Las generaciones más antiguas, las que tenemos entendido que han inventado la pólvora como los chinos, siguen usando éste elemento como motivo de alegría, para promover algunas celebraciones.
Es que ha sabido sacar provecho de sus formas y colores, más que del estruendo de sus explosiones.
En nuestro medio más que nada se ha usado siempre por el ruido, por el estruendo y la explosión que causan.
Entre nosotros no se puede ignorar que existe un riesgo muy importante, porque se está manipulando pólvora y muchas veces se lo hace irresponsablemente.
Sabemos que también se ha usado responsablemente y en ocasiones es una salida económica para menores que durante las fiestas tradicionales “arman sus puestos de venta” y con el producto de sus ventas financian otras actividades más sanas.
No ignoramos que existe un riego latente. Tampoco las nefastas consecuencias de las explosiones en los animales que muchas veces huyen despavoridos. Es más conocimos un huérfano de la guerra asiática, adoptado por un matrimonio uruguayo, que el primer año en el Uruguay, cuando escuchó el ruido de los petardos, huyó despavorido a esconderse.
Es que no tenemos ni la menor idea, de lo que puede provocar en los recuerdos de otros seres humanos, víctimas del uso de la pólvora como un elemento maléfico, dañino y letal.
Celebramos el control y la paulatina eliminación de la pirotecnia sonora encaminada desde la Junta Departamental y la Intendencia, pero no dudamos que la cuestión no es sencilla. Porque no se trata sólo del riesgo de las consecuencias, sino del fruto de algo que venden los menores de edad. Esos mismos que en otros lugares son empleados en las minas y otros lugares de mayor riesgo.
Es sabido que anualmente “alguien” resulta atrofiado por una explosión no controlada o demasiado arriesgada. Para nosotros que estamos reclamando controles, fiscalización y exigencias para estos puestos de venta, celebramos que finalmente se haya entendido que la cuestión de fondo radica en que estos menores, sus familias o sus entornos, necesitan de estos ingresos y no siempre tienen posibilidades de obtenerlos de otra forma.
Reprimir sin atender estos aspectos es para nosotros al menos injusto. Atendamos también el problema de fondo, para que estos menores no tengan que salir a la calle a conseguir estos recursos.
A.R.D.
