Este miércoles 28 de mayo se cumplen dos años y medio de la desaparición de Gonzalo Barboza en nuestro departamento.
Desde aquel 28 de noviembre de 2022, su madre, Andrea Sisnandez no ha cesado en su búsqueda. A pesar del paso del tiempo, la falta de respuestas por parte de las autoridades sigue siendo una herida abierta. Entre frustración, cansancio y esperanza, Andrea recuerda cada detalle del caso, y denuncia irregularidades que, según afirma, marcaron desde el principio la investigación.
“La búsqueda supuestamente la sigue haciendo la Policía”, señala Andrea, pero enseguida deja claro que su experiencia ha sido otra. “El otro día llamé a Jefatura, y me dijeron que el caso lo tenía Gonzalo Acuña. Uno de los que trabaja con él, Fabián Borges, me dijo que ellos se enteraron del caso de Gonzalo por la prensa. La Jefatura de Salto me dijo eso, que sabían del caso por la prensa”.
La madre relata que desde un comienzo hubo múltiples cambios en quienes llevaban adelante la investigación. “El caso lo tenía Ocampo, después lo agarró Juan Pablo Borges, y ahora lo tiene Gonzalo Acuña. Pero siempre nos dejan a la deriva”.
Andrea insiste en una versión que desde el inicio le transmitieron las autoridades. “Gonzalo entró a esa chacra y no salió más. Eso me lo dijeron Ayuto y Ocampo, los primeros que estuvieron. Se hizo un rastrillaje, pero no encontraron nada. Y yo no quedé conforme, fueron muy pocas horas”.
En calles Rodó y Trillo está la chacra donde se ve a Gonzalo por última vez. Es allí donde, según su testimonio, un hombre hizo comentarios insólitos durante la búsqueda. “Ese señor me dijo, ‘usted es la mamá de Gonzalo, eso tiene que resignarse. Gonzalo ya no está más acá. Lo único que quedó de él fue esta perra, que apareció con él, una perra negra’”.
Andrea y su familia no esperaron que todo lo hiciera la Policía. Recorrieron lugares, pidieron imágenes de cámaras de seguridad, siguieron pistas por su cuenta. Así lograron confirmar que Gonzalo fue llevado por un camionero hasta un punto de Salto, donde se lo vio por última vez. “Lo dejó en la Axion (estación de servicio), pasó por Coca-Cola, por el Vispo, y ahí termina en Rodo y Trillo, donde la cámara lo enfoca y desaparece”.
Las contradicciones y falta de información han sido una constante. “Ese día del rastrillaje se dijeron muchas cosas: que lo vieron en Garibaldi, en 33. Todo eso fue mentira. La policía me dijo, él entró a esa chacra”.
Andrea sigue recibiendo apoyo de familiares y amigos cercanos. “La que me apoya en Salto siempre es María Luisa(Nogueira). Mi familia, mis hermanas, mis sobrinas, están pendientes. Incluso se pusieron fotos de él en el peaje de Concordia, gracias a una señora que se sumó al rastrillaje”.
A pesar del dolor, Andrea no se rinde. Todos los días 28, sin falta, publica videos recordando a su hijo. En abril, un oficial se presentó en su casa para preguntar por uno de esos videos. “Me dijo que tenía que ir a Jefatura de Salto para hablar con el nuevo jefe, pero no es tan así. Hay que pedir día y hora, me explicó María Luisa, que fue personalmente”.
Andrea vive en Palomas, por lo que le corresponde la Seccional Séptima de Constitución, pero el caso sigue radicado en Paysandú. “Se necesita hacer un montón de trámites para trasladarlo a Salto. Me está ayudando Margarita Barrera, abogada, nuera de María Luisa, sin cobrarme nada”.
La lucha, sin embargo, parece ser en solitario. “Veo que la Policía viene y me dice ‘sí, lo seguimos buscando’, pero no es tan así. Desde que se perdió él, se hizo todo mal. La gente del hogar hizo todo mal, la Policía todo mal también”.
Gonzalo Enrique Barboza Sisnández, de pueblo Palomas y residía en el hogar Alas Multicolor de Paysandú. El joven hacía 4 años que residía en el hogar sanducero desde donde se le había prometido traerlo a Salto a ver a su mamá, lo que se postergó por la rotura del vehículo que lo iba a trasladar.
Su familia piensa que ese fue el motivo por el que escapó del lugar para dirigirse a casa de su madre
A dos años y medio, la incertidumbre persiste. No hay detenidos, no hay avances claros, no hay rastros. Solo el testimonio firme de una madre que no quiere que el caso de su hijo quede en el olvido. “Siempre digo que la esperanza no se pierde. Pero si él estuviera vivo, era para estar conmigo. O alguien tendría que haberlo visto”.