Muchos lo hemos visto en el estacionamiento del supermercado El Revoltijo, ordenando el tránsito vehicular interno, haciendo ademanes a los conductores, saltando ágilmente la rampa para acomodar los vehículos. Siempre atento, sonriente y con mucha educación, dispuesto a guardar las bolsas con las compras de los clientes en el baúl de los autos, ganándose el cariño y la admiración de quienes acuden al supermercado céntrico.
Carlos Enrique Pereira, “Carlitos, tiene treinta y siete años, nació el nueve de enero de 1980, en Montevideo, pero de muy chiquito se vino a vivir a Salto con su madre y su hermana. Tenía 8 años cuando llegó, por eso los recuerdos de su niñez son en su mayoría de esta tierra de los azahares. Vivió un tiempo en calle Bilbao cerca del Parque Solari, y allí pasó muchos veranos jugando descalzo. Fue al Jardín 115 y a la Escuela 105 y después, cuando a su madre le dieron un apartamento cerca del Hospital, continuó sus estudios en la Escuela 3. Su padre falleció cuando él era apenas un niño y su madre, que murió hace algunos años, lo crió junto a su hermana, inculcando a ambos los valores de la amabilidad, el respeto y el buen trato para con la gente.
Fue justamente eso, su cordialidad y simpatía en la atención al cliente lo que lo distinguió entre tantos funcionarios del lugar y por eso hoy forma parte de esta sección donde cuenta su historia de vida y sus anhelos por progresar “para darle lo mejor” a sus hijos.
¿Cómo era de chico?
“Era bastante pícaro (risas), jugué al fútbol en Almagro y después me dediqué a trabajar. A los 25 años arranqué en el Packing de Caputto”. Después estuve en varios lados, siempre buscando crecer y mejorar. Arranqué en lo Caputto, después estuve en la mueblería Llovet que ya cerró y con Ítalo Supparo en su supermercado, trabajé con Venturini en los productos Fénix como seis años, con Bordenave trabajé tres años más, también en la empresa de seguridad de Alberto Subí y actualmente estoy en el Revoltivo (supermercado del centro), ya hace tres años”.
¿Qué recuerdos tiene de su primeros trabajos?
“En todos los lugares que trabajé siempre me trataron muy bien, no tengo queja ninguna. A mi me gusta ir siempre progresando y por eso fui cambiando mucho de trabajos, buscando mejorar los sueldos y las condiciones. Pero en todos los lugares que trabajé siempre estuve muy bien y solo tengo agradecimiento por la oportunidad que me dieron”.
¿Cómo ingresó en esta empresa?
“Acá entré a trabajar porque los clientes hablaban con la patrona sobre como yo era con ellos, como los trataba, que era muy amable y bueno en lo que hacía. Mi función acá es cuidar autos, atiendo a la gente que viene con los carritos con sus compras, los acompaño hasta el coche y les descargo la mercadería. A los que llegan les hago señas donde hay lugar para estacionar, si tienen que esperar les digo que esperen un segundo y ordeno de la mejor manera el tránsito acá adentro”.
Tiene una forma muy particular de trabajar, es muy atento con los clientes …
“Sí, me gusta que la gente se vaya contenta y ando siempre saltando para acá y para allá. Lo que pasa que a mi me gusta que salga todo bien y poder irme a mi casa sabiendo que estoy haciendo bien mi trabajo”.
En su forma de ser, ¿salió parecido a alguien de su familia en particular?
“Yo salí así a mi padre, Rufino Gómez Pereira, fallecido hace muchos años, pero mi hermana tiene otra actitud y otro carácter, es más seria, salió más parecida a mi madre. Yo me casé con María Celeste Silveira y hace quince años que estamos juntos, mis hijos son Valentina de siete años, Camila de nueve y Carlitos de trece años que va al Liceo Nº 5. De mis hijos, Carlitos es el más parecido a mí. Todo el mundo en la calle le dice -¡el hijo de Carlitos que trabaja en el Revoltijo!- y eso es lindo, a uno lo incentiva a trabajar mejor”. Pero todos mis hijos de alguna manera salieron parecidos a mí, tienen un buen carácter, se dan con todo el mundo. Trato de enseñarles esos valores de amabilidad y respeto”.
¿Cómo es el trato con el público?
“El público no es fácil, hay de todo. Hoy en día se perdió mucho la honestidad y muchos valores. Trabajar con la gente no es fácil, a veces llegan malhumorados de la casa y uno tiene que ir viendo como llegan para saber como los va a tratar. Entonces yo observo cuando llegan y ya veo si vienen con pocos ánimos de conversar los dejo pasar nomás, pero a todos los saludo bien. Lo primero que me enseñaron mis padres fue que cuando uno llega a un lugar tiene que saludar a la gente y eso siempre lo hago”.
¿Le pasó alguna vez qué un cliente reaccione mal?
“Cuando alguna persona reacciona mal, yo hablo con el encargado y le informo lo que pasó. Porque este estacionamiento es privado y muchas veces viene gente que no va a comprar y estaciona acá. Mi función es informar que el estacionamiento es para quienes vienen a comprar acá, pero siempre de una forma muy cordial, trato de que la gente se vaya bien igual”.
¿Seguramente tiene algunos clientes preferidos?
“(Risas) Sí, tengo algunos clientes preferidos sí. Lo que pasa que la gente me quiere mucho acá. Algunos son más cariñosos o atentos conmigo, son macanudos, buenos conmigo, me tratan bien. A veces a fin de año me regalan cosas y son muy atentos y eso yo lo valoro mucho. A veces me ven por ahí y me saludan, me tocan bocina y eso me encanta, porque se ve que me quieren, y eso es lindo porque significa que estoy haciendo las cosas bien”.
¿Qué opina de la gente que va a trabajar de mal humor?
“Yo opino que la gente no tiene que ser así, venir de mala gana al trabajo. Si uno tiene problemas en la casa tiene que dejarlos en la casa, como siempre me decía mi padre. Y si uno tiene problemas en el trabajo no hay que llevarlos a la casa tampoco, porque la señora y los hijos no tienen nada que ver con eso. Yo tengo problemas, como todo el mundo y sin embargo no los traigo al trabajo. Una vez me pasó que mi hija Valentina, estuvo internada al borde de la muerte, cuando ella tenía tres años, estuvo en Ucinsa en el Sanatorio Panamericano. Fueron momentos muy difíciles, pero salimos adelante y por más que eso me afectaba mucho yo siempre iba a trabajar con la mejor cara”.
¿Tiene algún sueño para sí mismo o su familia?
“Conmigo acá están todos felices y contentos y me dicen que siga así, que voy a progresar en la vida. Mi sueño sería poder ir mejorando para darle lo mejor a mis hijos. Me gustaría que ellos sigan estudiando y se reciban de algo. A mi hijo Carlitos, le encanta el inglés y tiene buenas notas en inglés y quiere ser profesor. Yo por mis hijos hago todo, y voy a seguir trabajando para progresar y que se sientan orgullosos de mí y que vean que su padre sale siempre adelante. Quiero darles lo mejor a ellos. También quiero decir que agradezco a todos los clientes por el trato que me dan y a todos los patrones de los lugares donde trabajé”.