Edición Año XVII N° 906, lunes 24 de marzo de 2025
CADA tanto me surgen algunas preguntas a las que no encuentro una respuesta adecuada. “Quizás lo mejor sea compartirlas para ver cómo las podrían contestar otras personas”, me digo, y acá me encuentro ahora, escribiendo.
¿Cómo hace un padre de familia para levantarse a la salida del sol para enfrentar cada día con la misma energía y buscar alguna changa que le permita hacer algunos pesos y poder poner un plato de comida a sus hijos? Hacer esta pregunta prácticamente me inhibe de cualquier otra que luego de leerla, lo que venga podrá parecer banal y tonto.


No hay nada más extremo, creo, y de paso les consulto, queridos amigos lectores, ¿acaso conocen ustedes alguna pregunta más dura que la que acabo de formular? Seguramente sí, pero tal vez surjan desde la experiencia de vida de cada uno, de pronto no por haberlo vivido sino de conocer quizás alguna vivencia de otra persona. De hecho, la pregunta que hice nunca me tocó padecerla, si bien he perdido empleos en el rubro en el que me manejo, por diversas causas que no vienen al caso y lo dejo por ahí. En ese caso aún no había sido padre, aunque hacía pocos meses que me había casado. Aclaro esto para saber que no me encuentro dentro del rango de la pregunta original formulada, aunque sé qué se siente perder el trabajo y tener que salir a buscar alguna changa.
De todas maneras, no deja de ser una pregunta válida, ¿de dónde viene esa fuerza interior para levantarse cada día cuando la vida te tira para abajo? Ver a personas, conciudadanos, vecinos de la calle en esa situación me lleva a preguntarlo para no ser cómplice en ciertas naturalizaciones que estamos haciendo de la pobreza y de la falta de empleo y ubicar el tema en su verdadera dimensión, ¿la sociedad pone su cuota parte en ese esfuerzo?
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CLASE. Salto tiene un problema estructural en las relaciones laborales que no es de ahora, que lleva décadas perpetuándose, de las que todos hablan, hacen diagnósticos e incluso en campaña electoral hay quienes dicen tener respuestas para revertir esa situación, buscando, según ellos, generar mayor solidez y estabilidad en el trabajo de los salteños, quienes mayoritariamente han vivido del trabajo que la zafralidad le ha brindado históricamente.
Es verdaderamente el trabajo privado el que hace mover la economía departamental, pero la verdad sea dicha, en una proyección del Producto Bruto Interno que nuestro departamento genera anualmente, nos lleva a ser de los últimos de la clase.
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ACCIÓN. Créanme si les digo que no será ningún iluminado el que logre posicionar a Salto nuevamente a la vanguardia de la producción y del desarrollo productivo del país, lugar que supo ocupar hace ya mucho tiempo.
Se trata, sin dudarlo y volviendo a los orígenes, de la necesidad de tener que elaborar como sociedad un nuevo contrato social en donde todos deberemos comprometernos, porque no será tarea de uno, de dos o de diez, será de todos la tarea de cinchar el carro en la misma dirección.
Hasta la semana que viene y tilo pa’la barra…
