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Casos reales y míticos del comisario Croce, la despedida de Ricardo Piglia por la puerta grande

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Cuentos escritos con la mirada

Antes de morir Ricardo Piglia dejó preparados varios libros con la intención de que fueran publicados en fecha póstuma y los doce cuentos que integran Los casos del comisario Croce es uno de ellos. Lo escribió con Tobii, un programa sueco que convierte las pupilas del ojo humano en mouse, de modo que, si se fija la vista sobre una letra en un teclado de pantalla durante varios segundos, queda señalizada, y un pestañeo sustituye al clic. Lo escribió con la mirada porque el ELA (Esclerosis Lateral Amiotrófica) le había dejado el resto del cuerpo paralizado, y la mirada era todo lo que podía animar el último año de su vida.
La atención sobre el mundo visible y el desciframiento de las superficies fue el modo en que Piglia reunió su trabajo crítico con la imaginación de la literatura policial, dos géneros que homologan sobre pesquisas diferentes, análisis y métodos de investigación, a menudo puramente deductivos y audaces. La realidad vista desde el lugar del otro, el carácter dinámico de la interpretación, intuiciones, corazonadas, juegos asociativos y la perseverancia del rastreador, dieron forma a los hábitos de Piglia, de su alter ego Emilio Renzi y del comisario Croce, un personaje que apareció en su novela Blanco nocturno y comparece en estos relatos tardíos para recuperar casos policiales de origen real o legendario, para poner a prueba alguna tesis literaria y rendir homenajes.cultura
Croce es un personaje pampeano, en la mayoría de los cuentos está en vías de retirarse o ya desocupado, y se mueve por zonas rurales, los pueblos de la provincia de Buenos Aires, a veces la ciudad de La Plata o la capital. Es deudor de una tradición que hace pie en los cuentos policiales de Bustos Domecq, el seudónimo de Borges y Bioy Casares, y también en los de Rodolfo Walsh. Todos reclamaron el enigma en la tradición inglesa, los motivos autóctonos del crimen y la ambientación criolla de personajes y secuencias. Pero Piglia es un narrador de fuerte carácter intelectual y sus relatos asumen el artificio de secuencias y diálogos, como a su modo lo hizo Chesterton en los cuentos del Padre Brown. “Me gustaba que aquel trozo de madera fuese una cara, pero también me gustaba que aquella cara fuese un trozo de madera” diría Chesterton en su autobiografía, a propósito de la fascinación por los títeres de su infancia. El género puede ser presentado como el artefacto de una ilusión y en esa clave de juego literario están concebidos estos cuentos de Ricardo Piglia, incluso el breve prólogo, una curiosa consideración del delito escrita por Karl Marx en 1857. “El filósofo produce ideas, el poeta poemas, el cura sermones… El delincuente produce delitos.” Pero no solamente: “produce, además, el derecho penal y, con ello, al mismo tiempo, al profesor encargado de sustentar cursos sobre esta materia… toda la policía y la administración de justicia… Los cerrajeros jamás habrían podido alcanzar su actual perfección si no hubiese ladrones. Y la fabricación de billetes de banco no habría llegado nunca a su actual refinamiento a no ser por los falsificadores de moneda…
Lo que en este mundo llamamos el mal, tanto el moral como el natural, es el gran principio que nos convierte en criaturas sociales, la base firme, la vida y el puntal de todas las industrias y ocupaciones, sin excepción”.
La mayoría de estos “casos” son retratos en los que Piglia introduce ironías y derivas literarias, menos concentrado en resolver los enigmas por una lógica estricta que en recrear episodios, relacionar ideas y apuntar procedimientos de investigación. El caso Pesic, un marinero yugoslavo que en 1978 fue acusado de cometer un crimen en un bar de alternadoras en el puerto de Quequén, ocupa a Croce en el primero de los relatos, “La música”; un supuesto film pornográfico de Eva Duarte lo compromete en “La película”; Croce resuelve la falsa identidad de la víctima de un antiguo crimen en “La excepción”, descubre el paradero de un ingeniero reportado como desaparecido en “El impenetrable”, acompaña la devolución de la virgen de Luján en manos de un falso predicador, en “La promesa”, y atrapa a los responsables de un extraño abuso cometido contra una mujer en Mar del Plata (“La señora X”). “El jugador” es el desafío narrativo de un breve y famoso ensayo de su autoría, titulado “Tesis sobre el Cuento”, en el que a partir de una anotación de Chéjov para un relato —“Un hombre, en Montecarlo, va al casino, gana un millón, vuelve a casa, se suicida”—plantea que un buen cuento siempre cuenta dos historias, una en superficie y la segunda, implícita. Chéjov nunca escribió ese cuento, pero Piglia ambientó la historia en Necochea y resolvió la paradoja con argumentos algo forzados y sorpresivas evidencias.
Los homenajes regresan a dos figuras iconográficas de la literatura argentina. Leandro Lezin, el astrólogo de Los siete locos y Los lanzallamas, de Roberto Arlt, después del derrocamiento de Perón se ha integrado a la resistencia contra la llamada “Revolución libertadora” y planea alcanzar el poder. “Estamos en una situación inmejorable —le dice a Croce, durante una entrevista clandestina, en “El Astrólogo”— Tenemos un líder carismático y está lejos, podemos pedir cualquier cosa en su nombre… Vamos a liquidar y a sobornar a quienes haga falta… Pero sobre todo vamos a comprar voluntades, negociar con almas; comerciar hoy es igual a hacer política, estamos en la era de los grandes negociados. La corrupción es el rostro humano del sistema, el engranaje emocional de la maquinaria abstracta del capitalismo, su eslabón débil. Los coimeros, los avivados, los ventajeros, los estafadores, los usureros son nuestros aliados, están en todos lados, en las oficinas, en las empresas, en los ministerios, y realizan por su cuenta las mismas trapisondas que el poder económico hace todos los días en escala gigantesca…”
En “La conferencia” el invitado es Borges, cuando a mediados de los años cincuenta se presentaba en los pueblos de la provincia de Buenos Aires para discurrir sobre autores y temas que convocaban a unas pocas personas. Croce es invitado a sumarse a los cinco oyentes del escritor —Piglia transcribe fragmentos centrales de la conferencia sobre la literatura policial— y antes de que Borges tome su próximo tren a Tandil comparten una cena en la que ambos se identifican con la figura del baqueano y el rastreador, plantean un crimen hipotético y conversan sobre sus profesiones.
En “El Tigre” Emilio Renzi refugia a Croce en el Delta durante la represión al peronismo, comparecen nuevos casos, y en “La resolución” y “El método” Piglia suma otros apuntes, interesado en recuperar sus anotaciones más relevantes sobre el personaje y sus métodos, antes de cerrar definitivamente los ojos.
LOS CASOS DEL COMISARIO CROCE, de Ricardo Piglia, Anagrama, 2018. Barcelona, 177 págs. Distribuye Gussi.
(EL PAIS CULTURAL)

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