Lo que más nos llama la atención en este tema, es el supuesto origen de las maniobras de estafa que se han descubierto mediante Internet.
Sucede que de acuerdo a una de las últimas operaciones realizadas exitosamente por el Ministerio del Interior del Uruguay, se ha comprobado que el destino final de los dineros que eran depositados por los incautos gestores de préstamos dinerarios, era ¡Benín!, una remota nación africana, desde donde supuestamente operan los «hackers».
Sucede que en nuestra generación siempre tuvimos idea de que los africanos estaban muchas décadas atrás de nosotros en desarrollo y por lo tanto era imposible que pensáramos que fueran capaces de semejantes artimañas.
Aún sin desconocer que hoy la informática ha relativizado las distancias y sobre todo hace posible figurar en cualquier parte del mundo cuando en realidad físicamente se está muy lejos de allí, creemos que no los africanos, sino los autores de estos engaños que probablemente sean de otras nacionalidades muy diferentes, se estén haciendo pasar por provenientes de estas naciones en las que supuestamente son inubicables.
Ello sin evitar un dejo de desdeño por las víctimas, a quienes en primera instancia consideramos demasiado ingenuas y capaces de ser embaucadas debido a su ingenuidad precisamente.
Ahora bien, esto no disminuye la responsabilidad de los autores de estos engaños, pero sirve para demostrarnos cuan vulnerables somos. En el fondo somos posibles víctimas porque pretendemos sacar beneficios, no siempre honestos de acciones supuestamente muy rentables en el plano internacional.
Este es el mundo que no existe, el que ofrece todo a cambio de nada. Mejor dicho de nada no, porque siempre terminan exigiendo alguna suma para «los trámites», aspecto que nunca jamás es verdad, pero de allí sus ganancias que multiplican miles de veces.
En el fondo es nuestra avaricia, o en algunos casos la urgente «necesidad» la que nos lleva a caer en sus redes y esto debemos tenerlo muy claro. Si bien no somos partidarios de victimizar a quienes caen en las redes de estos estafadores, nos explicamos perfectamente por qué caen.
Si fuéramos precavidos, sensatos y sobre todo prudentes a la hora de confiar en quienes nos proponen «negocios» altamente rentables, seguramente estaríamos a salvo de la ambición de estos timadores, pero mientras nos mostremos ambiciosos e imprudentes es posible que caigamos en las redes ya sea de estos «africanos» o de cualquier otro estafador que domine la informática.
A.R.D
