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jueves, 12 de junio de 2025
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Alfredo Zitarrosa o la vigencia de un grande

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Diario EL PUEBLO digital
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Hoy, 17 de enero, se cumplen 24 años de la desaparición física de Alfredo Zitarrosa; a nuestro entender, la figura más importante del canto popular uruguayo y una de las mayores referencias en la cultura del país. Había nacido en Montevideo el 10 de marzo de 1936, y desde muy joven ya se destacó por sus excelentes composiciones, tanto de letras como de música, así como por su voz excepcional y su carisma.
Más allá de los años que pasaron desde que partió Alfredo Zitarrosa, su obra no envejece, sino que perdura y logra imponerse cada día, porque tiene la esencia de las verdaderas composiciones artísticas. Dotado de una sólida formación intelectual, sus creaciones no se reducen solamente a canciones, también cultivó – y podríamos decir que con éxito- aunque es la parte menos conocida, otros géneros como el cuento y la crónica.
Hace un año aproximadamente, el periodista y escritor uruguayo Guillermo Pellegrino publicó el libro «Alfredo Zitarrosa. La biografía» (basado de alguna manera en su libro anterior: «Cantares del alma»), en el que busca mostrar una parte más íntima de la persona y por ende menos conocida, intenta reflejar lo que fue la vida del hombre, no del músico. Es un ejemplo más de cómo la figura del notable cantautor sigue despertando interés e invitando a su estudio e investigación. «Con Zitarrosa me pasó algo muy fuerte, me fue atrapando su obra, pero también el personaje, con todas sus contradicciones. Primero fue una búsqueda personal, para alimentar mi conocimiento, después todo me fue llevando hasta la biografía», ha dicho Pellegrino.
Una anécdota
(Del libro «Zitarrosa, cantar en uruguayo», de E. Estrázulas).
Por su parte, el poeta Enrique Estrázulas es otro de los intelectuales que más ha estudiado la vida y la obra de Alfredo Zitarrosa, con quien lo unió, además, una entrañable amistad. «La composición es uno de los aspectos más interesantes, en sus primeras y últimas fases, como períodos de creación intuitiva. A veces, su primera clave es un silbido, melodías subconscientes que, en el momento menos esperado, despiertan la idea de una canción. En general, he observado que escribe sus letras casi paralelamente a la música. Toma la guitarra y busca acordes indefinidamente. Cuando logra alguna forma musical en acecho entonces comienza a trabajar con el grabador. Vuelve a mi memoria el invierno de 1972, en que tuve que cruzar Montevideo de punta a punta bajo una lluvia torrencial, en un destartalado taxímetro, para acudir a una llamada urgente de Zitarrosa. Supuse al principio que había enfermado, que estaría dolorido por algo o, en el mejor de los casos, habría cometido algunos de sus excesos. Cuando llegué todo estaba en calma. Y el amigo trovador en cuestión, de lo más bien, sentado junto al grabador, secándose unos lagrimones que yo sabía que venían de la emoción creadora.
– Solamente quería que escucharas un Adagio que se me acaba de ocurrir.
Entonces dejé que regresara la calma, colgué mi impermeable empapado y me dispuse a oír los acordes de lo que más tarde se transformara en el famoso «Adagio en mi país», una de las más conmovedoras canciones que se han escrito en Uruguay, acaso premonitoria, inspirada en la guerra y señalando un camino de paz que, indudablemente, está llegando:
Dice mi padre que ya llegará
desde el fondo del tiempo otro tiempo
y me dice que el sol brillará
sobre un pueblo que él sueña labrando
su verde solar.
Tú no quisiste la guerra,
madre tierra, yo lo sé…

Hoy, 17 de enero, se cumplen 24 años de la desaparición física de Alfredo Zitarrosa; a nuestro entender, la figura más importante del canto popular uruguayo y una de las mayores referencias en la cultura del país. Había nacido en Montevideo el 10 de marzo de 1936, y desde muy joven ya se destacó por sus excelentes composiciones, tanto de letras como de música, así como por su voz excepcional y su carisma.

Más allá de los años que pasaron desde que partió Alfredo Zitarrosa, su obra no envejece, sino que perdura y logra imponerse cadaZitarrosa día, porque tiene la esencia de las verdaderas composiciones artísticas. Dotado de una sólida formación intelectual, sus creaciones no se reducen solamente a canciones, también cultivó – y podríamos decir que con éxito- aunque es la parte menos conocida, otros géneros como el cuento y la crónica.

Hace un año aproximadamente, el periodista y escritor uruguayo Guillermo Pellegrino publicó el libro «Alfredo Zitarrosa. La biografía» (basado de alguna manera en su libro anterior: «Cantares del alma»), en el que busca mostrar una parte más íntima de la persona y por ende menos conocida, intenta reflejar lo que fue la vida del hombre, no del músico. Es un ejemplo más de cómo la figura del notable cantautor sigue despertando interés e invitando a su estudio e investigación. «Con Zitarrosa me pasó algo muy fuerte, me fue atrapando su obra, pero también el personaje, con todas sus contradicciones. Primero fue una búsqueda personal, para alimentar mi conocimiento, después todo me fue llevando hasta la biografía», ha dicho Pellegrino.

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Una anécdota

(Del libro «Zitarrosa, cantar en uruguayo», de E. Estrázulas).

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Por su parte, el poeta Enrique Estrázulas es otro de los intelectuales que más ha estudiado la vida y la obra de Alfredo Zitarrosa, con quien lo unió, además, una entrañable amistad. «La composición es uno de los aspectos más interesantes, en sus primeras y últimas fases, como períodos de creación intuitiva. A veces, su primera clave es un silbido, melodías subconscientes que, en el momento menos esperado, despiertan la idea de una canción. En general, he observado que escribe sus letras casi paralelamente a la música. Toma la guitarra y busca acordes indefinidamente. Cuando logra alguna forma musical en acecho entonces comienza a trabajar con el grabador. Vuelve a mi memoria el invierno de 1972, en que tuve que cruzar Montevideo de punta a punta bajo una lluvia torrencial, en un destartalado taxímetro, para acudir a una llamada urgente de Zitarrosa. Supuse al principio que había enfermado, que estaría dolorido por algo o, en el mejor de los casos, habría cometido algunos de sus excesos. Cuando llegué todo estaba en calma. Y el amigo trovador en cuestión, de lo más bien, sentado junto al grabador, secándose unos lagrimones que yo sabía que venían de la emoción creadora.

– Solamente quería que escucharas un Adagio que se me acaba de ocurrir.

Entonces dejé que regresara la calma, colgué mi impermeable empapado y me dispuse a oír los acordes de lo que más tarde se transformara en el famoso «Adagio en mi país», una de las más conmovedoras canciones que se han escrito en Uruguay, acaso premonitoria, inspirada en la guerra y señalando un camino de paz que, indudablemente, está llegando:

Dice mi padre que ya llegará desde el fondo del tiempo otro tiempo y me dice que el sol brillará sobre un pueblo que él sueña labrando su verde solar.

Tú no quisiste la guerra, madre tierra, yo lo sé…

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