Quien vio el combate a través de la TV, habrá coincidido con tantos: la uruguaya en los hechos, NO PERDIÓ. Tradujo dominio en más de un round. Pero el peso de la localía decidió: los jueces le otorgaron la victoria a la eslovena.

EL CUARTO EN LA HISTORIA
A los días siguiente surgió el turno de RAFAEL SOSA PINTOS, el salteño. «Cayó en su pelea prevista en Berlín, Alemania, en donde estaba en juego el título intercontinental de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB) en la categoría mediano. El triunfo le correspondió al local Zeynel Elbir, por puntos en decisión unánime del jurado, que estableció las tarjetas: 97-94, 98-92 y 97-93. Constituyó la pelea número 76 para Sosa Pintos a nivel profesional, con un récord ahora de sesenta y una ganadas y quince perdidas, siendo el cuarto pugilista de la historia en nuestro país con más combates»

LA RAZÓN DEL NEGOCIO
Tras el combate, Sosa Pintos tiró la bronca. Al igual que Namús, la certidumbre que «no me superaron». Sin embargo retornó con la manos vacías y la gloria distante. Frente a las dos situaciones aludidas, cabe preguntarse desde EL PUEBLO hasta dónde el boxeo no se ha convertido en una farsa, en la que solo priman los que son locales, sin que el retador visitante disponga de una miserable chance. El negocio del boxeo noquea las ilusiones y lo hace con desparpajo olímpico. Primero Chris Namús y después Rafael Sosa Pintos, bien que lo volvieron a saber. La esencia del deporte, condenada al salivazo. Penosamente cierto.