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    El caballo perdido del anciano sabio

    “Érase una vez un anciano campesino de gran sabiduría, el cual vivía con su hijo y que poseía un caballo. Un día el corcel escapó del lugar, algo que hizo que los vecinos fueran a consolarles ante su mala suerte. Pero ante sus palabras de consuelo, el anciano campesino les respondió que lo único verdadero es que el caballo había escapado, y si eso era buena o mala suerte sería el tiempo lo que lo dictaminaría.Cuento

    Poco después el caballo regresó con sus dueños, acompañado de una hermosa yegua. Los vecinos corrieron a felicitarle por su buena suerte.

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    Sin embargo, el anciano les respondió que en realidad lo único que sí era cierto era que el caballo había regresado con la yegua, y si esto era malo o bueno el tiempo lo diría.

    Tiempo después el hijo del campesino intentó montar a la yegua, aún salvaje, de tal manera que se cayó de la montura y se rompió la pierna. Según el médico, la rutpura le provocaría una cojera permanente.

    Los vecinos volvieron a consolar a ambos, pero también en esta ocasión el anciano campesino dictaminaría que lo único que se sabía en verdad era que su hijo se había roto una pierna, y que si ello era bueno o malo aún estaba por verse.

    Finalmente, llegó un día en que se inició una sangrienta guerra en la región. Se empezó a reclutar a todos los jóvenes, pero al ver la cojera del hijo del campesino los soldados que fueron a reclutarle decidieron que no era apto para el combate, algo que provocó que no fuera reclutado y pudiera permanecer sin combatir.

    La reflexión que el anciano le hizo ver a su hijo en base a todo lo ocurrido es que los hechos no son buenos o malos en sí mismos, sino que lo son nuestras expectativas y percepción de ellos: la huida del caballo trajo a la yegua, lo que a su vez supuso la rotura de su pierna y asimismo ello condujo a una cojera permanente era lo que ahora le salvaba la vida.”

    Esta conocida historia, bastante autoexplicativa, nos narra cómo nuestra consideración y valoración de lo que nos ocurre a veces puede estar sesgada, ya que el propio suceso no es ni bueno ni malo verse, y cómo lo que a veces vemos como algo positivo o negativo puede llevarnos a lugares insospechados.

     

    La Arena y la Piedra

    “Había una vez dos amigos que caminaban por el desierto, tras haber perdido a sus camellos y habiendo pasado días sin probar bocado. Un día, surgió una discusión entre ellos en el que uno de los dos increpó al otro por haber elegido la ruta equivocada (si bien la decisión había sido conjunta) y en un arrebato de ira le dió una bofetada. El agredido no dijo nada, pero escribió en la arena que en ese día su mejor amigo le había pegado una bofetada (una reacción que sorprendió al primero).Cuento1

    Posteriormente ambos llegaron a un oasis, en el cual decidieron bañarse. En ello estaban cuando el anteriormente agredido empezó a ahogarse, a lo que el otro respondió rescatándole. El joven le agradeció la ayuda y posteriormente, con un cuchillo, escribió sobre una piedra que su mejor amigo le había salvado la vida.

    El primero, curioso, le preguntó a su compañero por qué cuando le había pegado el había escrito en la arena y ahora lo hacía en una piedra. El segundo le sonrió y le contestó que cuando alguien le hacía algo malo intentaba escribirlo sobre la arena por tal de que la marca fuera borrada por el viento, mientras que cuando alguien hacía algo bueno prefería dejarlo grabado en piedra, donde permanecerá por siempre.

    Esta hermosa leyenda de origen árabe nos indica que lo que debemos valorar y mantener frescas en nuestra memoria son las cosas buenas que los demás hacen, mientras que las marcas que nos dejan las malas debemos intentar desdibujarlas y perdonarlas con el tiempo.

     

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