Pealizar una crónica del Sr. Carlos Páez Vilaró, y agregar algo más de todo lo mucho que se dijo, resulta difícil. Pero comencemos. Realmente fue un símbolo de Uruguay durante décadas, y lo continuará siendo eternamente. Su vida fue muy particular, de estudio, planeamiento, y sacrificio, creyendo siempre en sus ideas. Pintor, escultor, ceramista, escritor, muralista, constructor, compositor, director, y sobre todo hombre de mundo. De mañanas, tardes, noches y madrugadas, intensas, muy intensas, que supieron de charlas en ruedas de café, de caminatas por la costa de Maldonado, de reuniones con gente de aquí y de allá, y de mucho borocotó, borocotó chas chas allá en el Mediomundo o en el propio desfile de llamadas. Lugar donde se mostró desfilando, tocando el tamboril, días antes de su partida al cielo, para continuar pintando las nubes, ese sol tan particular que lo identifica, y las estrellas, con el color esperanza de su entusiasta pincel. Una vez, transitando en las inmediaciones de Casapueblo, lo encontré muy temprano con un periódico entre sus manos, leyendo los titulares. Llegaba a su casa, luego de desayunar con amistades suyas, era verano. De paso lento, pero decidido y emprendedor, saludó a conocidos y curiosos, que hasta se tomaron fotos con él, demostrando su categoría humana y su calidad para entender que un recuerdo con su persona, no era cosa de todos los días. En su bunker blanco sin techo proyectó e hizo realidad infinidad de sueños que fue edificando en su pasaje por el orbe. Artista y obrero de la gente. Ícono de la cultura criolla, por siempre. Un personaje de novela, que llegó más allá del horizonte. Traspasando la farándula, y la política.
EL CONVENTILLO DE LOS NEGROS
Carlos Páez Vilaró nació el 1º. de noviembre de 1923 en Montevideo. De joven ya el arte lo llamaba para que lo distinguiera en sus filas. Es entonces cuando se va a aprender y probar suerte en diferentes oficios a la vecina orilla. A Buenos Aires llega a principios de los años cuarenta realizando varias tareas, primero en una fábrica de fósforos y más tarde se dedica a las artes gráficas, trabajando en una imprenta de la zona de Barracas. Ya veinteañero retorna a “la tacita de plata” quedando gratamente sorprendido por el sonido de las lonjas de las comparsas de los barrios Sur y Palermo, y por el mismísimo Mediomundo, el famoso conventillo de los negros, donde se afinca. “Quiero vivir acá, háganme un lugarcito en alguna pieza, quiero saber cómo se relacionan ustedes, sus costumbres, sus pasiones, preparar el fuego para templar el sonido de los tambores, pintar fantasías e ilusiones…” Así, se hace amigo de ellos, vinculándose a la comunidad afrouruguaya, comenzando a colaborar en la preparación del legendario desfile de llamadas, sintiendo en su piel blanca y en su corazón el folklore afrodescendiente. En ese logrado acercamiento realiza y dedica obras enseñando aspectos de la cultura y de la vida cotidiana de los negros, léase: llamadas, religión, casamientos, bailes, nacimientos, velorios. Con increíble pasión Páez Vilaró se entrega a la causa, pintando cientos de cartones, componiendo candombes, supervisando los coros, decorando sus tambores y actuando con los lubolos en los desfiles de carnaval. Incentiva una corriente que en ese momento luchaba por imponerse sobre la incomprensión. Concretado esto, parte rumbo a Brasil, y más tarde visita Africa. En sus periplos conoce a artistas gigantescos: Pablo Picasso, Salvador Dalí y Alexander Calder, entre otros. Realizando verdaderos puentes de confraternidad.
CASAPUEBLO EN 1958
En 1958 empezó a construir Casapueblo, denominada por él mismo como una “escultura habitable” ubicada en Punta Ballena, a 13 Km de Punta del Este. Con el tiempo además de su hogar, el lugar se convirtió en taller y posteriormente también en museo y hotel, siendo uno de los atractivos turísticos del departamento fernandino. Según Páez Vilaró «La construí como si se tratara de una escultura habitable, sin planos, sobre todo a instancias de mi entusiasmo. Cuando la Intendencia me pidió hace poco los planos que no tenía, un arquitecto amigo tuvo que pasarse un mes estudiando la forma de descifrarla…”. Mientras continúa coloreando, publica libros e incursiona en el cine en 1967, como coguionista del filme “Batouk”, dirigido por Jean-Jacques Manigot, en 35 mm. color, de una hora cinco minutos de duración. Los coguionistas fueron Aimé Césaire y Leopold Sedar Senghor que aportaron poemas. La cinta participó del Festival de Cannes en el año de su rodaje. También existen referencias de un largometraje experimental: “Une Pulsation”, basado en una secuencia de imágenes tomadas por Páez Vilaró durante un viaje alrededor del mundo con su amigo Gérard Leclery, el film realizado en París incluía música de Astor Piazzolla. Según los autores del libro “Le Grand Tango: The life and music of Astor Piazzolla”, luego de la realización de dicha película, Piazzolla le hizo llegar a Páez un casette con una nota adjunta «Gracias por la libertad que me has dado, me siento como un nuevo Piazzolla».
LA TRAGEDIA DE LOS ANDES
El 13 de octubre de 1972, el avión Fairchild Hiller FH-227 de la Fuerza Aérea Uruguaya, se estrelló en la Cordillera de los Andes, con 45 personas a bordo. Una de ellas era su hijo. De ésta manera se vio involucrado en la denominada “Tragedia de los Andes”, a través de su hijo Carlitos Páez, que integraba el equipo de Rugby Old Christians. Ddurante los 72 días que duró su desaparición fue uno de los líderes en la búsqueda de sobrevivientes. De dicha experiencia surge su libro “Entre mi hijo y yo, la luna”. En sus páginas contaría “Entre Carlitos y yo estaba la luna que me miraba desde el cielo. Y yo le había chiflado detrás de la cordillera, como para que supiera que estaba ahí…”. Se casó en 1955 con Madelón Rodríguez Gómez y se divorció en 1961. Con ella tuvo tres hijos: Carlos Miguel, Mercedes y Agó. En 1989 se unió con Annette Deussen, y tuvieron tres algo más: Sebastián, Florencio y Alejandro. Falleció el pasado lunes 24 de febrero de 2014 en Punta Ballena, a los 90 años. Su marca registrada quedará impregnada «for ever» en sus murales y realizaciones, desde la escenografía del programa “De Igual a Igual”, pasando por el Complejo Celeste, hasta la pileta del Conrad en la península. Lo vamos a extrañar y mucho.
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