Rocío Cardona Rodríguez tiene 24 años, es Profesora de Literatura egresada en noviembre de 2010. Ha logrado recientemente efectivizarse, por concurso, en el liceo de San Antonio. También se ha desempeñado como docente en otros liceos, públicos y privados, de nuestra ciudad. Pero nos ocupa en la página de hoy su creación literaria, actividad que viene desarrollando hace ya un buen tiempo. Asistente al Taller Literario Horacio Quiroga de la Intendencia de Salto, desde hace casi ocho años, Rocío Cardona accedió a compartir con EL PUEBLO algunos aspectos de su creación, así como cuatro microcuentos que mantenía inéditos.
¿Te recordás escribiendo o con la inclinación hacia ello desde cuándo?
No podría determinar con precisión cuándo empecé a escribir, seguramente fue en la adolescencia. Yo marco el inicio importante con la entrada al Taller en el 2005… Pensando un poquito en el acto de escribir, en lo que significa para mí, te puedo decir que no lo hago por catarsis, por desahogarme en un papel, ni nada parecido. Escribo por necesidad, es algo que se me impone, a veces en las cosas de todos los días, caminando por la calle, conversando con alguien… Es como si el verso se me presentara, me surgiera de algún lugar y se quedará ahí a mi lado para que yo lo tome y después lo trabaje.
¿Qué te gusta escribir?
Me gusta escribir poesía. Con el Taller también he incursionado en la narrativa con los microcuentos y en una obrita de teatro. Esta última con dos compañeros, Sonia Hornos y Juan Carlos Ferreira. Fue una idea que nos propuso Garet y que la pudimos llevar adelante dedicándole mucho tiempo y trabajo.
¿Qué te gusta leer?
No tengo un género preferido para la lectura. Mi profesión me lleva a leer todo lo que encuentro. Ya lo dijo Borges algún día: “Uno no es lo que es por lo que escribe, sino por lo que lee”. Creo que la lectura es base fundamental para la creación, leyendo se aprende.
¿Obras o autores predilectos o referentes o que por algún motivo te han marcado?
Como autores referentes en la poesía: Alejandra Pizarnik, Idea Vilariño. Creo que supieron reafirmar que la poesía es reticente, que siempre deja algo por decir, algo que calla. También García Lorca, influencia no sólo en cuanto a la forma propia del romance sino también en su temática del amor y en la técnica de mezclar lo lírico junto a lo narrativo. Y hablando de narrativa, Gabriel García Márquez. Es un genio en cuanto a su capacidad para la creación de un mundo en donde todo es posible, donde lo único que importa es el hecho de contar con la convicción de que lo que se está contando es algo que cree y que afirma, sin las barreras del mundo real. Creo que leerlo te lleva a desprenderte, a liberarte de esas barreras al escribir.
Estudiar literatura, como en la carrera de profesorado por ejemplo, ¿ayuda a la creación literaria o, contrariamente, la puede perjudicar o limitar?
No puedo afirmar ni lo uno, ni lo otro. Me ha pasado de tener largos períodos de lectura y nada de creación. Te limita cuando te enfrentás a una obra que ya leíste, de esas que no te dejan de sorprender, y lo único que te sale decir es: ¡En mi vida voy a llegar a hacer algo como esto! (risas) Y te ayuda en cuanto a las herramientas que te ofrece la lectura de teoría y crítica literaria. Yo creo que ser profesor y escribir es una buena combinación. Al fin y al cabo, así uno vive con la Literatura todo el día, y para los que nos gusta esto, no hay mejor satisfacción.
¿Qué importancia le
asignás al taller literario?
El Taller es el momento a la semana dedicado a mí, a mi espíritu o como quieras llamarle. Es ir, desconectarte del mundo y dedicarte a escribir. Después vienen las puestas en común, la lectura de lo que cada uno escribió y las sugerencias o correcciones. No solo del profesor, sino también de los demás talleristas con los cuales se crea un grupo basado en el respeto a la creación y los criterios del otro. Eso creo que es lo fundamental, la humildad de los que escuchan y el respeto de los que hablan. Por supuesto que la figura de un orientador como Garet nos da garantía y respaldo de que de cada sugerencia nos ayuda.
¿Está en tus planes, algún día, publicar un libro? ¿Qué importancia tiene esto para alguien que escribe?
Creo que el escribir es un acto íntimo y solitario, de uno consigo mismo. Por esto, raras veces, comparto con alguien lo que escribo, excluyendo a los compañeros del taller, y tampoco pienso en las publicaciones.
MICROCUENTOS
La práctica del microcuento, género bastante explorado en el Taller Horacio Quiroga, también ha despertado el interés de Rocío, quien aportó cuatro de su autoría, inéditos, para ser publicados en esta página:
Metamorfosis
El día que se comió la mosca su vida cambió para siempre. Tuvo pesadillas recurrentes hasta el día de su muerte, cuando sus alas ya estaban completamente desarrolladas.
El crimen
La mujer de lentes oscuros sentada en el ómnibus lee con atención las noticias policiales en el diario. Aún nadie la ha descubierto.
Encuentro
con la muerte
El hombre, de mirada perdida y rostro pálido, miró de refilón el diario que leía su acompañante y vio su nombre completo en las necrológicas.
El instante
Fue corriendo hasta la Piedra Alta y llegó justo en el momento que ella daba el paso adelante.
Rocío Cardona Rodríguez tiene 24 años, es Profesora de Literatura egresada en noviembre de 2010. Ha logrado recientemente efectivizarse, por concurso, en el liceo de San Antonio. También se ha desempeñado como docente en otros liceos, públicos y privados, de nuestra ciudad. Pero nos ocupa en la página de hoy su creación literaria, actividad que viene desarrollando hace ya un buen tiempo. Asistente al Taller Literario Horacio Quiroga de la Intendencia de Salto, desde hace casi ocho años, Rocío Cardona accedió a compartir con EL PUEBLO algunos aspectos de su creación, así como cuatro microcuentos que mantenía inéditos.
¿Te recordás escribiendo o con la inclinación hacia ello desde cuándo?
No podría determinar con precisión cuándo empecé a escribir, seguramente fue en la adolescencia. Yo marco el inicio importante
con la entrada al Taller en el 2005… Pensando un poquito en el acto de escribir, en lo que significa para mí, te puedo decir que no lo hago por catarsis, por desahogarme en un papel, ni nada parecido. Escribo por necesidad, es algo que se me impone, a veces en las cosas de todos los días, caminando por la calle, conversando con alguien… Es como si el verso se me presentara, me surgiera de algún lugar y se quedará ahí a mi lado para que yo lo tome y después lo trabaje.
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¿Qué te gusta escribir?
Me gusta escribir poesía. Con el Taller también he incursionado en la narrativa con los microcuentos y en una obrita de teatro. Esta última con dos compañeros, Sonia Hornos y Juan Carlos Ferreira. Fue una idea que nos propuso Garet y que la pudimos llevar adelante dedicándole mucho tiempo y trabajo.
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¿Qué te gusta leer?
No tengo un género preferido para la lectura. Mi profesión me lleva a leer todo lo que encuentro. Ya lo dijo Borges algún día: “Uno no es lo que es por lo que escribe, sino por lo que lee”. Creo que la lectura es base fundamental para la creación, leyendo se aprende.
¿Obras o autores predilectos o referentes o que por algún motivo te han marcado?
Como autores referentes en la poesía: Alejandra Pizarnik, Idea Vilariño. Creo que supieron reafirmar que la poesía es reticente, que siempre deja algo por decir, algo que calla. También García Lorca, influencia no sólo en cuanto a la forma propia del romance sino también en su temática del amor y en la técnica de mezclar lo lírico junto a lo narrativo. Y hablando de narrativa, Gabriel García Márquez. Es un genio en cuanto a su capacidad para la creación de un mundo en donde todo es posible, donde lo único que importa es el hecho de contar con la convicción de que lo que se está contando es algo que cree y que afirma, sin las barreras del mundo real. Creo que leerlo te lleva a desprenderte, a liberarte de esas barreras al escribir.
Estudiar literatura, como en la carrera de profesorado por ejemplo, ¿ayuda a la creación literaria o, contrariamente, la puede perjudicar o limitar?
No puedo afirmar ni lo uno, ni lo otro. Me ha pasado de tener largos períodos de lectura y nada de creación. Te limita cuando te enfrentás a una obra que ya leíste, de esas que no te dejan de sorprender, y lo único que te sale decir es: ¡En mi vida voy a llegar a hacer algo como esto! (risas) Y te ayuda en cuanto a las herramientas que te ofrece la lectura de teoría y crítica literaria. Yo creo que ser profesor y escribir es una buena combinación. Al fin y al cabo, así uno vive con la Literatura todo el día, y para los que nos gusta esto, no hay mejor satisfacción.
¿Qué importancia le asignás al taller literario?
El Taller es el momento a la semana dedicado a mí, a mi espíritu o como quieras llamarle. Es ir, desconectarte del mundo y dedicarte a escribir. Después vienen las puestas en común, la lectura de lo que cada uno escribió y las sugerencias o correcciones. No solo del profesor, sino también de los demás talleristas con los cuales se crea un grupo basado en el respeto a la creación y los criterios del otro. Eso creo que es lo fundamental, la humildad de los que escuchan y el respeto de los que hablan. Por supuesto que la figura de un orientador como Garet nos da garantía y respaldo de que de cada sugerencia nos ayuda.
¿Está en tus planes, algún día, publicar un libro? ¿Qué importancia tiene esto para alguien que escribe?
Creo que el escribir es un acto íntimo y solitario, de uno consigo mismo. Por esto, raras veces, comparto con alguien lo que escribo, excluyendo a los compañeros del taller, y tampoco pienso en las publicaciones.
MICROCUENTOS
La práctica del microcuento, género bastante explorado en el Taller Horacio Quiroga, también ha despertado el interés de Rocío, quien aportó cuatro de su autoría, inéditos, para ser publicados en esta página:
Metamorfosis
El día que se comió la mosca su vida cambió para siempre. Tuvo pesadillas recurrentes hasta el día de su muerte, cuando sus alas ya estaban completamente desarrolladas.
El crimen
La mujer de lentes oscuros sentada en el ómnibus lee con atención las noticias policiales en el diario. Aún nadie la ha descubierto.
Encuentro con la muerte
El hombre, de mirada perdida y rostro pálido, miró de refilón el diario que leía su acompañante y vio su nombre completo en las necrológicas.
El instante
Fue corriendo hasta la Piedra Alta y llegó justo en el momento que ella daba el paso adelante.
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